En la década de los noventa las listas prosperaron como un medio instantáneo, efímero y subjetivo de conocimiento. El fenómeno aún puede apreciarse en Amazon y en otros sitios de internet de consulta masiva donde los clientes elaboran sus listas y las postean como una forma de orientar los gustos. Uno puede conocer cuáles son los mejores libros de la década según Esteban Arce o las películas favoritas de Daniel Bisogno. En efecto, percibo el reparo del lector: ¿qué valida el gusto de Esteban o de Daniel sobre el mío? Lo que se perdió con la postmodernidad fue que las listas eran una conclusión, un destilado del conocimiento sobre una materia elaborada por un especialista, denominado entonces como “crítico”. Las listas patentizaban una sensibilidad y permitían apreciar la inteligencia y también, cómo no, intuir los prejuicios y aversiones de quien las firmaba. Hoy una lista es la enumeración de una persona más o menos informada sobre el tema, muestra de ignorancia e irresponsabilidad –porque no tiene que defender su gusto, sólo exponerlo– y a veces de total ausencia de criterio.
Existe un convenio universal en considerar al 2000 como el primer año del nuevo milenio. Aún recuerdo cómo, particularmente entre los intelectuales mexicanos, se discutió esa mistificación y se reiteró que el nuevo milenio comenzaba en el 2001.
Como hongos bajo los arces, brotaron en diciembre de 2009, en todo el mundo, listas sobre los mejores filmes, canciones, álbumes, libros de la década. Parece inútil recordar que la década aún no concluye. No partimos de un año cero sino de un año uno, de modo que la década de los ceros o de las donas, como exitosamente se le ha llamado, no ha terminado. Si el marchante de la camioneta de la esquina nos vendiera la decena de naranjas con nueve unidades y un cero, seguro nos enfadaríamos. En cambio aceptamos que la década comenzó en el 2000. Ni siquiera el exigente y tiquismiquis periódico El País, que se ostenta como modelo de razonamiento editorial, escapó a esta epidemia estacional.
Recalando en las listas en torno a la música pop –que el Times y el NYT tienen las suyas de música clásica– lo que destaca, más allá del acuerdo en torno a ciertas canciones, presumiblemente las mejores ya que concitan unidad, es la diferencia en cuanto a criterios y tendencias. Rolling Stone, decana de las revistas de rock norteamericanas, dio la patada inicial al juego de las listas. El 9 de diciembre apareció en red su “100 Best Songs of the Decade”. NME, la némesis y al parecer émulo de la obsoleta Rolling Stone, respondió con “100 tracks of the decade”. El juego había comenzado y pronto arribaron Pitchfork, la Biblia de la música indie, con una impresionante y exhaustiva “The Top 500 Tracks of the 2000’s”; Pretty Much Amazing, acaso el mejor sitio sobre música nueva, hizo lo suyo con una serie por entregas apenas concluida este 4 de enero: “Best Songs of The Decade 2000-2009”; About, el termómetro del gusto promedio, por su parte aportó “Top 100 Pop Songs of the 2000’s”. En México, Marvin publicó en su edición impresa una lista sobre los 100 mejores álbumes de la década y en línea propuso listas alternativas. En España ya mencioné la lista de Fernando Navarro, columnista de “Americana” para El País, etiqueta que engloba las tendencias genuinamente americanas: rock, country, blues, folk.
Anteriormente, en su edición de noviembre, NME había presentado su propia lista de los cien álbumes de la década y el periódico londinense Times también aportó su propia destilación, “The 100 best pop albums of the Noughties”. Para no perder el tren, Metacritic optó por reflejar estadísticamente lo que consideraba mejor: “The Best Music of the Decade”.
El juego de las listas parece, como esas casas de espejo de las ferias, interminable, y cada uno expresa una ideología, en el sentido marxista del concepto: una concepción del mundo determinada por las influencias económicas. Hay revistas, impresas o en línea, que proponen un estilo, otras en cambio que pretenden expresar el gusto promedio, y unas más que buscan ubicarse en el justo medio entre lo popular y lo sofisticado, reivindicando lo mismo a músicos de calidad aunque obsoletos –Bob Dylan y U2, por ejemplo, aparecen en la lista de la RS– que a figuras de culto –como sucede con la lista de NME que incluye a Fuck Buttons, CSS y The Long Blondes.Y claro, estas dos últimas publicaciones, curiosamente, coinciden en el culto al mainstream que representan Jay Z, Beyoncé y Britney Spears. En el caso de NME, quien ha buscado consolidarse en el mercado estadunidense, sorprende que su esnobismo –que antaño mereciera el mote de Enemy (juego de palabras con las siglas NME) por su rigor crítico– coexista con el hype más superficial.
¿De verdad éstas fueron las canciones de la década o ha ocurrido algo que también es consustancial: la falta de perspectiva temporal? Cuando uno elabora una lista es inevitable que se refleje en ella nuestra relatividad temporal. Quiero decir que si elaboras una lista en 2009 resulta plausible que incluyas más canciones de los últimos cuatro años que de los primeros tres. Se pierde la perspectiva, tanto cero marea. Y sin embargo, a juzgar por las listas lo mejor de la década ocurrió en los primeros tres años, incluido el espurio año 2000 que en rigor fue el último año del siglo XX.
(En nuestra segunda entrega, las canciones de la década conforme a su frecuencia de aparición y mi propia lista).
(Minatitlán, Veracruz, 1965) es poeta, narrador, ensayista, editor, traductor, crítico literario y periodista cultural.