Laura Erber: premática del ahogo

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Uno de mis primeros recuerdos es el cadáver de un ahogado. Llevaba un short naranja. Dos hombres lo sujetaban por los pies. Tenía la cara enrojecida. Estaba de cabeza, la coronilla contra un montículo de arena. De su boca, su nariz y sus ojos, fluían chorritos de agua.

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Hay también, por supuesto, un poema de José Carlos Becerra celebrado por Paz en el prólogo a El otoño recorre las islas; un poema que muchos lectores tenemos fresco en la memoria desde la adolescencia.

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Luego, una madrugada, pesqué en Canal Once Les morts de la Seine, la película para TV que realizara Peter Greenaway en 1988 a propósito del bicentenario de la Revolución Francesa. Es un film cuyo estilo prefigura al Greenaway maduro, con sus collages multipantallas, su barroco empleo de motivos tipográficos y caligráficos, su mise en scéne mitad siglo XVIII y mitad teatro del absurdo… La historia que narra es simple: un repaso documental de los cadáveres extraídos del Sena durante el breve imperio napoleónico, incluyendo las notas de los médicos forenses que se ocuparon de las autopsias.

http://www.youtube.com/watch?v=IQYdJMaCHdE

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Finalmente, mi colección de ahogados se complementa con The funambulist and the diver, videoinstalación de la poeta y artista multidisciplinaria Laura Erber (Rio de Janeiro, 1979). Se trata de una serie de dispositivos de audio y video que se combinan en tríadas aleatorias para producir en el espectador cadencias cuyo sentido, orgánico y al mismo tiempo azaroso, refiere el ritmo de los encabalgamientos y las secuencias estróficas que comporta la poesía lírica. La pieza tiene como tópico, lo mismo que la cinta de Greenaway, el mítico registro de los ahogados del Sena. Erber parte de una popular imagen que es un oxímoron material: la Desconocida del Sena, una joven –probablemente suicida– cuyo cadáver fue extraído de las aguas del río francés en 1900, y cuyos rasgos se han preservado merced a las diligencias de un empleado de la morgue de aquella época, quien, fascinado por el sonriente y bello rostro de los restos, decidió hacer una máscara mortuoria que ha sido fuente de inspiración para muchos artistas.

Estructurados en torno a un mismo campo de sentido (el agua: su plasticidad, su luminosidad, su ruido), los distintos videos actúan como unidades de significado abierto, no como sintagmas plenos sino como harían –nuevamente– cada uno de los versos que conforman un poema: flujo uniforme y al mismo tiempo múltiple que resulta, por añadidura, en una metáfora de la tensión superficial que hay en un cuerpo de agua. (El catálogo virtual de The funambulist and the diver está aquí.)

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La primera pieza que conocí de Laura Erber es ya una anticipación del interés de la artista por la supresión del sistema respiratorio. Se trata de “Ancient History” (2005).

El pensamiento de Erber combina, con perturbadora naturalidad, lo mórbido y lo naïf. El constante empleo de tópicos infantiles –desde el pececito dorado o el idílico balneario suburbano hasta el relato oral que hace una niña frente a la pantalla– se complementa con otros dos referentes: la escritura poética y la muerte. Y más: la muerte como desenlace de la lectura de libros hermosos.

La poesía se desarrolla en la obra visual de la artista brasileña en calidad de transpoética, de recuperación de la lectura. A las prácticas compositivas tradicionales y a los discursos antipoéticos del siglo XX, la obra en video de Laura Erber opone una suerte de lirismo paratextual: no la escritura de nuevos (viejos) poemas, sino el registro por medios alternativos del proceso experimentado por el lector durante el consumo de la materia escrita. Una para-poesía: redistribución de la riqueza poética.

Amén de poseer una provocadora sintaxis, las imágenes de Laura Erber combinan la sencillez del enfoque documental con referencias cultas –por ejemplo un videorretrato que es a la vez cita de la Ofelia de John Everett Milais–, fantasías oníricas y emplazamientos minimalistas (una toma fija de un edificio junto a la corriente; tres manzanas en una baranda) para generar un ambiguo discurso en el que la contemplación, la narración y la nostalgia son indistinguibles de la sensación de amenaza. Su mirada parece reactivar estéticamente ese apotegma lacaniano re-presentado con insistencia por Slavoj Žižek: la angustia es la única emoción verdadera.

– Julián Herbert

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