Cuando me pidieron una letrilla sobre “mรบsicos que escriben”, mi primera reacciรณn fue: ¿Hay de otros? Es infundada, claro, porque los hay. Pero es un reflejo viejo: lo mรกs cercano a un escritor que habรญa en mi infancia era mi padre, y escribรญa con la guitarra en las rodillas y enfrente nomรกs hoja y lรกpiz: todo en una letra muy tenue porque a la escritura –absorbรญ allรญ mismo– conviene borrarla si no suena bien en voz alta.
Esta y otras lecciones de la canciรณn se respiran en los nuevos libros One hit wonder de Joselo Rangel y Trece latas de atรบn, de Amandititita. Juntarlos es tan arbitrario como cualquier otra etiqueta, pero empecemos por lo poco que comparten. Conocemos a sus autores mรกs como cantautores: Joselo es solista y guitarrista de Cafรฉ Tacvba; Amandititita es “la reina de la anarcumbia”. En un predecible (pero decoroso, gracias a que usaron ilustraciones y no fotos) uso de sus conocidas caras, ambos autores aparecen retratados en las portadas. Tambiรฉn estรกn en sus textos, en mayor o menor medida, el estilo de vida del rock, la jerga del negocio musical y, como dijo Rita Indiana (por cierto otra “mรบsico que escribe” cuya prosa nadie deberรญa perderse), “la jodienda y el afoque” de la fama. Pero todo eso es secundario. O es trasfondo. A estos libros los maneja otra cosa: la imaginaciรณn, a uno, la autoexploraciรณn al otro.
Inevitable, aunque ciertamente ocioso, es el impulso de comparar textos y rolas. Y lo que me parece ver allรญ es que operan en un mecanismo inverso. Mientras las canciones de Amandititita son narrativas (o al menos estudios de personajes), su prosa parte de –y por momentos se estanca en– estados de รกnimo. Con Joselo, al revรฉs, los cuentos condensan ideas y anรฉcdotas, mientras sus rolas exploran sentimientos. Todo esto entre comillas, como deberรญan anotarse siempre las generalizaciones.
Trece latas de atรบn es una mezcla de ficciรณn, autobiografรญa y diarios. Estรก estructurado en fragmentos breves e independientes, pero que en su conjunto terminan por redondear un todo personalรญsimo, y tan franco como libre. La autora firma con su nombre artรญstico pero se presenta con su nombre completo de inmediato, abriendo paso al tema autobiogrรกfico. La relaciรณn con su madre alcohรณlica, hasta su muerte, es el motor de la historia. Curiosamente esto va quedando claro mรกs en las ficciones que en los diarios. Porque, mientras la parte autobiogrรกfica se permite la diversidad, los cuentos exploran variaciones de un mismo tema: el alcohol y sus consecuencias. Si escapan airosos a toda moralina y toda moraleja es gracias a que varรญan los puntos de vista: narra ya el alcohรณlico, ya sus parientes. Ambas cosas –el monotema en la ficciรณn y la claridad autoanalรญtica– caminan una lรญnea peligrosa: solos cansarรญan. Pero hay una sencillez que lo permea todo (y que se dice fรกcil pero que en escritura es muy difรญcil conseguir) y asรญ –sinceros e intercalados; vacilantes y vulnerables– los fragmentos van tejiendo el paso de la orfandad al autocuidado. La madurez (como la libertad, como la democracia) es una promesa esencialmente aburrida: solo despierta pasiones cuando falta. Pero aquรญ nos atrapa porque aparece no como un compromiso respetable, sino como un derecho adquirido: “Soy mi madre y mi padre. Y me gusta cรณmo soy.”
One hit wonder es un libro mรกs tradicional y, a la vez, de horizonte mรกs amplio. Una selecciรณn de entre los muchos cuentos que Rangel escribiรณ para publicar semanalmente en un blog (que por cierto continรบa, ahora cada quincena: textosmutantes.com). Cuando iniciรณ, llevaba ya aรฑos escribiendo crรณnicas y columnas. Y precisamente del consejo clรกsico –y sabio– que recibe quien empieza en esos menesteres (“hay que concentrarse en una idea por columna”) parecen colgar tambiรฉn sus cuentos. Mรกs que una anรฉcdota o un slice of life parten de una premisa, casi siempre ingeniosa, a ratos genial. ¿Y si pudiรฉramos tener un amante con el que solo nos encontrรกramos en sueรฑos? ¿Y si un grupo de mรบsica pudiera viajar en el tiempo pero no decidir a quรฉ รฉpoca va? ¿Y si a una mamรก รกvida de reconocimiento le damos el palo y la paramos frente a la piรฑata? ¿Y si metiรฉramos a los grandes rockeros de la historia en un salรณn de clases? Etcรฉtera. Este modus operandi en nada demerita los relatos. Al contrario. Una cosa es tener una idea pachecona y otra muy distinta lograr narrar algo interesante con ella. A estos cuentos uno se sube sin problema, porque estรกn escritos con una pluma clara y ligera, que a ratos parece estar actualizando a Josรฉ Agustรญn pero que tambiรฉn, en sus mejores momentos, destila sana ciencia ficciรณn bien digerida.
Esta capacidad para esgrimir una ligereza que cava hondo sรญ es algo que Joselo y Amandititita comparten. Me gusta pensar que es una lecciรณn del escenario. De la presencia –fรญsica y mental, sin atajos– como รบnica arma para conectar con el espectador. Porque, aunque no creo que uno deba escribir pensando en el pรบblico, a veces sรญ pienso que los escritores harรญamos bien en recordar que el lector tambiรฉn tiene, a su modo, acceso a cebollas y tomates. No para que nos manden mรกs de unas y menos de otros, sino para no olvidar respetarlo: porque estรก allรญ y es humano y sin รฉl quiรฉn sabe si nuestro รกrbol cayendo harรญa algรบn ruido. Es un respeto escaso y fundamental, que estos dos autores, sea en sus lecturas, sea en sus conciertos, ya integraron. Me gustarรญa cerrar diciendo que veo venir mรกs libros suyos –algo mรกs ficcional de una, algo mรกs personal del otro– pero evitarรฉ todo augurio porque, como aprendรญ en One hit wonder: “a nadie le gusta que el futuro le eche a perder una cumbia”. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1983) es narradora. Umami, su primera novela, saldrรก en Literatura Random House en febrero 2015.