Dicen que hago escritura de los árboles
y prefiero el silencio del ave al estrépito humano…
que si en algunos rezos deposito mi fe
con incredulidad devuelvo las palabras
que no llegaron junto con las olas
de la sangre más íntima.
A las astillas secas no hago lumbre.
Piensan que escribo siempre
de lo mismo
estas cosas comunes
sin escándalo
como si hiciera falta mayor provocación
que la sola existencia.
Ante los libros de otros no soy ciego.
Aseguran con énfasis que en el siglo veinti-
uno ya no se debe citar frecuentemente
y menos hacer sitio a la familia
excepto que hayan sido abatidos
por nuestras propias armas
y nos llamemos Kevin
John Claggard o Hannibal Lecter.
Bajo tales premisas prefiero leer a oscuras.
Se genera en las redes sociales
el acoso textual
sin más carta en la mano
que encontrar deleznable a Peter Pan
si Garfio está de moda.
(Cabe la reflexión
con estos argumentos
contra quiénes se escribe…
de qué vanguardia hablamos…
desde cuál perspectiva…)
En el Nunca Jamás de la poesía
(entre lo que inquirimos y
hacia donde volamos)
hasta cuándo se animará algún crítico
a ponerle la campanita al tigre
para empezar el diálogo…
Por el contrario
(según lo que he leído)
so pena de parecer antiguo
nunca hay jamás en la palabra tiempo.
Aseguran que en el cristal humano
las arenas del libro no dejan de caer
como las hojas.
Sin conocer bastante a quien no me conoce, cruzo su nombre al mío.
¿Piensan así los libros en el hombre que leen?
¿Es su pulpa tan segura y flexible
como los comentarios que podemos hacernos
de todo lo ignorado?
¿Vale la pena desancorar las dudas
si el silencio es el viaje?
Sobre lo ya expresado, resta elevar las velas.
Dicen que se navega a solas en la sangre
y es común a los hombres
agolpar las palabras en esa breve carta
de larga despedida.
Tras otro árbol oculto tantas preposiciones.~
(Ciudad de México, 1961) es poeta, ensayista y traductor. Actualmente es director de Mantis Editores. De próxima publicación es su libro Llámenme Ismael-premio Sor Juana Inés de la Cruz 2013 de poesía