La Retórica fue el juguete y el arma del escritor griego de origen sirio y del siglo II Luciano de Samosata que, como para mostrarnos su virtuosismo verbal tratando un asunto feo a la manera de un orfebre que trabajase exquisitamente con un metal infame, escribió el Elogio de la Mosca. En esta especie de zoorreportaje ejercita una mirada de microscopio espiando a la mosca en quietud o en vuelo de rutina:
La mosca no es el más pequeño de los volátiles, al menos comparada con los mosquitos, los cínifes y otros aún más diminutos, sino que los aventaja en tamaño tanto como ella misma dista de la abeja. No está dotada de plumas como las aves, que tienen algunas de plumaje cubriendo su cuerpo y utilizan las más largas para volar, sino que, como los saltamontes, las cigarras y las abejas, tienen alas membranosas y más delicadas que éstos, como el vestido indio es más sutil y delicado que el griego; y asimismo ofrece el colorido floral de los pavos reales si la miramos fijamente cuando abre sus alas en vuelo hacia el sol. Su vuelo no es, como el de los murciélagos, un continuo remar; ni va, como en los saltamontes, acompañado de saltos, ni, como en las avispas, con zumbido, sino que describe una curva perfecta hasta el punto del aire al que se dirige. Además tiene la cualidad de volar, no en silencio, sino en cántico nada desagradable, como el de cínifes y mosquitos, ni con el grave zumbido de las abejas o el terrible y amenazador de las avispas; es mucho más melodiosa, como las flautas son más dulces que la trompeta y los címbalos.
Detalla Luciano a la mosca como un ser de espanto precisamente en la medida en que algún detalle la humaniza:
Aunque tiene seis patas, anda sólo con cuatro, y usa las dos delanteras a guisa de manos. La puedes ver caminando sobre cuatro patas, llevando algo comestible en sus dos manos, de modo muy semejante a nuestra humana costumbre.
En el siguiente párrafo continúa la poesía de la mosca observada con alucinante minuciosidad en el vuelo nupcial y en la decapitación:
De celo, amor y uniones tienen gran libertad, y el macho no monta y desciende al instante, como en los gallos, sino que se mantiene mucho rato sobre la hembra, y ella lleva al novio, y unidos vuelan sin romper en su evolución ese coito aéreo.
Y, finalmente, Luciano, con la afilada su mirada de miscroscopio, decapita a la mosca y corona el horror:
Con la cabeza cortada, vive el cuerpo de la mosca mucho tiempo y sigue respirando.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.