Afortunado para Simone de Beauvoir estรก resultando su centenario. Elogios y vapuleos acreditan su vivacidad. Me refiero, especialmente, a las quejas de cierto feminismo genรฉrico, que le enrostra haber querido adjudicar a la mujer las prohibidas virtudes del varรณn (del vir, un pleonasmo). Con ello se deroga la universalidad de lo hecho por los machos, desde la ciencia hasta la guerra, y se pierde cualquier visiรณn de lo universal al diluirse la nociรณn de especie humana. Como querรญa Vigny, a ellos Sodoma y a ellas, Gomorra, y no hay mรกs.
Prefiero recordar lo dicho por Marguerite Yourcenar: cuando una mujer habla de ciencia o de filosofรญa no habla ni como mujer ni como varรณn. Distinto es que cuente su experiencia en tanto madre. Aquรญ se advierte el punto crรญtico de lo construido por Simone a partir de El segundo sexo. Ella rechaza la maternidad porque ata a la mujer al matrimonio, la casa, a la inmanencia: la priva del mundo. ยฟTiene que ver esto con su cรฉlebre aforismo: no se nace mujer, se lo deviene, se lo llega a ser?
En su propuesta, se llega a ser mujer por la acciรณn de la cultura y sus prototipos. Pero hay, sin embargo, una determinaciรณn corporal que es dada a la futura mujer. Podrรญa matizarse, entonces, a Simone, y concluir que se nace hembra y se deviene mujer. Tal vez asรญ se ilumine su rica experiencia amorosa y erรณtica. Fue la hermana fรกlica de Sartre, quien la denominaba en masculino, โel Castorโ, y su pareja necesaria. Descubriรณ al hombrรณn proletario Nelson Algren con quien consiguiรณ su primer orgasmo y le hacรญa lavar los calcetines. Fue la amante maternal de Claude Lanzmann y hasta de algunas mujeres (esto รบltimo prolijamente olvidado en sus pรกginas diz que confesionales). En esta variedad, quizรก, resida un rasgo que exalta cierto talento femenino, una ubicuidad que imaginaron personajes tan diversos como Colette y las hermanas Brontรซ. Convertir el destino cultural de ser sรณlo gรฉnero y no individuo en una multiplicidad de encarnaciones femeninas, amplรญa en la mujer que escribe el panorama tรณpico del varรณn: construir una subjetividad, una sola. En esta posiciรณn de fuerza estarรญa la solidez pero tambiรฉn la cortapisa del varรณn que escribe. Ambos podrรญan coincidir en el universo de las fantasรญas y asรญ Tolstรณi inventa a Ana Karenina y Flaubert a Madame Bovary.
Algunos lectores insidiosos ven en Simone a una suerte de estricta Madame Sartre. La ceremonia de los adioses, en efecto, parece a menudo un vengativo examen de cuentas. Atado y desvalido, Sartre soporta la escatolรณgica descripciรณn de su decaรญdo final a cargo de una sobreviviente Simone, viuda implacable. Supongamos que asรญ funciona la tremenda anรฉcdota.
Pero juzgo mezquina la viรฑeta. Ciertamente, Simone tratรณ de aliviar la prosa sartreana, infatigable fรกrrago cancilleresco y germanizante, explicando el existencialismo al โgran pรบblicoโ y mostrando que la filosofรญa no es sรณlo cosa de filรณsofos diplomados. Recuerdo Para una moral de la ambigรผedad, Pirro y Cineas, El existencialismo y la sabidurรญa popular. Pero hay mรกs. Simone explorรณ un lugar crรญtico del propio existencialismo, cuando Sartre intentรณ โy se pasรณ la vida haciรฉndolo sin conseguirloโ conciliar su filosofรญa con el marxismo. Dos concepciones diversas de la libertad entraban en conflicto: la libertad como origen y espontaneidad y la libertad como liberaciรณn de la necesidad y la determinaciรณn. No en vano Simone hizo leer a Sartre algunos textos de Hegel y tratรณ, por su cuenta, dos temas concretos que a su Pรณlux no se le ocurrieron: la mujer y la vejez.
El individuo libre y sin historia, nativamente libre โy abstractamente libre, dirรญa Hegel: el ser sin proceso equivale a la nadaโ puede patinar fรกcilmente hacia el nihilismo. Si nada me ata, nada me puedo proponer: mi libertad me paraliza o me disuelve porque carezco de mundo. Hegel y Marx, por el contrario, hacen nacer al sujeto โo al proyecto de sujetoโ cargado y sobrecargado por la historia de sus mayores, los fantasmas de los ancestros deambulando por su cabecita virgen como una pesadilla que exige despertar. Y esa es la tarea de la liberaciรณn, la conciencia negativa de la sumisiรณn. O bien despertamos a una aurora inรฉdita, como quiere Nietzsche y se pregunta el personaje de Joyce Stephen Dedalus, o bien encaramos el mundo histรณrico como podamos, intentando conservarlo, estropearlo, reformarlo o ponerlo patas arriba. Podemos ser conservadores, reaccionarios, reformistas o revolucionarios pero todo a partir del calendario cuyo pasado se nos impone como memoria y reformulaciรณn.
Simone no fue, entonces, la enanita trepada a los hombros del gigante, que veรญa mรกs lejos y con ojos prestados. No fue una mera Madame Sartre. Tampoco la hija rebelde que espera el mal momento del papรก para sacarle la lengua. Fue y es, en su mejor formulaciรณn, un individuo al que se le impone ser mero gรฉnero y decide convertirse en sujeto. Menos que gรฉnero, mรกs que individuo. Ese programa siempre en esbozo que concluye sรณlo con la muerte: la incesante extraรฑeza del animal humano. ~
(Buenos Aires, 1942) es escritor. En 2010 Pรกginas de Espuma publicรณ su ensayo Novela familiar: el universo privado del escritor.