“El chavismo es un movimiento de fracasados”
Venezuela no es Cuba, no es Irán, no es China, ni ninguno de sus satélites en Latinoamérica. ¿Qué busca Chávez? ¿Cómo lo calificaría?
Creo que él tiene dos facetas. Una es la vocación histriónica, su deseo de figurar, de escandalizar, de llamar la atención, y la otra es su megalomanía, y de ahí su admiración irrestricta hacia Fidel Castro. El sueño de Chávez es mantenerse en el poder cincuenta años, como ha podido hacerlo Fidel Castro, al que por eso considera “su padre”. De hecho, Fidel Castro ha sido muy hábil en sacarle dinero a Chávez a cambio de ese apoyo paternal que él le da. Fíjese cómo será el drama de Cuba, que la asistencia de Venezuela a Cuba es de varios miles de millones de dólares al año y sin embargo Cuba no puede mantener el sistema. Eso es lo que Chávez no le cuenta a los venezolanos. Le interesa acallar cualquier opinión diferente y evadir todo tipo de debate, porque él sabe que el modelo cubano no resiste ninguna prueba.
¿Qué pasaría si Venezuela no tuviera petróleo?
Probablemente tendría democracia, porque los venezolanos se darían cuenta de la importancia de tener un gobierno para todos, de buscar soluciones consensuadas, de no dividir a la población entre los que están a favor y los que están en contra, excluyendo a estos últimos. Se ha escrito mucho sobre las bondades y las maldades del petróleo. Lamentablemente, si uno ve la historia de Venezuela, está íntimamente relacionada con el petróleo. Mientras que Venezuela no tuvo petróleo fue un país paupérrimo, como consecuencia de la división interna que se generó después de las guerras de independencia. Sin embargo, hemos visto que de cada alza significativa de los precios del petróleo, Venezuela siempre sale más endeudada y con menos empleo que antes: en la crisis del Canal de Suez, con la guerra del Yom Kipur, con la de Irán-Iraq, con la del Golfo… En todos esos momentos hay una apariencia de bonanza y de dinero a cortísimo plazo que al año siguiente se traduce en más deuda externa, menos empleo productivo y más inflación. También debemos entender que gracias al petróleo Venezuela pudo desarrollarse… Los venezolanos tenemos una sensación ambivalente con respecto al petróleo; a él le debemos la creación de una clase media pujante, que es la que ha resistido frente al afán totalitario de Chávez, pero también le debemos que el Estado sea visto como un botín que justifica que los militares traicionen con demasiada frecuencia sus responsabilidades constitucionales.
¿Cuáles son los problemas de la oposición, que no logra ser del todo efectiva contra Chávez?
No hay un entendimiento cabal de cuál es el problema de Venezuela, de que para salir de este embrollo autoritario se requiere la voluntad concertada de toda la gente de pensamiento democrático. Tampoco hay conciencia clara de que los mecanismos electorales están trucados, de que el poder electoral no es independiente, ni profesional, ni honesto. Por ejemplo, todavía no hemos recibido los resultados definitivos de las elecciones de 2007, que fueron muy importantes. Descaradamente el presidente dispone quiénes van a ser los rectores electorales, y no hay ningún espacio para la oposición. La oposición tiene que entender eso: que está luchando con unas reglas muy desiguales. Es como si en un campo de fútbol la portería de un equipo tiene un metro de alto por un metro de ancho y la portería del otro equipo tiene diez metros de ancho y veinte metros de alto; y además de eso, el árbitro tiene el uniforme del equipo contrario y el campo está inclinado a su favor.
¿Y no ha sido la oposición culpable de ello, sobre todo en ciertos momentos clave?
Claro, todos somos culpables. Chávez no llega ahí por azar: todos los venezolanos tenemos algo de culpa. Los venezolanos debimos haber entendido que la libertad no es algo que se nos dio por ser venezolanos o porque tenemos el mejor clima del Caribe. La libertad es algo que hay que conquistar cada día, algo permanentemente amenazado.
Otro factor del que también somos responsables todos es la inconciencia del cambio de condiciones que ocurrió en Venezuela a partir de principios del siglo XX, una vez que comienza la explotación petrolera. Ahí comienza un periodo de crecimiento que dura más de cincuenta años, que coincide con uno de los movimientos de urbanización más dramáticos de la historia mundial. Un país mayoritariamente rural, en cuestión de treinta años se convierte en un país mayoritariamente urbano. Eso también trae un trauma: toda esa gente que viene del campo a la ciudad pasa de una sociedad agropecuaria dependiente del café y del cacao a una sociedad totalmente distinta, dependiente del petróleo, de la industria y los servicios. A eso súmele además que entre 1945 y 1958, mientras está ocurriendo ese crecimiento espectacular y ese proceso de urbanización, están llegando a Venezuela un número de inmigrantes que representa más del 15% de la población en ese momento. Hay que asimilar la gente que viene del campo y a toda esa gente que viene de Europa, y además, administrar todo ese crecimiento. Durante cincuenta años, Venezuela lo hace exitosamente, creando una clase media y una clase trabajadora importantes, que son los baluartes que hoy en día han impedido que Venezuela caiga en el totalitarismo más absoluto. Ahora, esos cincuenta años fueron seguidos por veinticinco años de estancamiento económico, en los cuales se duplica la población, con una inmigración que ya no es la inmigración formada en Europa, sino la gente que viene huyendo de la pobreza y de la violencia en los países andinos y del Caribe, con estancamiento total. Entonces, ocurre que hay una parte importante del país que ha estado acostumbrada durante cincuenta años a crecer, a mejorar, a educarse, a tener cada vez mejores servicios, y otra parte que no ve los resultados por ningún lado: los hospitales cada día más saturados, los cupos en las universidades y en los institutos de educación reduciéndose, su condición de vida deteriorándose… Venezuela vivió cincuenta años sin inflación y sin devaluación; en estos veinticinco años no solamente hay estancamiento económico: hay inflación, siempre alta como tenemos actualmente –que es la más alta de América Latina–, y hay además devaluación. (Cuando Chávez llega al poder, el tipo de cambio, muy devaluado, estaba a cuatrocientos cincuenta bolívares por dólar; hoy está entre los seis mil y los siete mil bolívares por dólar.) Eso fue produciendo un deterioro muy grande, y yo creo que no vimos el peligro que eso representaba.
¿Dónde está su autocrítica personal? ¿Se arrepiente de algo que haya hecho o no al frente de la cadena cuando aún estaba al aire?
Si uno se pone a ver hacia atrás, tiene que hacer balance amplio. Desde el punto de vista personal me siento satisfecho. En cuanto a la cadena, desde que Chávez intenta los golpes de Estado en el 92 yo creo que estuve muy claro en la calaña de gente que estaba ingresando a la política en ese momento; la forma sanguinaria en la que esos golpistas actuaron, tanto en febrero como en noviembre del 92, nos daban señales muy claras de que estábamos enfrentando a psicópatas. El presidente Chávez en su primera alocución en el Palacio de Miraflores, en cadena nacional de radio y televisión, me hizo una amenaza muy clara, señalándome que debía adquirir un vehículo blindado. Esas amenazas se vinieron repitiendo por distintas vías, de manera que yo sí estaba muy consciente de lo que teníamos enfrente. Por eso ofrecí mi cargo desde el principio; la permanencia en mi cargo se la debo a los accionistas, a los gerentes y a los trabajadores. Todos ellos, al igual que nuestros clientes y nuestros proveedores, siempre fueron bien informados de la situación que estábamos viviendo. Más bien lo que sentí fue una responsabilidad adicional: una dictadura del tipo de la que Chávez quiere imponer requiere resistencia. No puede haber posiciones acomodaticias, porque terminaríamos como Cuba. Yo creo que afortunadamente mucha gente se da cuenta de ese peligro. Yo creo que Venezuela logró desarrollar un sistema democrático a partir del año 58 porque acabó con el sectarismo que había imperado en la política y estableció un sistema de pesos y contrapesos, de separación de poderes, de convivencia civilizada, de tolerancia, de elecciones limpias, de alternancia en el poder, que es con lo que estos militares golpistas quieren acabar, y de hecho están acabando. De ahí su empeño en reformar las Constituciones para establecer regímenes vitalicios; primero, engañando a la gente con un solo periodo de reelección y después, transformándolo en un sistema de reelección perpetua; van apoderándose del poder judicial, del poder legislativo, del poder electoral, y los van poniendo a su servicio, lo mismo que está ocurriendo con las fuerzas armadas. En la vida todos tenemos muchas cosas de las que arrepentirnos, pero si hago el balance, no me arrepiento de la actitud que hemos tenido: ha sido la correcta.
¿Es optimista con respecto al futuro de Venezuela, como Mario Vargas Llosa, que centra su esperanza en los estudiantes y en los intelectuales, quienes, según escribía hace poco y a diferencia de Cuba o China o Rusia, nunca le dieron empaque al “movimiento bolivariano”?
Bueno, la mejor demostración de que la llamada “revolución bolivariana” no es más que un régimen militarista totalitario es que el chavismo no tiene a su lado las fuerzas que tradicionalmente han acompañado a las revoluciones: ningún intelectual de peso, ningún artista de peso… Los estudiantes, la parte tradicionalmente rebelde de la sociedad, no creen en el modelo de Chávez. Lo mismo está ocurriendo con los trabajadores, los sindicatos y los empresarios. El chavismo es un movimiento de fracasados. En ¡Tierra, tierra! Sándor Márai cuenta una conversación de familia donde increpa a un primo y le dice que no entiende por qué es comunista, y el primo dice que es que él no tiene cabida en la sociedad, que no tiene ningún papel que desempeñar, y por eso no le queda sino ser comunista. Eso es lo que es el chavismo: una gran aglomeración de gente con mucho resentimiento –algunos probablemente tendrán su explicación: todo en la vida la tiene–, y de militares codiciosos. El caso de Venezuela es trágico, además, porque el botín es tan grande que hay mucha gente que se hace de la vista gorda y se vuelve cómplice. De manera que vemos cómo grupos de delincuentes, de traficantes de armas, de traficantes de droga, se han metido en Venezuela y tienen muchísimo poder. Lo señalo porque creo que Vargas Llosa tiene razón en ser optimista con respecto al futuro de Venezuela: porque la juventud no cree en esto. Pasará esta generación de militares golpistas y ladrones, y eventualmente Venezuela recuperará el camino democrático. Ahora, va a ser mucho más difícil, porque la fuga de cerebros que ha ocurrido en Venezuela es pavorosa, y probablemente vamos a tener problemas en ese sentido.
Ya sabrá el chiste de los cubanos que quieren ir a Venezuela para ver cómo empezó la cosa…
Eso también me hace ser muy optimista con respecto a Venezuela: si en Cuba, cincuenta años no han logrado cambiar en la mayoría de los cubanos su espíritu alegre, su capacidad de entendimiento y de respeto al otro, y se les ocurre muchas cosas para obtener dinero y llevarlo a sus familiares en la isla, eso demuestra que el ansia de libertad en los seres humanos es muy poderosa, que es la fuerza del futuro.
¿Cómo lleva seguir viviendo en Caracas?
¿Qué le diría? A mi edad a nadie le dan trabajo, así que tengo que cuidar el que tengo. Cuando a uno el presidente de la República lo amenaza de muerte, y manda a sus grupos paramilitares a que lo amenacen de una manera muy directa –o sea, a través de una entrevista en el diario El País de España o en la revista Quinto Día de Venezuela–, y cada día uno ve que sigue con vida y trabajando tanto, siente una gran satisfacción. En el fondo, le agradezco a Chávez eso.
– Yaiza Santos
(Huelva, España, 1978) es periodista y editora afincada en México. Imparte clases de periodismo en la Universidad Iberoamericana.