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Publicado en el periódico Milenio

José de la Colina celebró sus 75 años

Con una vasta obra literaria que incluye narrativa, ensayos y crítica, la prosa del colaborador de MILENIO ha sido calificada por Octavio Paz como “una de las mejores de México”. Recibió merecido homenaje en el Palacio de Bellas Artes.

El escritor y periodista, autor de la columna Los inmortales del momento. Foto: Claudia Guadarrama

México.- Su profesión, el periodismo cultural. Su pasión, el cine. Su vocación, la escritura, su sueño, la música. Es José de la Colina, una de esas miradas de raíz española, que logró expulsar la Guerra Civil: poseedor de una prosa fina, en palabras de Octavio Paz, quien lo definió como “un autor singular: su prosa es una de las mejores de México”.

Dueño de un talante melancólico, al tiempo lúdico, siempre memorioso, Pepe de la Colina (Santander, España, 29 de marzo de 1934) festejó su arribo a los 75 años de vida: “El ego de uno agradece que se reúnan amigos para celebrar algo; me parece muy bien que ahora esté una escritora como Ana García Bergua, porque la vez pasada (hace cinco años) eran puros señores y yo siempre requiero la presencia femenina”.

“El ego no lo tengo tan alto como quisiera, pero cada vez que lo subo, baja: inmediatamente aparece ese animal que lleva uno sobre el hombro, que es el crítico. Tengo un ego conflictivo, como todo mundo, pero no creo ser de ego muy alto, aunque uno sí agradece los signos de amistad y estas celebraciones son pequeñas fiestas.”

Colaborador de la Revista Mexicana de Literatura y de Plural, jefe de redacción del suplemento Sábado de unomásuno y durante años director de El Semanario Cultural de Novedades, José de la Colina halló en el periodismo cultural su modus vivendi: sin carrera profesional, “más que los seis años de primaria en el Colegio Madrid y unos seis meses de prevocacional en el Politécnico”, halló su propia universidad en los libros, los amigos y el cine.

“Tuve que vivir del periodismo, de lo cual no me arrepiento: he tenido mis malos y mis buenos momentos.”

Autor de libros como La tumba india, Tren de historias, Muertes ejemplares o Libertades imaginarias, ha sabido encontrar, aun en los trabajos realizados bajo mucha presión, la posibilidad de hacerle el “amor a las palabras, de violarlas, para luego ser violado por ellas”.

“El escritor, aunque no gane mucho dinero —son pocos los que lo ganan— es un privilegiado respecto al obrero, porque la mayor parte de los obreros hacen un trabajo que ellos preferirían no hacer o realizar otro. Se les paga realmente por sacrificarse haciendo lo que no les importa. Para mí escribir es, ante todo, una diversión, un entretenimiento. Se trate de lo que se trate.”

El sueño de la música

De la Colina disfruta las palabras, lo mismo cuando habla que cuando escribe, convencido de que el placer ha sido la característica fundamental de su manera de enfrentarse a la escritura; sin embargo, en su fuero interno hay manifestaciones artísticas que han permanecido ocultas.

“Lo que me parece el arte supremo es la música, porque además no necesita de elementos ajenos a ella misma: por ejemplo, no requiere tema ni decir algo concreto o tener un mensaje. La música es ella misma, no son discursos, no hay un argumento y si lo hay es diferente para cada oyente.

“El instrumento que para mí define el alma de Mozart es el clarinete, me hubiera gustado tocarlo, pero a veces siento que me habría gustado ser baterista, porque ofrece un gran momento de desenfreno, de deshacerse de angustias a través de un ruido que, al mismo tiempo, es música.”

Una muestra clara de su manera de entender el periodismo se encuentra en su crítica de cine, que en realidad no eran tal porque la mayoría de las veces hacía ensayos literarios sobre el cine que le gustaba o que no le gustaba.

“A veces resultaba que colaba la literatura a través de ese trabajo periodístico. He seguido con el periodismo: casi todo lo que he hecho de literatura ha sido realizado a través del periodismo, ya sea mediante la reunión de mis artículos, cuentos que de cuando en cuando publicaba, pero siempre en el periodismo.”

“No me arrepiento. Parece que lamento haberme dedicado tanto tiempo al periodismo, pero no. Escribiendo, sea en el periodismo o sea en la literatura ‘pura’, me siento feliz.”

De la memoria extrae los días en que aprendió a leer, durante la estancia de su familia en Santo Domingo, entre los cuatro y los cinco años, enseñado por su padre, “porque vivíamos en una parte prácticamente selvática y él me enseñó a leer en un ejemplar de el Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, y no en un libro de texto ni nada de eso”.

“En ese libro debí de sentir la sensualidad de las palabras, el sentimiento de las palabras; en un plano modesto eso también lo he descubierto a través de la poesía, pero la poesía no se me ha dado, si acaso sólo en plan cómico, como mi soneto a la gripe.”

Los años y la muerte

Ave nocturna que eligió a la noche para la escritura, José de la Colina comienza a hacerse tiempo para dejar salir al escritor que durante décadas ha llevado dentro, más allá de su convencimiento de que mientras se escriba, aun cuando sean textos periodísticos, tiene el derecho de ser llamado “escritor”.

En parte es la necesidad del literato; en parte, el paso del tiempo, la llegada de los años: “A mi edad, se piensa siempre en la muerte y, sí, le tengo miedo. La pienso cada noche, porque puede que mañana no despierte”.

“Se piensa en ello sobre todo por los proyectos literarios que uno tiene y no ha logrado terminar: pienso que voy a quedar como un escritor olvidado y la verdad, uno escribe también para tener una especie de inmortalidad, pensando que un día, aunque esté muerto, alguien va a leer una página y yo voy a estar vivo gracias a esa lectura. Esto suena muy solemne, pero pon que lo dije sonriendo”, dice Pepe, mientras vuelve a sus libros, a sus películas, a su memoria, a su escritura.

– Jesús Alejo

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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