Ilustraciรณn: Vรจlia Bach

Oro

En 1890, el periodista y lexicรณgrafo polaco Eliezer Ben-Yehuda fundรณ el Comitรฉ del Lenguaje Hebreo y escribiรณ el primer diccionario del hebreo moderno. Menos de un siglo y medio despuรฉs, varias generaciones de autores han erigido un portentoso aparato literario escrito en esta lengua singular. La presente antologรญa de relatos breves traza un panorama sucinto de las letras hebreas contemporรกneas.
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La abuela dijo: estas monedas las guardรฉ para ustedes por ¿cuรกnto?, ¿sesenta, setenta aรฑos? Esta es una moneda de dos dรณlares y medio. Esta de cien pesos mexicanos. Todo oro puro. Lo pronunciรณ mal, en lugar de “oro” dijo “ogo”. Aquรญ debe haber doscientas on-zas. El oro estรก por las nubes. Cada onza se cotiza en trescientos dรณlares. El Dorado. Lo comprรฉ barato y ahora es de ustedes. Acรก tienen tambiรฉn todas mis joyas. Pero estas joyas son de oro y ustedes no lo son, dijo. Este es el anillo de casado de mi primer marido. Al que asesinaron. A tiros. En la cara interna tiene grabada una frase, algo que รฉl solรญa decir. Ahora es ilegible. Tenรญa frases estupendas. De cualquier modo, se ve que es oro. La curva del oro sube, ya desde hace aรฑos que vengo siguiรฉndola. Las conservo, estas raras monedas, estas joyas, desde hace sesenta, setenta aรฑos. Ademรกs, me gusta cรณmo suena la palabra: joya. Adonde fuera que รญbamos, comprรกbamos oro. Todos sitios tan distintos entre sรญ, hasta que aparece el oro. Oro es oro. ¿Ves esta cadena? Tiene doscientos aรฑos. La cadena, pero el oro, en sรญ mismo, tiene cientos de millones de aรฑos. Hasta que el oro se creรณ pasรณ bastante tiempo. No es de un dรญa para el otro. Yo guardo estas monedas de oro desde hace setenta aรฑos, pero es solo la punta del iceberg. “Iceberg.” No hay ningรบn iceberg. Es solo una expresiรณn. Un tรฉmpano de oro. Por quรฉ no. Es lo que vengo guardando. Para ustedes. Y ustedes lo guardarรกn para despuรฉs. Este es el cofre. Tambiรฉn el cofre es de oro. Mรญrenlo y despuรฉs lo guardan para sus hijos, para sus nietos. Al oro le gusta quedarse en la oscuridad. Esperar. “Dรฉjalo esperar, al oro”, solรญa decir mi primer marido. Le gustaba hablarle al oro. Lo sorprendรญ mรกs de una vez. Entraba al cuarto, apagaba la luz, abrรญa el cofre y le hablaba al oro, como si el oro fuera un psicรณlogo. Tambiรฉn yo le hablรฉ al oro, alguna vez.

Al oro no le gusta que lo miren. Al oro le gusta el tiempo. “Oro” y “tiempo” tienen el mismo valor gemรกtrico,1 dijo. Contaba con los dedos para no equivocarse y dijo sรญ, exacto. A mi primer marido lo asesinaron con el anillo puesto. Lo mataron por culpa del anillo. Te lo debo haber contado mil veces. Pero no consiguieron quitรกrselo. Lo encontrรฉ antes que la policรญa. Siempre llego antes que la policรญa. ร‰l alcanzรณ a susurrar: “Pesia, el anillo.”

No importa. Ahora les dejo todo. En buena hora. El anillo tambiรฉn, por supuesto. Los ladrones no pudieron quitรกrselo y yo se lo saquรฉ sin ningรบn esfuerzo. En el cementerio, cuando fui para reconocerlo, lo identifiquรฉ por el anillo. Le habรญan disparado de cerca. Hay muy poco oro en el universo. La mayor parte es helio o hidrรณgeno. Saben que trabajรฉ en un laboratorio. El oro solo existe en pepitas. Un anillo de helio valdrรญa muy poco. Les digo que el oro es un material bastante raro. ¿Cuรกnto oro hay en todo el planeta? Quizรกs logren llenar un edificio completo. No creo que lo logren. Estรก demasiado disperso, pero a pesar de eso nosotros dos, mi esposo y yo, tenรญamos un plan para adueรฑarnos del oro del mundo. De todo. Al que le gusta el oro, lo quiere todo. No quiere que los demรกs tengan. El oro no es como los diamantes. Los diamantes son piedritas desperdigadas. El oro, en cambio, te dan ganas de reunirlo todo y fundirlo en un รบnico bloque. En principio, no es imposible. Un solo bloque. Es como dios: uno solo. Eso es lo que digo. Pero lo han esparcido por el mundo y una partecita la tengo aquรญ, en este cofre. Horas de inquietud, noches de inquietud. Solo aquel que no posee nada de oro en su casa puede dormir. Quizรกs ahora, por fin, logre dormir un poco. Setenta aรฑos sin cerrar los ojos. Ahora dormirรฉ. Yo dormirรฉ y ustedes permanecerรกn despiertos. Sรญ: mi oro los despertarรก, les arderรก desde abajo en el colchรณn, como si estuvieran en una olla. Se llevan todo, le dan una ojeada al interior del cofre y luego lo guardan en una caja fuerte. Dentro de sesenta o setenta aรฑos lo miran otra vez, lo examinan y se lo pasan a sus nietos.

Pero nosotros, por supuesto, nos llevamos el oro de la abuela y a las corridas, casi a la velocidad del sonido, aterrizamos en el local del joyero mรกs cercano. Se lo vendimos todo. Regresamos a casa con los billetes. Nos pusimos a contarlos, una y otra vez. Comenzamos a repartir el oro entre los nietos. Ya no era oro pero igual decรญamos: “repartamos el oro”. Nos temblaban las manos. Oรญmos una voz en la escalera. Subรญa. Vine a ver cรณmo estaba mi oro, dijo a duras penas. Golpeรณ la puerta. รbranme. ~

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Traducciรณn del hebreo de Gerardo Lewin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* La gematrรญa es un mรฉtodo interpretativo cabalรญstico que, asignando a cada letra hebrea un valor numรฉrico, permite obtener por la suma de sus letras un valor para cada palabra (n. del t.).

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(Netanya, Israel, 1970) es escritor y profesor. Ha obtenido el Premio Jerusalรฉn de Literatura (1997), el Bernstein Prize (2005) y el Prime Minister's Prize (2006)


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