Entonรฉ hace una semana un gaudeamus para Ramรณn Xirau en sus noventa aรฑos; hoy felicito a Gabriel –el otro portador de agua– por sus ochenta.
Pero no voy a elogiarlo. Podrรญa ofender su estricta discreciรณn, traicionar su crรญtica de la celebridad, los truculentos mecanismos de la cultura del elogio y su consecuencia: la perra fama (algo que Zaid ya hizo, ademรกs, con buen humor y adecuado anรกlisis). Una perra que, en su caso, no ladra ni a la inversa: su fama, que viene de carecer de ella, lo ha llenado de lectores en todo el mundo.
En aquel ensayo “Sobre la producciรณn de ensayos rimbombantes”, por cierto, aparece una faceta de Zaid que suele deslumbrarme: la confecciรณn de proyectos inauditos. Como el nuestro es “un paรญs hambriento de elogios, la producciรณn de elogios no da abasto” y requiere de modernizaciรณn, dice. Para ello propone la creaciรณn de una mรกquina ad hoc que se encargarรญa de hacerlo automรกticamente. No la describe Zaid; yo la imagino de vapor y ruidosa: se rellena de betรบn y laurel, oropel y paspartรบ por un lado y, entre tremendos trompetazos, lanza por el otro cataratas de gloria sobre las altas cabezas.
Desde luego, otros proyectos de Zaid, mรกs practicables, sรญ han actuado sobre la realidad, como sus ideas sobre fomento a la cultura y a las artes, sus ideas para democratizar la lectura. Y sus ideas econรณmicas –esas lecciones de sentido comรบn contra las que se vacuna el instinto barroco nacional—, como aquella que critica que la lucha contra la miseria consista en subsidiar empleos o productos en vez de promover medios de producciรณn baratos (mรกquinas de coser, apiarios, bicicletas, piscicultura, hortalizas) “que se pagan solos rรกpidamente y ayudan a salir de pobres a los que trabajan por su cuenta” (La economรญa presidencial, 1987).
Sus proyectos literarios –como su รmnibus de poesรญa mexicana (1971) y su Asamblea de poetas jรณvenes de Mรฉxico (1980)— han funcionado para la poesรญa y para la creaciรณn de lectores. Junto a ellos, concibe otros, fantรกsticos y prรกcticos a la vez, como el “Proyecto de pรกjaros” que aspirarรญa a crear “una enciclopedia virtual de todos los pรกjaros del planeta”. O aquel que, en Cรณmo leer en bicicleta (1975), propone “recoger todas las canciones de arrullo (letra y mรบsica) que cantan todas las tribus del planeta”, y que luego podrรญa aumentar con las canciones de boda: inventarios bรกsicos de la materia prima que define al alma humana: el trino, la madre y el sueรฑo, el beso.
Tampoco voy a elogiar que todas estas ideas, y muchas mรกs, sucedan con tal frescura y buen sentido del humor. ¿A quiรฉn mรกs, por ejemplo, se le habrรญa ocurrido postular –y demostrar— que el existencialismo “puede leerse como una filosofรญa para gerentes”, toda vez que se basa en el cรกlculo de pรฉrdida/ganancia? O aquella idea que me encanta (La poesรญa en la prรกctica, 1985): crear el diccionario de palabras que no existen รบtil para hacer jitanjรกforas o bautizar medicinas…
Asรญ pues no elogio a Gabriel Zaid: me elogio a mรญ mismo por haber merecido su amistad, su consejo, a veces sus regaรฑos, y hasta el privilegio de polemizar (y fuerte) con รฉl. Me elogio por leer sus ensayos, por aprender de su crรญtica literaria, por mi asiduidad a sus poemas, los punzantes y breves, o aquel viejo favorito, la “Fรกbula de Narciso y Ariadna” (1958), juvenil prestidigitaciรณn en sextinas reales –prima de la “Fรกbula de Equis y Zeda” de Gerardo Diego—, dedicada al Pequeรฑo Larousse Ilustrado, lleno de estrofas tan luminosas como
Es el amante aquel que nunca quiso
abrir la sucursal de su sollozo,
siempre buscando el tono mรกs preciso,
piedra tas piedra interrogando al pozo,
que mientras da su nota dilatoria
la misma letra escribe de memoria…
Elรณgiese, lector, leyรฉndola completa aquรญ
(Publicado previamente en el periรณdico El Universal)
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.