En la primavera de la indignación, a la indignación de los indignados, que desaparece como las burbujas del champán, se suceden otras indignaciones. La indignación por la crisis de los pepinos y la indignación por el Diccionario Biográfico Español, realizado por la Real Academia de la Historia.
A causa de un brote de E. coli, que suele encontrarse en las heces, y que puede proceder de un riego con aguas fecales o del abonado con estiércol, mueren varias personas en Alemania y enferman unos cientos más. Las intoxicaciones alimentarias causan una alerta inmediata: ya sea salmonela o mal de las vacas locas.
Los técnicos de un laboratorio alemán afirman que el E. coli se encuentra en pepinos de procedencia española. Quienes compraban pepinos españoles, mayoristas y consumidores, dejan de comprarlos. Los agricultores tienen que destruir los pepinos: 75 millones de euros de pérdidas. Para un país asfixiado por la crisis, 75 millones de euros de pérdidas son una catástrofe sobre la catástrofe.
Días más tarde, se demuestra que el brote de E. coli, una mutación que se resiste al tratamiento con antibióticos, no procede de los pepinos españoles. ¿Mintieron los técnicos del laboratorio alemán? ¿Se equivocaron? ¿Siguieron el protocolo? Es evidente que, tratándose de una bacteria que suele encontrarse en la mierda, la cagaron. ¿Asumirán alguna responsabilidad? Mientras distraían la atención dirigiéndola a los pepinos, la bacteria seguía trabajando a sus anchas en algún otro producto.
Pienso en todos esos analistas mediáticos que afirman, cuando se trata de asuntos de cierta dificultad, que hay que callarse y dejar su gestión en manos de los técnicos.
Otro técnico, éste historiador, Luis Suárez, recibe el encargo de redactar la voz dedicada a Francisco Franco para el Diccionario Biográfico Español, 25 tomos que se pagan con 6’4 millones de euros de dinero público: en ella oculta que fue un dictador y afirma que se trataba de un hombre “moderado cuyo único objetivo era restaurar la monarquía”.
Es una lástima que la condición para restaurar la monarquía era que él mismo muriera, y tardó cuarenta años en morir: desde que se sublevara en julio de 1936, para empezar una guerra civil en la que murieron cientos de miles de personas y otros cientos de miles tuvieron que exiliarse, mientras gobernaba tiránica y nada moderadamente un país que se fundió a negro.
(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.