El concurso para la nueva Megabiblioteca “José Vasconcelos” llegó a su última etapa con tanta polémica como empezó. El jurado internacional que se juntó para oír y ver las siete propuestas finalistas decidió a favor del proyecto liderado por Alberto Kalach, aun cuando fue incapaz de llegar al mínimo consenso que daría mayoría al veredicto. Después de meses de convocatoria, selección de proyectos y desarrollo de las propuestas escogidas, sólo queda la elaboración del proyecto ejecutivo y su construcción, en un comprimido calendario comprometido con los fastos de final del sexenio.
Un análisis de las siete propuestas corrobora que la selección del jurado de la primera vuelta quiso ser política y geográficamente “correcta”, más que arriesgar en las potencialidades de los participantes; y al comprobar que no emergió ningún proyecto “revelación” entre los seleccionados, hace más lamentable la ausencia de Rem Koolhaas, Zaha Hadid y otros brillantes despachos que quedaron excluidos en la primera criba.
El jurado de la segunda vuelta, compuesto por cinco mexicanos, cuatro estadounidenses, un español y un japonés, se bloqueó en la confrontación de propuestas irreconciliables: Luis Fernández-Galiano, crítico madrileño y columnista de arquitectura en El País, y Aarón Betsky, neoyorkino que dirige el Instituto de Arquitectura Holandesa de Roterdam, defendieron los proyectos de David Chipperfield y Alberto Kalach, respectivamente, sin llegar a convencer al resto del jurado con la contundencia necesaria de la mitad más uno: faltó diálogo. El proyecto del californiano Eric Owen Moss estuvo también en la contienda final, con más votos que el británico, aunque a mi modo de ver la inclusión de sus formas contorsionadas sólo se justificó por el elevado número de estadounidenses en el jurado.
David Chipperfield autor de la recién terminada biblioteca en Des Moines, Iowa, y de la ampliación del Neues Museum de Berlín proyectó una elegante secuencia de patios hilvanada por un recorrido rico en sutiles cambios de proporción y luz, a la vez que se constituía como un hito regenerador del deteriorado tejido urbano de la zona. El proyecto ganador de Kalach asumía mejor que ninguno las necesidades reales del cliente, fuera del programa bibliotecario: el nuevo monumento podría ser inaugurado total o parcialmente con o sin libros al terminar el sexenio. Cabe destacar que el proyecto de Alberto Kalach, Gustavo Lipkau, Juan Palomar y Tonatiuh Martínez reafirmó lo presentado en la primera vuelta del concurso: edificio lineal; sección simétrica que privilegia el espacio central-jardín botánico; y solidez aparente de sus fachadas levemente inclinadas. A diferencia de otras propuestas finalistas que cambiaron forma y estrategias al aumentar la altura permitida, la necedad proyectual de Kalach lo llevó repetir la apuesta y aumentarla, con un único pórtico estructural que se podría repetir indefinidamente.
En su mejor estilo, Kalach eludió el tema desde el principio: tomó la biblioteca como una excusa y el jardín botánico como un deseo. Todo el discurso se centró en privilegiar los aspectos ecológicos y paisajísticos. Como en obras anteriores, el arquitecto y jardinero Kalach juntó el programa en bloques sólidos, vaciando su volumen y perforando sus superficies. Después incorporó la vegetación como factor de proyecto, para dejar que las plantas llenen de tiempo el espacio. Kalach proyecta espacios atemporales que apelan a las arquitecturas arcaicas, a la memoria remota de las ruinas y, sin embargo, en este proyecto rompe la ortogonalidad de la trama urbana de la Colonia Guerrero, que sólo se justifica por un accidente la coyuntura de una subestación.
Las tres naves consecutivas que conforman su extenso edificio lineal pretenden desaparecer tras la vegetación, eludiendo su condición de monumento, de icono representativo para la ciudad. Si todas las propuestas resolvían un programa en planta, ésta destacó por su sección transversal repetible a lo largo de sus doscientos cincuenta metros, de la que colgarán los libreros. Fácil de construir en etapas, esta propuesta se convirtió en la solución más “inaugurable”. Y así, la futura biblioteca “José Vasconcelos” o al menos su contenedor arquitectónico será la oportunidad de Alberto Kalach para trascender más allá de la propia disciplina y materializar las expectativas creadas por este visionario y original arquitecto. ~
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