El 8 de noviembre en el diario Reforma la escritora Guadalupe Loaeza contó que una lectora se percató de que había plagiado un artículo de Sandra Russo del diario argentino Página 12. Escribió:
Es cierto, en esa ocasión abusé de la información de Sandra Russo, sin darle el crédito desde el inicio de la transcripción que hago de su artículo. Reconozco mi falta y le agradezco me la señale con el rigor y la seriedad que amerita el caso.
La escritora explicó que el plagio se había debido a que sufrió un ataque de diverticulitis. Agregó que “no ponerle comillas” al texto de Russo fue “un error” injustificable, explicó “el tamaño de mi arrepentimiento” y concluyó:
Considero que bajo ninguna circunstancia se debe plagiar (del latín plagiarius). Por otro lado, he de decir que actualmente internet, la biblioteca más grande del mundo, es un inmenso acervo de información. Sin embargo, es indispensable aprender a discriminar; no todo es la Wikipedia, aunque para los autodidactas como yo y para la gente no especializada puede clarificar muchos conceptos. Lo que sí es fundamental es citar al autor o autora original, de lo contrario podría considerarse como plagio (…)
Para aquellos o aquellas que se preguntan qué es realmente plagiar, es:
-Copiar textualmente un pasaje de un libro, de una revista o de una página Web sin poner las comillas o sin mencionar la fuente.
-Resumir, en sus propias palabras, la idea original de un autor, omitiendo la fuente.
-Traducir parcialmente o en su totalidad un texto sin mencionar de dónde proviene.
-Utilizar el trabajo de otra persona, presentándolo como si fuera de uno (lo mismo si esta persona dio su acuerdo).
El domingo pasado, hojeando El Ángel, suplemento cultural del diario Reforma, me encuentro con otro artículo de Guadalupe Loaeza que comienza con la historia de cómo los aliados usaron los versos de Verlaine para enviarse mensajes en clave en vísperas del “Día D”. Entré a google y puse buscadores que me llevaron aquí:
El jefe de información del Estado Mayor del comandante en jefe de los ejércitos del Oeste apareció en el comedor de oficiales buscando al General Bodo Zimmerman, Jefe de Operaciones de los Ejércitos del Oeste. El oficial estaba presa (sic) de gran agitación, pues el personal a sus órdenes acababa de descifrar un mensaje británico recientemente radiado por la BBC. Era el segundo verso que se escuchó así: “Bercent mon cœur d’une langueur monotone”
Mientras el artículo de Loaeza dice:
El jefe de información del Estado Mayor del comandante en jefe de los Ejércitos del Oeste apareció en el comedor de oficiales buscando al General Zimmerman, jefe de operaciones. El oficial parecía muy agitado, pues el personal a sus órdenes acababa de descifrar un mensaje británico recientemente radiado por la BBC. Era el segundo verso que se escuchó así: “Bercent mon cur (sic) d’une langueur monotone”.
En internet:
Dos conjeturas se deducen de los hechos. Una, que los Aliados acostumbrados a lanzar comunicados a la Resistance mediante emisiones de la BBC de Londres, comunicaron con los versos de Paul Verlaine, la inminencia de la invasión y otra, que los servicios secretos de la Abwehr se las ingeniaron para transmitir a Alemania el aviso de la invasión, mediante esas emisiones.
Y en Loaeza:
Existen dos conjeturas de estos hechos fundamentales para entender aún mejor lo que sucedió el Día-D. Una, que los aliados, acostumbrados a lanzar comunicados a la Resistencia mediante emisiones de la BBC de Londres, comunicaron con los versos del poeta francés Paul Verlaine de 1886 la inminencia de la invasión, y otra, que los servicios secretos de la Abwehr se las ingeniaron para transmitir a Alemania el aviso de la invasión.
Y así sucesivamente. Y, bueno, como es inverosímil que haya recaído a una semana de que escribió que bajo ninguna circunstancia se debe plagiar (del latín plagiarius), habrá que concluir que en esta ocasión el ataque fue, solamente, de amnesia.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.