El poeta Edgar Allan Poe vagaba borracho por Baltimore. Era día de elecciones locales y los partidarios de un candidato se apoderaban de los vagabundos, los mendigos y los borrachos y los llevaban por todas las casillas de votación para que llenaran y firmaran papeletas y las depositaran en las urnas. Así, Poe votó innumerables veces por un hombre que no conocía y que seguramente lo hubiera expulsado de aquel condado por malas costumbres.
Cinco días después, Poe moría tras una agonía delirante en el hospital público de la ciudad. Acaso el candidato por el que votó repetidamente salió electo gracias al apoyo de las muchas papeletas de Poe. Lo que no habrá llegado a saber es que esa vez, además del escritor, votaron sus fantasmas, los Poes que había en él y que siempre deseaba ahogar en el alcohol.
[De José de la Colina: Traer a cuento,
ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2004]
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.