El señor Ernesto Cardenal pasó por México hace días para presentar al público su abundante Poesía completa. Más que de poesía, lo que el señor Cardenal quiso fue hablar de la situación política de Nicaragua, su patria, cuya perpetua presidencia ostentan los revolucionarios Daniel Ortega y Rosario Murillo.
El señor Cardenal se declaró, de entrada, “un perseguido político” y proclamó la necesidad de comunicar al mundo “la realidad de lo que está pasando en Nicaragua”:
Se tiene que conocer que hay una dictadura familiar de Ortega, su mujer y sus hijos. En Nicaragua se dice que es ella la que manda. No se dice la pareja Ortega-Murillo, sino Murillo-Ortega. Estamos sometidos a la primera dama. Ortega tiene bajo su control los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como las diversas fiscalías. No hace falta detallar más, sería peligroso para mí.
No obstante, el señor Cardenal agregó el detalle de que en Nicaragua “se viven momentos de nazismo” y la radio y la televisión “están generando una serie de calumnias contra los que se han atrevido a denunciarlo o nos oponemos a su gobierno”.
Esto empeora si se recuerda que el matrimonio Murillo-Ortega es muy antiimperialista y muy amigo de otros revolucionarios como Hugo Chávez, Fidel Castro, Mahmoud Ahmadinejad, el (parcialmente revolucionario) Vladimir Putin y el no por difunto menos revolucionario Manuel “Tirofijo” Marulanda. O si se recuerda que Ernesto Cardenal es sacerdote de la iglesia católica, por la que de un tiempo para acá manifiesta intensa devoción el matrimonio Ortega-Murillo. En efecto, la primera revolucionaria dama –que además es vocera oficial del gobierno, miembro del gabinete presidencial (encargada del Consejo de la Comunicación y la Ciudadanía) y presidenta de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura— suele regalar “rosarios benditos” en los mítines sandinistas.
Y empeora más aún si se recuerda que la señora Murillo es también poeta, como lo muestra su sentida recopilación Amar es combatir (1982, título sutilmente pasado por las armas). Combate que, desde luego, no alude al que libró su hija Zoilamérica contra el amor de su padrastro, el comandante Ortega, a quien Zoilamérica acusó de haberla victimado sexualmente durante veinte años (historia que narró Mario Vargas Llosa aquí). Huelga señalar que este abuso sexual ya ha sido denunciado como un complot de Washington para “desestabilizar a Nicaragua”. Y que, sí, ya hubo quien sugirió que la responsible era la señorita Zoilamérica que, a sus once años, ya andaba provocando a su padrastro.
Veamos ahora una bonita muestra de la poesía que escribe la primera dama Murillo de Ortega. Se trata de su poema “Reconciliación”, que ha sido lanzado como el nuevo himno de la revolución sandinista. Un himno tan hermoso que fue plagiado retroactivamente por John Lennon. Escúchelo y véalo aquí.
Para terminar, me entero de que a Sergio Ramírez, otro antiguo sandinista escritor, la parejita Murillo-Ortega acaba de impedirle -por medio de su Instituto Nicaragüense de Cutura- redactar el prólogo a una antología de Carlos Martínez Rivas que iba a publicar El País (el gobierno de Nicaragüa es el propietario de los derechos y condicionó el permiso a que no apareciese el texto de Ramírez). Entrevistado en Guadalajara, Ramírez declaró:
Este es un acto de venganza política. Se trata de un texto literario, sobre un poeta extraordinario que fue mi amigo. Y, aunque se hubiera tratado de un escrito político, que no lo es, tampoco tendrían ningún derecho a censurarlo… Fue una prohibición del matrimonio Ortega, ejecutado por burócratas del Instituto de Cultura… Lo que hay en Nicaragua es un estado de absoluta indefensión.
El País optó por cancelar el proyecto. No importa. Rosario Murillo y su poesía estarán ahí para siempre.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.