Cuenta Octavio Paz que cuando regresó a México en 1953, tras nueve años de ausencia, encontró dos refugios. Uno de ellos fue La Revista de la Universidad, que entonces dirigía Jaime García Terrés. La relación entre los poetas dio como fruto una amistad perdurable, pero también una serie de obras que alumbraron nuestra cultura. José Emilio Pacheco recordó alguna vez cómo, gracias a ellos, hoy podemos hablar de una “escuela mexicana de traducción”. También fueron importantes otros proyectos que juntos realizaron, como el de Poesía en Voz Alta, que a iniciativa de García Terrés y con la valiosa intervención de Paz, inició en 1956. Aunque Paz permaneció poco tiempo en México, bien desde Nueva York o desde París continuó colaborando con su amigo.
La carta que aquí publicamos, con autorización del FCE, forma parte de la correspondencia que esa casa editorial pondrá en circulación próximamente. En ella volvemos a leer al Paz que se nos ha revelado en todos sus intercambios epistolares: el hombre preocupado por establecer puentes entre la tradición literaria y artística mexicana –o hispanoamericana– con el resto del mundo. El contexto en el que se desarrolla tiene como centro el fallo del Prix International des Éditeurs, que se otorgaba a escritores con una trayectoria importante, y que fue alentado –junto con el Premio Formentor, a obra inédita– desde Seix Barral por Carlos Barral, a cuya iniciativa se sumaron otras importantes editoriales (Einaudi, Gallimard, Rowohlt Verlag, entre otras) y el Hotel Formentor, sede de la premiación. Más tarde, Francisco Franco condenaría estos premios, que tuvieron que dejar Mallorca por la isla de Corfú.
En la primera emisión, celebrada en 1961, participó un jurado notable: Moravia, Butor, Caillois, Queneau, Cela, Calvino y Octavio Paz, entre otros. Como sabemos, el Prix International le fue concedido a Jorge Luis Borges y a Samuel Beckett (el Formentor lo obtuvo Juan García Hortelano). Lo que quizá no sea tan conocido son las candidaturas que Paz presentó (Borges, Carpentier y Rulfo) y que ponen en entredicho la versión de que el poeta ninguneaba al autor de Pedro Páramo o no consideraba a Borges un escritor tan importante. El jurado se reunió a partir del 1 de mayo en el Formentor; según cuentan crónicas de la época, sesionó varias veces. La decisión fue muy reñida, y después de varias votaciones no se logró deshacer el empate entre Borges y Beckett. La crónica de Paz a García Terrés nos deja ver algunos pormenores de aquella elección. ~
– Malva Flores
Embajada de México
París
[París, a 23 de mayo de 1961.]
Querido Jaime:
A mi regreso encuentro, con otros papeles de menor valía, tus poemas. ¡Gracias! Ya los había leído en Mito. Escogí dos para un número (¡otro número!) de literatura hispanoamericana que prepara Nadeau. Estos nuevos poemas tuyos me parecen más libres y sueltos, más osados, que los anteriores. No me atrevería a decir que son mejores; simplemente: me gustan más. Están vivos. ¿Cuándo publicas un nuevo libro?
Sobre mi viaje a Estados Unidos y a Mallorca (en realidad no estuve en España, propiamente dicha; mi trayecto fue: París-Palma-París) habría mucho que hablar. Tanto, que prefiero callar. Solo te diré que los primeros sorprendidos por el triunfo de Borges fueron los amigos españoles. Por común acuerdo a mí me tocó, en nombre del grupo de lengua española, proponer a los escritores hispanoamericanos (Cela y Castellet lo habían hecho por los españoles). Me limité a citar tres nombres: Borges, Carpentier y Rulfo. Los tres obtuvieron votos en las innumerables votaciones preliminares. Rulfo obtuvo votos norteamericanos (era uno de los candidatos de Donald Allen), alemanes y el nuestro. Ojalá que Rulfo continuase escribiendo. Su obra es vista con gran interés en muchos sitios y por la gente mejor. La victoria de Borges se debe, en buena parte, a los franceses (Caillois y [Butor] sobre todo) y a los italianos (Moravia –que hizo una pequeña y exuberante intervención–, Vittorini y Calvino). Yo presenté a Borges a la consideración del jurado. Caillois y Moravia “apoyaron” (¡qué lenguaje de político o de diputado!) mi sugestión. Al final, la votación se empató (y de ahí la división del premio entre Beckett y Borges): tres votos (Estados Unidos, Inglaterra y Alemania) por Beckett; tres votos (Francia, Italia, España-Hispanoamérica) por Borges. Para mí (aparte de la vanidad de los premios literarios) la importancia de todo esto reside en que los españoles* quizá empezarán a descubrir la existencia de la literatura hispanoamericana. Los únicos tres nombres hispánicos mencionados fueron latinoamericanos: Borges, Carpentier y Rulfo.
Encontré que en España (hasta donde pude darme cuenta) ignoran casi totalmente la literatura hispanoamericana. La culpa es de ellos (sería ridículo atribuirlo a la censura) primordialmente. Sin embargo, nosotros también tenemos cierta responsabilidad. Sería bueno que enviases La Revista de la Universidad a Papeles de Son Armadans, Ínsula y otras publicaciones independientes. La atmósfera de España (de nuevo: mi experiencia fue limitadísima, en tiempo y espacio) me pareció, a pesar de la Iglesia, Franco y Felipe II, a pesar también del carácter difícil, abrupto, de los españoles, bastante más civilizada y viva de lo que me imaginaba. Cuesta trabajo admitirlo pero el tono de la vida intelectual es superior al de México. Entre nosotros hay personalidades aisladas y entre una y otra abismos, desiertos y despeñaderos. En España subsiste una tradición. Hay revistas (algunas son muy decorosas: Papeles e Ínsula), lectores, y cierto sentido de la dignidad del oficio literario. Los españoles actuales escriben mal, en general, pero no como nuestros bárbaros periodistas y muchos de nuestros llamados “escritores”. Lo más interesante, en el trato diario, es su actitud frente a Hispanoamérica. No me juzgues demasiado benévolo pero en parte los justifico: ¡llega cada ejemplar de poeta de Buenos Aires, México o Bogotá! En fin: no creo que tengamos mucho que aprender de la literatura española contemporánea (más bien es lo contrario: son ellos los que deberían leer con más atención a nuestros poetas y novelistas; somos más modernos, estamos más vivos, somos más originales y universales) pero sí deberíamos hacer un esfuerzo por llegar a ellos. Nos aguarda un público que, a pesar de la dictadura y el clericalismo, es más culto, sensible y generoso que los nuestros. El español es cerrado pero no obtuso; y si es envidioso (ya lo decía Cervantes) también es generoso como pocos… Y ya no sigo. Solo agregaré: me enamoré (ya lo estaba: lo he estado siempre) del pueblo español, de las piedras, el mar y el sol de ese país terrible.
En Estados Unidos (me limitaré al tema literario y no hablaré de política: nunca acabaría) encontré también un gran interés, entre los poetas jóvenes de Nueva York (Levertov, O’Hara, Ginsberg, etc.) por México y, en general, por Latinoamérica. Conocen (mal, pero no es culpa de ellos) a nuestros poetas. En cambio, en las universidades los Departamentos de Español no hacen nada en favor de la nueva literatura hispanoamericana. Es una vergüenza. (Aquí la diferencia con los españoles es significativa. Los profesores españoles están al tanto de lo que pasa en España.) Habría que hacer algo para remediar esta situación.
Te envío una “presentación” de Pedro Coronel. Recibirás el catálogo en breve. Su exposición se inaugura el 1 de junio, en una nueva galería de un amigo mío: Jean Hugues (al mismo tiempo que, en la misma galería, se exhibe la nueva obra de Picasso: los grabados para una oda de Píndaro). Si te interesa, puedes publicarla en La Revista de la Universidad. Coronel te enviará las fotos. Y en el suplemento podrían quizá hablar de la exposición de Pedro. Te enviaremos más datos.
Mis proyectos: tengo entendido que el doctor Chávez estará en París el mes que viene. Creo que tendré la oportunidad de hablar con él.
Saludos a Celia. Y para ti, un abrazo.
Reanudaré Corriente alterna en breve.
¿Tienes noticias de Cernuda? ¿Sigue en el Colegio de México? ¿Cuál es su situación? Por favor, aunque no contestes al resto de esta carta, no olvides responder a estas preguntas. Gracias. ~
*Los españoles y los latinoamericanos. (Nota de Octavio Paz.)