“Querido Homero…”

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En la va parte de su diรกlogo sobre La Repรบblica,1 Platรณn argumenta su famosa "Querella entre la filosofรญa y la poesรญa". Y la resuelve —como se sabe— a favor de los filรณsofos, entendiendo por tales los hombres racionales y virtuosos, capaces de calcular en tรฉrminos del interรฉs general (hoy llamarรญamos polรญticos ideales a estos seres ideales). Luego de criticar la distancia que separa el arte de la realidad, diciendo que "la poesรญa y los poetas son terceros en la sucesiรณn al trono de la Verdad"2 —o sea, que el arte es sรณlo una imagen de la naturaleza, que a su vez es sรณlo una imagen de la idea—, Platรณn pasa a atacar el rol de la poesรญa y del arte juzgรกndolos nocivos para la educaciรณn, la polรญtica y, en general, los asuntos pรบblicos.
     Para remachar sus argumentos, Platรณn pone en el banquillo nada menos que al mayor poeta de la antigรผedad, Homero. Y le encarga a Sรณcrates formularle una pregunta de la cual dependerรก el juicio de generaciones sobre el rol de la poesรญa en los asuntos pรบblicos: "Querido Homero —lo interroga Platรณn, por boca de Sรณcrates (esta familiaridad entre gigantes es deliciosa)—, querido Homero, quisiรฉramos preguntarte, hemos definido al artista como uno que produce imรกgenes a una triple distancia de la realidad. Si fuera efectivo que tu conocimiento de la excelencia humana es tal que pudiera elevarte al segundo rango, y si fuera cierto que tรบ pudieras realmente decir cuรกles conductas harรญan superiores a los hombres, ya sea como individuos o como ciudadanos, ¿podrรญas nombrar un paรญs cualquiera que haya sido mejor gobernado gracias a tus esfuerzos?"3
     El pobre Homero no respondiรณ. No sรณlo porque llevaba muerto unos quinientos aรฑos, sino porque vio claramente que la pregunta era capciosa, que en ese juicio imaginario se habรญa pasado sentencia en su contra mucho antes, y que su suerte estaba echada.
     En efecto, Platรณn sรณlo esperaba ese silencio para confirmar el decreto de expulsiรณn del poeta de la repรบblica, que ya habรญa formulado antes en su tratado. Asรญ reza la condena platรณnica: Si aparece en nuestra ciudad un poeta, "nos inclinaremos ante un ser dotado de tan milagrosas capacidades para dar placer; pero le diremos que no podemos permitirnos admitir tal clase de persona en nuestra comunidad; lo coronaremos con una vincha de lana; untaremos su frente con mirra; y lo conduciremos a las fronteras de algรบn otro paรญs."4
     El objetivo de estos comentarios es esbozar una posible respuesta a la pregunta retรณrica que Sรณcrates formulรณ hace 2.300 aรฑos a la poesรญa. Para hacerlo, partirรฉ por recordar sumariamente las objeciones platรณnicas a la intromisiรณn de la poesรญa y el arte en los asuntos pรบblicos.
     Enseguida, demostrarรฉ que Platรณn tenรญa y sigue teniendo —en sus propios tรฉrminos— toda la razรณn, si nos atenemos a la obra de unos cuantos novelistas.
     Y luego imaginarรฉ una posible respuesta de Homero basada en una interpretaciรณn diferente de las objeciones de su acusador. Al hacerlo, sugerirรฉ que la imaginaciรณn poรฉtica no es tan extranjera al pensamiento cientรญfico como se piensa; y ademรกs, que tanto ella como la emociรณn —integradas a la razรณn— podrรญan contribuir a la racionalidad pรบblica.
      
     La pregunta de Platรณn, o la brecha
     Desde que Platรณn expulsa al poeta de su Repรบblica, por no responderle su preguntita, sospechamos que entre la literatura y el arte, por un lado, y la racionalidad polรญtica, por el otro, hay una brecha. ¿De quรฉ ancho y fondo?, imagino que se preguntarรญa un ingeniero social. Platรณn mide esa brecha poniendo tres objeciones.
     La primera consiste en que el arte es imagen de una imagen. O sea que el arte emplea un recurso prohibido, o al menos dudoso, para la racionalidad polรญtica: la "imaginaciรณn". Esta objeciรณn es de una crudeza epistemolรณgica divertida, pero lo que en realidad me gusta de ella es que Platรณn no se anda con eufemismos al seรฑalar la profundidad de la brecha: los poetas —en su pretensiรณn ancestral de imaginar "lo otro"— hablan de lo que no saben. Homero se mete en los asuntos de Estado, en la conducciรณn de la guerra y en la voluntad de los dioses sin ser ningรบn estadista, ni un guerrero, ni un teรณlogo o filรณsofo. (De pasada, esta objeciรณn pone en entredicho la piedra angular del mito poรฉtico, la capacidad visionaria de la inspiraciรณn.)
     La segunda objeciรณn platรณnica al arte es que el poeta habla desde las emociones. Ademรกs de que la emociรณn ocupa un lugar estructuralmente inferior en el sistema del alma platรณnica, la emotividad en el arte implica dos fallas graves. Primero, distorsiona la razรณn del espectador, principalmente porque al invitarnos a experimentar miedo, pena, amor, etcรฉtera, hace lo contrario de aquello que la razรณn analรญtica debe hacer para ser objetiva, que es distanciarnos de esas emociones. Y segundo, el arte corrompe la virtud, pues presenta al hombre como un ser dรฉbil, sujeto de sus pasiones, en tanto que el hombre virtuoso es quien las domina, como Sรณcrates, que no siente miedo, ni siquiera amor hacia la propia vida, cuando bebe dignamente la cicuta.
     Por el contrario, en el arte, en la Orestรญada de Esquilo —por ejemplo— todo es exageraciรณn emocional y desequilibrio pasional. Clitemnestra le pone los cuernos al ingenuo de Agamenรณn y luego lo asesina; Orestes no puede sino vengar a su padre, asesinando a su madre; y luego, perseguido por las furias del remordimiento, se come un dedo…
     Finalmente, el cargo mรกs grave contra la poesรญa, formulado en el capรญtulo IX de La Repรบblica, dedicado a la censura literaria, es que el poeta "falsea la naturaleza de los dioses y de los hรฉroes".5 Es decir, el poeta calumnia a lo divino, y duda de la grandeza de lo humano. "La naturaleza es buena y debe ser representada de ese modo."6 Y en cuanto al mรกs allรก: "Los poetas deben ser instruidos para que hablen bien del otro mundo".7
     Despuรฉs de estas tres demoledoras objeciones, Platรณn concluye por donde habรญa empezado: "hay una larga y antigua querella entre poesรญa y filosofรญa, hay muchas pruebas de ello…",8 dice. Y a continuaciรณn transcribe algunas enigmรกticas lรญneas de textos donde poetas insolentes habrรญan atacado a la filosofรญa y al pensamiento racional. Graciosamente, el profesor Cornford, en la ediciรณn Oxford comentada que vengo siguiendo, informa al lector que todas esas citas corresponden a obras que se han perdido, y cuyos autores se ignoran.
     Como se comprenderรก, esa fue una tentaciรณn demasiado fuerte para un novelista. Por divertirme, y al azar de mi memoria, me puse a completar la lista platรณnica perdida con un par de ejemplos de obras literarias modernas que demuestran que Platรณn tenรญa, y sigue teniendo, toda la razรณn del mundo. Los escritores empleamos una imaginaciรณn arbitraria; estimulamos e incluso preferimos la emociรณn a la razรณn; y sรญ, insultamos a los dioses mรกs caros a cada รฉpoca.
     Recordรฉ, por ejemplo, La montaรฑa mรกgica. Como sabemos, en ella el joven ingeniero naval Hans Castorp, modelo de sana inteligencia pragmรกtica, sube a una montaรฑa para visitar a un amigo enfermo de tuberculosis, y poco a poco la enfermedad lo va seduciendo y reteniendo en el sanatorio. Contra el telรณn de fondo de la discusiรณn intelectual entre dos pacientes, Naphta y Settembrini, el jesuita y el librepensador, Hans Castorp escoge la enfermedad como finura y goce del espรญritu. Leyendo a Mann no se puede sino exclamar: ¡cuรกn acertado estaba Platรณn! Esa crรญtica implรญcita a la normalidad, ese desdรฉn de la salud, esa exaltaciรณn de lo morboso, no pueden menos que resultar perturbadores, o francamente delictuosos, para un espรญritu cientรญfico. Toda polรญtica nacional de salud pรบblica podrรญa quedar en entredicho si admitiรฉramos seriamente a este enfermo que no sรณlo prefiere y goza el bacilo, sino que crece y se refina y se humaniza con la enfermedad.
     Otro ejemplo ilustre de irresponsabilidad literaria lo encontramos en Guerra y Paz de Leรณn Tolstoi. Para รฉl, en esa novela, los lรญderes no lideran nada. Ni Napoleรณn ni el zar Alejandro saben lo que hacen. Creen que conducen una guerra, pero apenas agregan confusiรณn a la deriva ininteligible de los hechos. El mariscal Kutuzov, viejo, medio ciego, sentimental, es el mรกs sabio, pero no porque sepa lo que hace, al contrario, porque no trata de influir, sino mรกs bien —cรณmo lo dijรฉramos— de no estorbar, en lo que debe ocurrir. No tengo la menor intenciรณn de defender la tesis histรณrica de Tolstoi, aunque mi corazรณn de escritor late con ella (por otra parte, el brillante anรกlisis que le dedicรณ Isaiah Berlin me releva de insistir en su importancia). Lo que acรก interesa proponer es que la actitud del Tolstoi artista le da plenamente la razรณn a Platรณn. El poeta difama a los hรฉroes y a los dioses: no sรณlo el hombre no es dueรฑo de su destino, ni siquiera los conductores de hombres conducen algo, y el azar se nos presenta como necesidad. Tolstoi blasfema contra la voluntad racional de influir en la historia humana de un modo decisivo. Si "el rey es esclavo de la historia", como dice el narrador en esta novela, ¿quรฉ quedarรก para nuestros polรญticos democrรกticos?
     Asรญ, las dos obras maestras anteriores podrรญan ser agregadas a la lista de ofensas de la poesรญa contra la filosofรญa. Mann imagina lo que un ministro de Salud no podrรญa aceptar: que pudiera ser "mรกs humano" estar enfermo. Y Tolstoi "calumnia" a los hรฉroes y los dioses mostrรกndolos impotentes por igual.
     Antes de pasar a la posible respuesta de Homero a estas objeciones, quisiera salirle al paso a dos inquietudes posibles. Esa desconfianza platรณnica hacia el arte, ¿no serรก un prejuicio arcaico que nosotros, la รฉlite culta y posmoderna, por supuesto no compartimos? Creo que basta observar la reacciรณn comรบn del polรญtico contemporรกneo y sus ministros ante el arte, esa mezcla de superficialidad confianzuda y atemorizado desdรฉn, para darse cuenta de que la relaciรณn entre polรญtica, ciencia y razรณn, por un lado, y poesรญa, arte e imaginaciรณn, por el otro, no ha cambiado tanto desde que Platรณn describiera esta querella. Para decirlo con Perogrullo, el arte sigue siendo inofensivo hasta que ofende nuestras creencias o axiomas. Hasta que decidimos tomarla en serio, o hasta que juega con nuestros asuntos mรกs serios.
     La otra objeciรณn la llamarรฉ —licencia poรฉtica— el gambito del Estagirita. En efecto, conforme a la mรกs pura dialรฉctica, despuรฉs del ataque de los poetas a la filosofรญa y de la respuesta de la filosofรญa con el exilio de los poetas, Aristรณteles formula esa conocida sรญntesis que debiera dejarnos a todos contentos. Recordรฉmosla: nada de expulsar al poeta, pero nada tampoco de reconocerle algรบn papel orientador del orden social. En cambio, el Estagirita admite el desorden del arte en el orden de la repรบblica —de ahรญ el gambito— asignรกndole una funciรณn. El arte y la poesรญa, como bien sabemos, sirven a la sociedad mediante la catarsis que provocan sus obras. Hasta la tragedia —la mรกs peligrosa de las formas poรฉticas— se transforma asรญ en una especie de purificaciรณn individual y colectiva, donde vivimos imaginaria, vicariamente, aquellos impulsos e ideas prohibidos o nocivos que serรญa demasiado peligroso practicar o admitir en el espacio de la razรณn y la acciรณn. Mi incomodidad con ese bienintencionado gambito aristotรฉlico siempre la ha agravado el hecho de que la palabra "catarsis", en griego, significa literalmente "purgaciรณn". Con lo que los artistas y los poetas venimos a ser algo asรญ como un purgante social.
     A pesar de ello, las breves ideas que expondrรฉ a continuaciรณn me temo que constituyen una versiรณn bastante modificada, pero que aรบn participa en mucho, de esa nociรณn aristotรฉlica.

La respuesta de Homero, o un puente sobre la brecha
     "Querido Homero, ¿podrรญas nombrar un paรญs cualquiera que haya sido mejor gobernado gracias a tus esfuerzos?"…
     ¿Quรฉ puede responder el pobre Homero? Antes que nada, advierto que la respuesta que imaginarรฉ implica una paradoja inquietante. Una que quizรกs envuelve una traiciรณn a Homero: los poetas no estรกn obligados a dar respuestas. Su privilegio ancestral es el de hacer preguntas incรณmodas u oscuras, no andar resolviรฉndolas. Me parece que el oscuro Hรถlderlin percibe esto cuando dice: "El hombre es un dios cuando sueรฑa, y un mendigo cuando reflexiona". De modo que todo lo que Homero reflexione, ademรกs de apรณcrifo, debe entenderse como menos significativo que sus evasivas de siglos ante la pregunta de Platรณn, o sus enigmรกticos sueรฑos, o sus ofensivas sinrazones.
     A pesar de ello, podemos consignar dos aspectos en los cuales se vislumbra un posible puente sobre la brecha que Platรณn vio entre poetas y filรณsofos. Dos maneras de poetizar la polรญtica.
     En primer lugar, la imaginaciรณn poรฉtica, esa capacidad de intuir una imagen de la verdad, sin conocerla, podrรญa no ser tan ajena al mรฉtodo cientรญfico como suele creerse. En su Lรณgica del descubrimiento cientรญfico,9 Karl Popper seรฑala que, en la etapa crucial de la construcciรณn de hipรณtesis cientรญficas, y sobre todo en la creaciรณn de aquellas hipรณtesis mรกs fructรญferas (o falsificables), la mente no se comporta como una obediente amanuense de la evidencia empรญrica, sino que, saltรกndose el proceso inductivo, intuye la hipรณtesis, mediante un acto que envuelve, casi, un arrebato poรฉtico. Es decir, al menos en esta etapa crucial, el cientรญfico tambiรฉn mantiene tratos con esa loca de la casa que es la imaginaciรณn.
     Esa salida del riguroso camino de la inducciรณn, tomandopor el atajo de la "intuiciรณn creativa", suena muy familiar a la imaginaciรณn poรฉtica. Hay un momento en la creaciรณn literaria cuando las palabras, y no las ideas, guรญan la mano. Algo en el sonido y en la imagen de una palabra se asocia espontรกneamente con el sonido y la imagen de otra, y entonces mandamos al diablo el plan, la hipรณtesis previa es abandonada, como una seรฑora aburrida, y nos escapamos por la ventana con esa loca intuitiva. Cedรกmosle la palabra no a un poeta irresponsable sino a un cientรญfico inobjetable, a Einstein: "Los conceptos fรญsicos son invenciones libres del espรญritu humano, y no son, contra lo que pueda parecer, determinados รบnicamente por el mundo externo."10 O bien, esta otra idea einsteniana citada por el mismo Popper, en abono de su tesis: "La bรบsqueda de esas leyes altamente universales […] mediante las cuales una imagen del mundo puede obtenerse por pura deducciรณn. No hay un sendero lรณgico que conduzca a tales leyes, ellas sรณlo pueden alcanzarse por intuiciรณn, basada en algo como un 'amor intelectual' hacia los objetos de la experiencia".11
     "Invenciones libres", "un amor intelectual". Si esto no es poesรญa… Con todo, no dejo de ver que esta posible similitud entre el procedimiento poรฉtico y el cientรญfico, en caso de ser vรกlida, acaba precisamente en la hipรณtesis. Allรญ donde el cientรญfico empieza el arduo proceso de la experimentaciรณn y verificaciรณn empรญrica, allรญ mismo es donde el poeta se echa de cara al sol a disfrutar de la verdad instantรกnea de su imagen. Pero esta objeciรณn no basta para negar que la lectura de poesรญa y prosa literaria podrรญa estimular mรกs que un poco esos arrebatos intuitivos que, tambiรฉn en la mente cientรญfica y filosรณfica, parecen estar conectados a las mรกs fructรญferas hipรณtesis.
     Tenemos, entonces, una tabla de ese posible puente sobre la brecha entre poesรญa y filosofรญa. Un aspecto de la posible respuesta de Homero a la pregunta capciosa de Platรณn.
     La otra tabla responde a la segunda objeciรณn platรณnica: la emociรณn que el artista emplea como recurso expresivo y que el poeta estimula en los espectadores o lectores. Pero es que —podrรญa responderse— esta emociรณn no sรณlo distorsiona la razรณn. Tambiรฉn podrรญamos decir que la emociรณn producida por la obra literaria, al hacernos experimentar sentimientos muy vรญvidamente, pero a distancia, ya que no son nuestros, estimula y motiva a la razรณn a imaginar la experiencia de lo ajeno. Y de ese modo, una emociรณn razonada (si se me permite el oximoron) podrรญa ser una herramienta รบtil en el diseรฑo y gestiรณn de los asuntos pรบblicos.
     Martha Nussbaum, en su ensayo "Justicia poรฉtica",12 que trata precisamente de una posible contribuciรณn de la imaginaciรณn literaria a la vida pรบblica, desarrolla esa idea. Parte de su argumento es que un mecanismo bรกsico de lectura literaria, como la identificaciรณn (o sea, la capacidad de vivir imaginariamente experiencias ajenas), puede contribuir a una descripciรณn mรกs compleja y justa de problemas pรบblicos que, a menudo, porque se juzga parcial particularizarlos, se tratan de un modo tan genรฉrico que nadie puede reconocerse ni en la descripciรณn del problema, ni en las soluciones propuestas. Por su parte, esa suerte de compasiรณn distanciada que la poesรญa y la novela estimulan en sus lectores podrรญa ser relevante en la toma de decisiones complejas, y enriquecer de ese modo las perspectivas mรกs crudamente utilitaristas del costo-beneficio.
     Por ejemplo, los estudios econรณmico-estadรญsticos sobre felicidad comparativa entre paรญses —tan de moda hoy en dรญa— podrรญan enriquecerse, tanto en su diseรฑo como en su interpretaciรณn, con la lectura atenta de Mann, cuando valoriza la enfermedad. ¿Cรณmo pudiรฉramos hacer mรกs complejo el paradigma econรณmico de bienestar o el de felicidad individual para abarcar estas difรญciles nociones? La entera discusiรณn acerca de los roles de liderazgo y conducciรณn social podrรญa beneficiarse de la corrosiva "experiencia imaginaria" que propone al lector Guerra y Paz. Invitar a nuestros lรญderes a perderse con Pรซtr Bezujov en la batalla de Borodino —batalla que nadie dirige, que nadie puede explicar, y que nadie sabe siquiera dรณnde estรก ocurriendo exactamente—, podrรญa ser una experiencia imaginaria de benรฉfica humildad para quienes aspiran a guiarnos en las guerras y las batallas de los asuntos pรบblicos.
     Proponer un lugar para la imaginaciรณn y la emociรณn literarias en la vida pรบblica no implica sugerir que se reemplace el pensamiento cientรญfico y filosรณfico por el poรฉtico. Sino que seรฑala dรณnde podrรญa haber oportunidades para un rol fecundo del arte en la cosa pรบblica, que salve la disyuntiva usual y simplista de Platรณn, la que entiende como provocaciรณn toda poesรญa que no sea pura ornamentaciรณn.
     Alguien reprocharรก que esto implica un presente griego, y una asimetrรญa: introducir el caballo de la imaginaciรณn poรฉtica en la ciudadela de la razรณn pรบblica tiende a poetizar la filosofรญa, y no a la inversa. Asรญ es, y aventuro una justificaciรณn. Platรณn estaba en lo cierto, no se puede confiar en los poetas cuando se trata de decidir la guerra o manejar la hacienda pรบblica. Pero otro tanto se puede decir de ciertos economistas distraรญdos que conozco. Quiero decir que los filรณsofos, y especialmente los cientรญficos sociales, tampoco son enteramente de este mundo. Tambiรฉn ellos pueden ser expulsados de la repรบblica. O algo peor. Platรณn lamenta que su sueรฑo nunca serรก realidad. Que cuanto mรกs perfecta sueรฑa a su sociedad mรกs se aleja su posibilidad: los filรณsofos nunca serรกn reyes, suspira.
     Un efecto indirecto de que los filรณsofos no lleguen a reyes serรก que los poetas no sean expulsados de la comunidad ideal. Pero si de todos modos quiere ser rey, la intuiciรณn nos dice que el filรณsofo pรบblico —el polรญtico ideal contemporรกneo— harรญa bien en ser ademรกs un poco poeta.
     Terminemos, entonces, recordando una รบltima vez la pregunta de Platรณn, y sintetizando, por fin, la posible respuesta de Homero.
     "Querido Homero, ¿podrรญas nombrar un paรญs cualquiera que haya sido mejor gobernado gracias a tus esfuerzos?"…
     No, Platรณn —responderรญa quizรกs Homero-, no puedo indicarte un paรญs tan ideal. Pero lo que sรญ podrรญa, acaso, es imaginar una sociedad mรกs humana —por compleja— que aquella que tรบ imaginaste en tu repรบblica ideal. Una sociedad donde los poetas y la poesรญa sean escuchados y leรญdos, junto a los filรณsofos y polรญticos, al momento de estudiar y decidir nuestros destinos pรบblicos. –

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Es escritor. Si te vieras con mis ojos (Alfaguara, 2016), la novela con la que obtuvo el premio Mario Vargas Llosa, es su libro mรกs reciente.


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