¿Rumbo al narco-Estado?

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En México ha calado hondo el reporte del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, cerebro de planeación estratégica del ejército estadounidense, sobre los desafíos de seguridad que podría enfrentar Estados Unidos en los próximos años. Como es su costumbre, el grupo que elabora el informe no se anduvo por las ramas. Ya en 2007, el Comando Conjunto había advertido, por ejemplo, que una de las mayores amenazas que encaraba Estados Unidos era la posibilidad de una crisis financiera de enormes proporciones. El año pasado, México mereció sólo un par de menciones en el reporte. La más notable señalaba el poder creciente de los cárteles de la droga: “Estas organizaciones pueden estar creando narcoestados en algunas entidades de México, en Afganistán y en Haití”. Un año después, México parece ser ya un candidato al colapso. En el informe de 2008, el Comando Conjunto advierte que nuestro país vive amenazado: “El gobierno, sus políticos, la policía y la infraestructura judicial están, todos, bajo asalto y presionados de manera sostenida por bandas criminales y cárteles de la droga”. Esta tormenta perfecta de factores de riesgo podría convertir a México en una posibilidad de “colapso repentino”. Lo que más sacudió a la opinión pública mexicana fue la última línea del diagnóstico: “Cualquier descenso de México al caos demandará una respuesta estadounidense basada únicamente en las serias implicaciones para la seguridad de la patria (Estados Unidos)”. La conclusión del reporte de las fuerzas armadas es contundente: México podría convertirse en un Estado fallido.

El remate del informe no debe haberle gustado nada a Felipe Calderón. Aun así, sospecho que, en su fuero interno, el Presidente de México no pudo más que estar de acuerdo. Calderón ya ha explicado cómo, al llegar al poder, descubrió los verdaderos alcances del crimen organizado en distintas regiones del territorio nacional. Lo que el mandatario ha descrito una y otra vez es, en efecto, un Estado paralelo: un México gobernado por las reglas del narco dentro del México gobernado por las leyes del Estado. Si Calderón comenzó la lucha contra el narcotráfico es porque temía que la viabilidad del proyecto mexicano de nación fuera afectada; justamente la advertencia que, sin pelos en la lengua, ha hecho ahora el ejército estadounidense.

El viernes pasado tuve una plática con el contraalmirante John Richardson, director del Comando Conjunto. Lo primero que me sorprendió fue su disposición para la entrevista. Su vocera me explicó que, tras el escándalo desatado en los medios de comunicación, después de darse a conocer el informe el contraalmirante quería aclarar una serie de malos entendidos. Lo primero que Richardson me explicó es que, con el reporte, el Comando Conjunto no pretende hacerle al profeta: “No es un estudio predictivo. Es muy difícil hacer pronósticos. Lo que sí discute son las tendencias que podrían requerir la consideración y la futura operación del Comando Conjunto. Pero está claro que este informe no es una declaración de la futura política exterior estadounidense”. Richardson también aprovechó para puntualizar que no era la intención proponer a Pakistán y México como candidatos a un colapso. Pero su explicación no me resultó enteramente convincente. “Lo que el reporte dice”, me aclaró, “es que en la discusión de los desafíos que Estados Unidos puede enfrentar existen estados débiles o fallidos, los cuales podrían caer en una inestabilidad extrema. Pero es el peor escenario”. Después le pregunté si, en caso de ocurrir ese “peor escenario”, México podría convertirse en una amenaza para Estados Unidos. Ahí, Richardson fue categórico: “Ambos países están tan estrechamente relacionados que cualquier inestabilidad tendría implicaciones. Y esa es la naturaleza de nuestra preocupación”. ¿Podría esa inquietud transformarse en una intervención militar, por más breve que fuera (después de todo, le dije, el reporte habla de la necesidad de una “respuesta estadounidense” ante la hipotética inestabilidad extrema en México)? Richardson evitó responder, sobre todo, dijo, porque hacerlo no le corresponde: “El reporte no dice cómo el Comando Conjunto debería responder a amenazas y oportunidades. La naturaleza de la respuesta es algo que ambas naciones tendrían que trabajar en conjunto”.

Lo que Richardson no me dijo —porque hubiera sido un suicidio político— es a qué grado preocupa en Estados Unidos la degeneración de la estabilidad social en México. Increíblemente, apenas unas horas después de concluida mi plática con el contraalmirante apareció en la prensa una nota sobre Barry McCaffrey, antiguo zar antidrogas en Estados Unidos. La opinión de McCaffrey resulta muy similar a la del informe del Comando Conjunto. “La lucha por el poder entre los cárteles de la droga ha derivado en caos en los estados y las ciudades mexicanos a lo largo de la frontera México-EU”, dice McCaffrey. “Los riesgos con México son enormes. No nos podemos dar el lujo de tener un narco-Estado como vecino”. Sin las ataduras de la corrección política, el general retirado aprovecha para declarar que la Iniciativa Mérida es sólo “una gota en el océano” y exige que el gobierno de Barack Obama se tome en serio la cooperación con México. Esa es la realidad que tendrá que asumir el nuevo presidente de Estados Unidos a partir del martes.

– León Krauze

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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