¿Se puede domesticar el destino?

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DYLAN PARA BURGUESES

Bryan Ferry acaba de publicar Dylanesque, un disco con once canciones de Bob Dylan que suenan exactamente a lo que sonaría Bob Dylan si fuera solamente un compositor muy, muy competente: extraordinarias letras, desarrollos musicales clásicos, amores cansados. Ahora bien, no hay aquí los alaridos nasales de Dylan, sus palabras arrastradas, esa forma de cantar que es el equivalente exacto de una cara adusta. Sólo las buenas maneras de Ferry. Y eso es lo que hace que Dylanesque sea un muy buen disco, pero un Dylan para burgueses de mediana edad: es ideal para escuchar en un bar confortable, o en casa, en una butaca mullida, pero que a nadie se le ocurra considerarlo la banda sonora de una huida, como es toda la música de Dylan cuando la canta él. Para que me entiendan: cuando Dylan dice

Caminaron junto al viejo canal,

un poco confundidos, lo recuerdo bien,

y entraron en un extraño hotel con un neón refulgente.

Él sintió que el calor de la noche le golpeaba como un tren de mercancías

movido por un simple giro del destino

sabemos que la chica es pobre, el chico está nervioso, el hotel es barato y ese giro del destino probablemente será una mala broma. Cuando lo dice Ferry, con su murmullo de voz y el traje planchado, la chica parece en cambio bastante rica y guapa, el chico debe tener suerte en la vida, el hotel es bueno y el destino, sin duda, es algo que puede llegar a domesticarse.

– Ramón González Férriz

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(Barcelona, 1977) es editor de Letras Libres España.


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