1.
Durante 35 años Philip Johnson escondió un violín. En su juventud, había robado el “Ames Stradivarius” de la oficina del violinista virtuoso, Roman Totenberg. Sólo la muerte lo separó del codiciado instrumento y su ex esposa tuvo la difícil labor de regresarlo a la hija del dueño, Nina Totenberg, a través del FBI. El ladrón, un aspirante a violinista cuya carrera no despegó, nunca tuvo la intención de venderlo y más bien se dedicó a su ociosa contemplación durante todo ese tiempo, tocándolo quizá en secreto. El encanto de un Stradivarius es capaz de esclavizar y orillar a un hombre a las sombras. Los instrumentos que llevan en su interior la auténtica etiqueta que reza “Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat Anno” pertenecen usualmente a coleccionistas o son dados a los grandes virtuosos para su custodia a través de organizaciones y beneficencias.
Cremona, al norte de Italia, se convirtió en la capital del violín luego de que la corte comenzara a apreciar la música del instrumento; antes el instrumento estaba condenado a ambientar exclusivamente tabernas y plazas públicas. El primer laudero con estatus de celebridad que la ciudad regaló al mundo fue Nicolò Amati, nieto de Andrea Amati. Después de sobrevivir a la plaga y al hambre, Amati consiguió crear una pieza exquisita: el violín con la forma y dimensiones que conocemos hoy en día. Nunca sabremos si en realidad Antonio Stradivari fue discípulo de Amati, lo cierto, es que la etiqueta del primer violín del que tenemos registro, el famoso The Serdet así lo proclama: “alumnus Nicolaij Amati”, aunque algunos tienen la teoría de que fue una estrategia para ganar notoriedad. El violín, que data de 1666, hace un pequeño guiño a la leyenda de que el violín fue el instrumento que el diablo regaló a los gitanos. The Serdet fue solo el primer esbozo de lo que vendría, ya que durante su vida se calcula que Stradivari confeccionó más de mil instrumentos, de los cuales sobreviven 650.[1]
Son famosos los casos de robos y extravíos: el violín de Joshua Bell, por ejemplo, el Gibson Stradivarius, fue robado dos veces mientras que Philippe Quint dejó el suyo olvidado en un taxi de Nueva York y tuvo la suerte de reencontrarse con el instrumento gracias a la honestidad del chofer. El mote que lleva cada uno de ellos corresponde al de sus dueños previos y, si el afortunado es un gran virtuoso, puede adoptar un nuevo nombre. El Ole Bull Stradivarius recibe su nombre del violinista noruego del mismo nombre y es característico por los hermosos grabados que tiene en las costillas o partes laterales; el Viotti perteneció a Giovanni Battista Viotti el célebre virtuoso del siglo XVIII que cautivó a París en su debut y los convenció de ver las bondades del violín como un instrumento solista. Según cuenta el rumor, Viotti recibió este Stradivarius como un regalo de amor de Catalina la Grande de Rusia.
Y está “El Mesías”. Este violín es definitivamente la cumbre de todos los Stradivarius. Tocado por Pablo de Sarasate, Nathan Milstein y el Gran Yehudi Menuhin, “El Mesías” sigue en perfecto estado ya que ha sido usado pocas veces. Permaneció en el taller de Stradivari hasta su muerte y puede reconocérsele por el cordal grabado que le agregó Jean-Baptiste Vuillaume, laudero francés que adquirió el violín alrededor de 1854. Actualmente este violín se encuentra en el Ashmolean Museum, en Oxford.
“The Antonius Stradivarius” que actualmente forma parte de la colección del MET
2.
¿Qué hace que un Stradivarius suene como un Stradivarius? Los músicos que han ejecutado y tenido el privilegio de custodiar uno afirman que la calidad y el sonido es como nada que hayan escuchado antes. Sin embargo, la ciencia dice lo contrario. En un famoso estudio del 2010 que realizó Claudia Fritz, especialista en acústica, se le pidió a 21 violinistas profesionales diferenciar entre un violín nuevo y una selección de violines hechos por Antonio Stradivari y Bartolomeo Giuseppe Guarneri, otro célebre laudero. Ese estudio demostró que los violinistas, sin poder ver el violín en el que ejecutaban, fueron incapaces de reconocer la diferencia. Sobra decir que los resultados que Fritz anunció al mundo causaron controversia: fue duramente atacada por Earl Carlyss del Julliard String Quartet respecto del experimento del 2010 debido a que las pruebas se llevaron a cabo en un cuarto de hotel. “Es como comparar un Ford y un Ferrari en el estacionamiento de un Walmart” sentenció Carlyss. En junio del 2012 repitió el experimento en París, esta vez incluyendo algunos de los violines más caros del mundo, pruebas con orquesta y una audiencia: los violines viejos siguieron siendo irreconocibles de los nuevos e incluso un Stradivarius llegó a ser el menos favorito de los solistas que lo probaron.
¿Eso significa que un Stradivarius no es especial? No necesariamente. No cabe duda de que para los grandes intérpretes fue y sigue siendo uno de los mejores violines del mundo. Maestros de la talla de Milstein, Menuhin, Heifetz, Oistrakh (quien llegó a ejecutar en siete Stradivarius) y Kreisler tallaron esas cuerdas y esa predilección la heredaron a genios de hoy, tales como Itzhak Perlman, Vadim Repin y Anne-Sophie Mutter entre otros. Esto es más que una convención. Lo que el experimento de Fritz muestra es, entre otras cosas, que todavía hay espacio para perfeccionar el sonido o para crear nuevos sonidos.
El ingeniero y músico Laurent Bernadac debutó este año el 3Dvarius, el primer violín impreso en 3D capaz de generar música. Es evidente que el nombre es un homenaje a los lauderos italianos y que no busca emular el sonido de un violín tradicional, ya que desde el inicio deja claro que su objetivo es “crear un nuevo tipo de instrumento musical”. El 3Dvarius está basado en el modelo de un Stradivarius y requiere de un puente de madera y cuerdas. Un detalle sumamente interesante de este híbrido es que se afina desde el cordal y carece de pérgola, es decir que en lugar de mover las cuerdas desde arriba, cerca de la elegante voluta de madera, se hace desde abajo, inmediatamente después de la barbada.
Este curioso violín es una entre muchas innovaciones a instrumentos tradicionales. Hace poco, el pianista Daniel Barenboim dio a conocer al mundo el piano que diseñó desde el 2011 con Steinway y Maene, el cual recibió una serie de críticas mezcladas. Los procesadores de sonido, amplificación, pre-amplificación hechos a mano pieza por pieza y el reciente regreso al vinilo son también prueba de que aún existe interés y posibilidad para el progreso en la búsqueda por una experiencia sonora perfecta.
Hasta el momento la ciencia afirma que no hay secretos ocultos en los Stradivarius, aunque también deja ver que no hay dos iguales. La buena noticia es que podemos seguir innovando en los instrumentos para obtener mejores ejecuciones y que también, podemos estar tranquilos de que sigue vigente la profecía que Amati escribió en los costados de uno de sus violines: “por este solo bastión, la religión se mantiene y se mantendrá”.[2]
[1]A la fecha, no sabemos si hacía algo diferente. Sabemos que ningún violin es igual, pero los estudios a madera, barniz, etc no han encontrado nada fuera de lo común.
Maestra en filosofía, publicista y aficionada a la música clásica