¿Caminar por la vida como por encima del mar,
Sostenidos por la fe, la desesperanza o la indiferencia?
¿Posarse sobre ríos callados o tumultuosos,
Atraídos por una mirada o una sonrisa?
¿Abrazarse a cuerpos de fuego que se ahogan irremediablemente
En la propia corriente sanguínea, cálida o fría?
¿Penetrar en oscuras columnas de humo
Con la entereza de la flor bajo la guillotina?
¿Cubrirse las heridas con mantas de agua en ascuas,
O con una canción multiplicada al infinito?
¿Devorar espinas suaves como la caricia primera,
Irresistibles como el sollozo del moribundo?
¿Arriesgarse por la cuerda floja que sostiene
Luz y tiniebla, el leve temblor de lo que va creándose,
El ronco crepitar de lo extinto sin remedio?
¿Tratar de detener con lanzas de fuego
La huida del minuto, insaciable celoso,
Girando y perdiéndose al azar,
Caracola absorbida por la tempestad de arena?
¿Estrangularse con el primer grito de júbilo
Y palpar nada esparcida por doquiera?
Todo podría servir de término de comparación,
Justificable nada más que como puro engaño.
Pero, ¿qué sería recuperable si antes no fue
Sacudido, renegado, desdicho, trasfigurado? ~
Roma, 1973
© Vuelta, 16, marzo de 1978