Tiempo axial

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El filรณsofo Karl Jaspers acuรฑรณ el concepto de “tiempo axial”. En Mรฉxico, el historiador Luis Gonzรกlez y Gonzรกlez aplicรณ el tรฉrmino a la Reforma (1858-1860) que beneficiรณ a la sociedad separando a la Iglesia del Estado. Ahora Mรฉxico necesita un nuevo “tiempo axial” que beneficie a la sociedad separando al Estado de las estructuras clientelares e improductivas, los intereses creados, las inercias mentales y las actitudes intolerantes que heredamos de nuestro siglo XX. La liquidaciรณn de la Compaรฑรญa de Luz y Fuerza del Centro hace esperar esa nueva Reforma.

En los siglos coloniales, la Iglesia habรญa sido el cuerpo central de la vida novohispana: cumplรญa funciones sacramentales, educativas, caritativas y recreativas; era fuente de empleos, cuidaba del bienestar social y conducรญa la moral pรบblica. Con el fin de atender sus tareas en el otro mundo, la Iglesia mantuvo firme su lugar en este mundo. Cada obispado era una unidad jurรญdica, ejecutiva, financiera, educativa y religiosa. El clero secular y casi todas las รณrdenes religiosas eran terratenientes y poseรญan haciendas. La Iglesia ejercรญa funciones bancarias, gozaba de una inmunidad personal absoluta (el fuero) frente a los tribunales reales, y poseรญa tribunales propios. Esta matriz teolรณgico-polรญtica no habรญa cambiado mucho a mediados del siglo XIX.

De pronto, en 1847, sobrevino la traumรกtica pรฉrdida de la mitad del territorio. Para sobrevivir, Mรฉxico necesitaba una Reforma que lo pusiera al dรญa con los procesos de desamortizaciรณn, secularizaciรณn y tolerancia de cultos que ya eran normales en varios paรญses de Europa y sin los cuales las instituciones democrรกticas, el libre mercado y la inmigraciรณn -entre otras prรกcticas modernas- eran imposibles. El alto clero mexicano y el Vaticano se opusieron de manera terminante. Esa reacciรณn fue la causa principal del estallido de una guerra civil que a su vez desembocรณ en una guerra de intervenciรณn. No obstante los liberales produjeron el cambio. Al modificar el estado de los derechos, bienes, dominios y tareas de la Iglesia en este mundo y acotar el monopolio de su ministerio hacia el otro, la Reforma dividiรณ la historia mexicana en un antes y un despuรฉs; fue, en efecto, el “tiempo axial”. Dรฉcadas mรกs tarde, la propia Iglesia se “reformรณ” y dejรณ entrar los nuevos aires de libertad. Ahora incluso reconoce que la separaciรณn es mejor para su propia misiรณn.

Mediante un proceso sumamente complejo, el Estado liberal (juarista y porfirista) y, sobre todo, su sucesor, el Estado nacional-revolucionario (nacido en 1929) buscaron ejercer muchas de las funciones sociales tradicionales de la Iglesia y hasta suplantar algunos aspectos de su legitimidad religiosa. El viejo encono entre jacobinos y ultramontanos se reavivรณ ferozmente en el siglo XX: durante La Cristiada, los antiguos inquisidores pasaron a ser juzgados, y los antiguos perseguidos se volvieron perseguidores. En los aรฑos treinta, Jorge Cuesta se refiriรณ a los afanes educativos del Estado (que en tiempos de Vasconcelos habรญa tenido un sentido genuino de evangelizaciรณn humanista) como una “nueva clerecรญa”, imperiosa y catequizante. El viejo vino de la intolerancia clerical se vaciaba en el odre nuevo de la intolerancia estatal.

El proceso de “mรญmesis” siguiรณ rumbos extraรฑos. Hace veinte aรฑos, Gabriel Zaid supo advertirlo en la conformaciรณn de los grandes sindicatos: “en medio siglo han acumulado mรกs que las antiguas corporaciones eclesiรกsticas”. Si la enumeraciรณn que hacรญa Zaid del poder, dinero, fueros e influencia de los sindicatos era impresionante, la referencia a su legitimidad lo era mรกs:

Asรญ como no se podรญa blasfemar ante los propรณsitos redentores de las corporaciones eclesiรกsticas hoy no se puede blasfemar contra los propรณsitos redentores del sindicalismo. Hasta hay doctrinas que suponen que los sindicatos son algo asรญ como la Iglesia Militante: protagonista de la lucha del Bien contra el Mal. Un fuero como la clรกusula de exclusiรณn, que pone a los agremiados en manos de sus lรญderes, parece sacrosanto. Ya nadie pide ยกReligiรณn y fueros! pero ยกcontrol sindical y fueros! parece una aspiraciรณn legรญtima para muchas almas piadosas (“Si Juรกrez no hubiera muerto”, Contenido, 297, octubre de 1988).

Hoy esas “almas piadosas” se rasgan las vestiduras por la decisiรณn del gobierno de liquidar la Compaรฑรญa de Luz y Fuerza del Centro. Para todos los efectos prรกcticos, la empresa no pertenecรญa ya al Estado sino a su Sindicato, que habรญa dejado hace mucho tiempo de servir al pรบblico para servirse a sรญ mismo. Hay que reconocer que esa acumulaciรณn impresionante de poder no fue responsabilidad de los obreros y ni siquiera, centralmente, de los lรญderes. Esa acumulaciรณn era el diseรฑo estructural del Estado nacional-revolucionario cuyos funcionarios (sobre todo desde 1970 en adelante) concedรญan aumentos de sueldo y prestaciones a cargo del petrรณleo y las generaciones futuras. Ahora las generaciones futuras son las presentes y el petrรณleo se estรก acabando (a menos de que se reforme Pemex con todo y su sindicato, y se permita la inversiรณn externa y privada en el sector).

Ojalรก que el cierre de la Compaรฑรญa de Luz sea el primer paso de la reforma que el paรญs necesita primero para sobrevivir y despuรฉs para crecer. El paso siguiente es negociar con otros grandes sindicatos de entidades pรบblicas (petrรณleos, educaciรณn) una reforma laboral en la que los obreros y empleados participen por genuina convicciรณn y patriotismo a sabiendas de que sus intereses particulares no pueden prevalecer sobre los intereses generales de la sociedad. Algunos puntos de esa reforma serรญan: la desapariciรณn de la clรกusula de exclusiรณn, la introducciรณn del voto secreto y la transparencia de recursos.

Pero no sรณlo los sindicatos deberรกn reformarse de manera razonada, negociada, pacรญfica. Tambiรฉn otras estructuras onerosas e improductivas: pirรกmides burocrรกticas, empresariales y acadรฉmicas deberรกn entrar al nuevo “tiempo-axial”. Ojalรก que la intolerancia de las “almas puras” que se sienten encarnaciones de Dios no nos conduzca a una nueva Guerra de Reforma.

– Enrique Krauze

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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