Se sienta a traducir unos períodos.
Pongamos que hayan sido escritos en una lengua
u otra por un señor que no conoce
ni le falta conocer. Algunas correspondencias
las deduce o las inventa. Con el peculio
de transacciones tales va a comparar manzanas
y en el camino entre su casa y la verdulería
se representa la boca de su amada
–ella está muy lejos y es casi tan
poderosa como un signo– que se compone de átomos
ausentes de las tablas porque
no tienen antecedentes ni tendrán más descendencia.
Sin pensarlo piensa en esa boca pero no es
del todo una idea, es como la traducción
de algo evaporado que ácidamente llueve, del átomo
no periódico que irradia invisible
y rotundo en la combustión de la manzana
que por un trastrueco incomprensible no
tiene lugar entre las muelas ni en la panza
sino en la hornalla del pecho y un poco
más tarde y más temprano también
en el nervio del aliento. ~