Doble moral: México y Centroamérica

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México vive cotidianamente indignado por el trato que le dan las autoridades migratorias de los Estados Unidos a nuestros inmigrantes. Cualquier indicio de xenofobia de los ciudadanos norteamericanos ocupa de inmediato las primeras planas de nuestros periódicos y minutos estelares en nuestros noticieros radiofónicos y televisivos. La reciente ley de Arizona sb1070, que para vergüenza de Estados Unidos penaliza la apariencia, ha sido el eje del debate público en México desde su promulgación e incluso antes. Y qué bueno que así sea. El problema es que México le da un trato muchísimo peor a los inmigrantes que quieren cruzar para llegar a Estados Unidos que el que los mexicanos reciben del otro lado del río Bravo. En Estados Unidos hay reglas claras y estas se cumplen y los ciudadanos que se las brincan son castigados por sus propias autoridades. En Estados Unidos vive uno de cada cinco mexicanos y las remesas que envían a nuestro país, previo pago de leoninas comisiones, son nuestra segunda fuente de ingresos. Llegan a las familias más necesitadas y nadie puede poner en duda que es dinero ganado bíblicamente con el sudor de la frente. Frente a esto está la ignominia de la frontera sur documentada desde hace muchos años y de la que todo mundo se desentiende. Quizá el mejor testimonio de la vulneración sistemática de los derechos humanos que sufren los centroamericanos que tienen que cruzar por México para llegar a Estados Unidos es la que recoge el libro y el documental Bajo el Tacaná. La otra frontera: México/Guatemala (Ediciones sin Nombre), de Isabel Vericat Núñez . Pero no es el único. Pienso también en las fotografías de Isabel Muñoz o en los reportajes de Pablo Ordaz. Los datos duros están ahí. Las violaciones son sistemáticas, los secuestros cotidianos, los abusos constantes. Y todo en esa repugnante ensalada tan nuestra en que los ladrones son los policías y los policías son los ladrones. Zetas y judiciales con la complicidad de agentes migratorios hacen que el nombre de México sea sinónimo de cementerio para nuestros “hermanos” centroamericanos. Ni siquiera la masacre de los 72 indocumentados latinoamericanos ha logrado despertar de su letargo como debiera a la opinión pública y a la sociedad en su conjunto. Quizá he estado muy distraído pero no he visto ninguna manifestación por Reforma que diga “Todos somos centroamericanos”, ningún mitin solidario frente a la embajada de El Salvador, ni he visto a nadie con una camiseta que diga “Me da vergüenza” de un lado y del otro “Ser mexicano”. ~

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(ciudad de México, 1969) ensayista.


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