Desde las marchas de migrantes de 2006 y, en especial, a partir de la elección presidencial de 2008, en la que 67% de los latinos votaron por Barack Obama, mucho se ha hablado sobre el poder del voto latino en Estados Unidos. Para 2009 había 48.4 millones de latinos en el país, la minoría más numerosa, de los cuales 20.1 millones eran elegibles para votar. En el ámbito estatal, para 2010, los latinos representaban 38% del electorado en Nuevo México; en Texas y California cerca del 25%, seguidos de Arizona (18%) y Florida (15%).
No obstante las estadísticas y el reconocimiento de su potencial influencia en elecciones locales, estatales y nacionales, los latinos no han logrado organizarse como un movimiento político unificado con objetivos claros de largo plazo. Un estudio reciente del Pew Hispanic Center (National Latino Leader? The Job is Open)destaca una de las razones que lo explican, aunque quizás sea más bien un síntoma del “gigante dormido”: la falta de un líder latino nacional. Al considerar los resultados de este estudio en el contexto más amplio de la participación política de los latinos queda la pregunta de si un liderazgo nacional puede de hecho unir a los varios grupos que la Oficina del Censo estadounidense considera “latinos o hispanos” y lograr un mayor impacto político a nivel nacional.
Según la encuesta del Pew Hispanic Center , 64% de los latinos no saben quién es el líder latino más importante del país y un 10% adicional respondió que nadie lo es. Sólo cuatro nombres se mencionaron con frecuencia significativa: la juez Sonia Sotomayor (7%), el representante demócrata por Illinois, Luis Gutiérrez (5%), el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villarraigosa (3%), y Jorge Ramos, conductor del Noticiero Univisión (2%). El estudio concluye que actualmente no hay un líder que cumpla la función que tuvo César Chávez de unir y representar a esta minoría frente a la discriminación y prejuicios raciales. Finalmente, el estudio apunta, sin ahondar en el análisis, que además de carecer de un líder nacional, la comunidad latina está dividida, especialmente entre los inmigrantes y los nacidos en Estados Unidos: 46% considera que estos grupos no trabajan juntos para lograr objetivos políticos comunes, mientras que 45% considera que sí lo hacen. La pregunta es si un líder nacional puede sobreponerse a las diferencias de fondo que dividen a esta comunidad o si lo que hace falta para motivar una participación política más constante es una causa común.
Por un lado, hay diferencias significativas entre los latinos en cuanto a estatus migratorio, ciudadanía (por nacimiento o naturalización), nivel de inglés, edad, lugar de residencia, educación e ingreso, que influyen en sus preferencias y comportamiento político. Aunque se asumen coincidencias entre estos grupos dadas las similitudes culturales y de idioma, la situación, características y prioridades de mexicanos, puertorriqueños, cubanos, salvadoreños, ecuatorianos, guatemaltecos, colombianos y demás nacionalidades que entran dentro de la categoría de “latinos”, son muy distintas.
Por otro lado, los votantes latinos históricamente han destacado por su baja participación política. Según otra encuesta del Pew Hispanic Center previa a la elección intermedia de 2010, 51% de los votantes latinos registrados respondieron que iban a emitir su voto, en contraste con 70% para el total de votantes registrados. A su vez, las tasas de naturalización de los latinos se han caracterizado por ser bajas en comparación con otros grupos, particularmente en el caso de los mexicanos, quienes representan dos terceras partes de la población latina (aproximadamente 30 millones).
Incluso en relación al tema migratorio, que común y equivocadamente se asume como el principal en su agenda, la postura de los latinos está dividida, en especial considerando estatus migratorio y generación. Aunque su interés en el debate migratorio ha aumentado recientemente, las encuestas del Pew Hispanic Center de los últimos años coinciden en el resultado de que los principales temas que los latinos consideran al momento de votar son educación, empleo, salud y la economía, al igual que la mayoría de los votantes. La migración, que podría ser el tema distintivo que los unificara como grupo étnico, queda en cuarto o quinto lugar. Si bien las marchas de migrantes de los últimos años pueden verse como un símbolo de unión, también han puesto sobre la mesa la división entre líderes locales y estatales de distintas nacionalidades, y el interés de muchos de ellos de plantear una agenda propia que represente directamente a su grupo nacional en lugar de sumarse a la de las varias organizaciones latinas nacionales u otras coaliciones.
Es cierto que el clima anti inmigrante y los ataques en contra de la comunidad los han llevado a trabajar más unidos que antes y a colaborar en frentes comunes, pero así como la comunidad no identifica a un líder nacional, los latinos que ocupan puestos políticos tampoco han apelado con éxito a estos grupos y en algunos casos se han distanciado de ellos para apelar a una base más amplia del electorado. Aunque estos líderes han ido ganando espacios importantes, como lo demuestran las recientes elecciones en donde dos latinos republicanos ganaron las elecciones para gobernador (en Nuevo México y Nevada), para ejercer un liderazgo político “latino” a nivel nacional como tal hace falta quien reconozca y represente la diversidad dentro de la comunidad latina. Dado lo impredecible y diversa que es esta población en cuanto a su comportamiento político, todavía no está claro si este liderazgo es posible y políticamente rentable.
– Alexandra Délano
(Imagen tomada de aquí)
es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.