Unos dรญas antes del domingo 7 de octubre, ya casi cerrando la campaรฑa electoral, Chรกvez le concediรณ una entrevista televisada al periodista Josรฉ Vicente Rangel. Fue algo mรกs que un diรกlogo entre amigos: Rangel ha sido desde ministro de la Defensa hasta vicepresidente desde que Chรกvez estรก al frente del gobierno. Sin embargo, casi al final de la plรกtica, el periodista puso sobre la mesa la hipรณtesis de que ocurriera una improbable derrota. La frase de inicio es todo un clรกsico: “En el supuesto negado de…” El presidente quedรณ en silencio unos segundos y, luego, afirmรณ que ese supuesto no estaba negado sino que era imposible. Que la posibilidad de la derrota no existรญa. Que eso era parte del “destino”. La eternidad tambiรฉn se planifica.
Uno de los primeros cambios que sufriรณ el territorio simbรณlico del paรญs con la llegada de Hugo Chรกvez al poder en 1999 se dio justamente en el sentido de la alternancia. Lo que era un valor importante, casi un sรญntoma de la vida social, de pronto cayรณ en descrรฉdito y comenzรณ a ser considerado como un protocolo inรบtil y engorroso. El nuevo gobierno sustituyรณ la nociรณn de la alternabilidad por la idea de la revoluciรณn: un movimiento profundo y sin lรญmites, una narrativa sin final. Se promoviรณ un nuevo mito fundacional: “¡No volverรกn!” Entregarle el poder al adversario es traicionar al pueblo y a la patria. Desde entonces, cualquier elecciรณn presidencial no es una ceremonia civil, un ejercicio de la democracia, sino sobre todo una feroz amenaza, otra batalla a muerte contra el enemigo.
Petrรณleo y publicidad: la reinvenciรณn de Goliat
Desde el principio, el presidente Chรกvez y su partido actuaron con ventajismo y plantearon una confrontaciรณn electoral desigual. Ni siquiera se molestaron en guardar las formas, en respetar los protocolos. Mientras Henrique Capriles solo contaba con tres minutos diarios de publicidad en la televisiรณn, obligado a cumplir la estricta ley electoral, el candidato oficial, gracias a diferentes argucias y al descuido voluntario de las instituciones, lograba obtener cotidianamente hasta veintiรบn minutos de presencia en los mismos espacios. Aparte, todos los medios estatales y de servicio pรบblico se convirtieron en una gran industria de la propaganda electoral y de la guerra sucia. Era difรญcil distinguir los espacios publicitarios de la programaciรณn: todo formรณ parte de รบnica retรณrica promocional, un hilo musical permanente. Y todavรญa mรกs: Chรกvez usรณ tambiรฉn a su antojo las llamadas “cadenas”. En plena campaรฑa electoral, podรญa pasarse hasta cuatro horas, presente y elocuente, repitiรฉndose en todas las ondas hertzianas del paรญs.
Ejercieron el abuso con arrogancia. Ante los cuestionamientos, Jorge Rodrรญguez, jefe del comando de campaรฑa del oficialismo, declarรณ: “No existe ventajismo, sino una ventaja moral, รฉtica, polรญtica, histรณrica y una ventaja en el poder de comunicarse con su pueblo a favor de Hugo Chรกvez.”
Sin ningรบn pudor, el Estado y sus instituciones fueron privatizados –total o parcialmente, segรบn los casos– a favor del candidato del gobierno. En la celebraciรณn del Dรญa la Armada, en plena campaรฑa electoral, el comandante general Diego Molero declarรณ pรบblicamente la lealtad de la instituciรณn castrense a Hugo Chรกvez y, de seguido, criticรณ a algunos grupos de oposiciรณn que se dedican a engaรฑar al pueblo: “A esos apรกtridas –dijo– los invito a regenerarse con la naciรณn, a desistir de esas prรกcticas de valores.”
Otro ejemplo: unos dรญas antes de las elecciones, Luz Estela Morales, presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, mรกximo organismo de imparticiรณn de justicia en el paรญs, declarรณ: “El 7 de octubre se va a elegir entre un buen gobierno o algo diferente.” Durante noventa dรญas, desde todos los espacios y de todas las maneras, el poder se organizรณ como un gigante feroz. Llamaban a Capriles “la Nada”. Prometieron “pulverizarlo”. Era la batalla del Estado en contra del ciudadano.
Pero Capriles se tomรณ en serio el papel de David. Y desde ese perfil, construyรณ un nuevo relato, para la oposiciรณn y para el paรญs. No entrรณ en provocaciones y evitรณ la confrontaciรณn fรกcil, la dinรกmica de la polarizaciรณn que le ha dado tantas ventajas a Chรกvez. Comenzรณ a recorrer el paรญs y a concentrarse en los problemas de la gente. Propuso un carisma pragmรกtico, ligado a la autenticidad, a la honestidad, a la eficacia en la gerencia pรบblica, a la prioridad de resolver de manera eficaz los problemas de las mayorรญas. Tuvo que enfrentar la gran campaรฑa de satanizaciรณn que se tejiรณ en su contra. Para el discurso oficial, Capriles era el lobo, el rico malo, el imperio asesino, aquel que venรญa a quitarle al pueblo todos los beneficios sociales. Aun con esto, la oposiciรณn logrรณ algo que, hasta ese momento, casi parecรญa imposible: una nueva identidad, mรกs popular, mรกs policlasista, estructura alrededor de un mensaje que ya no se centraba en una รบnica consigna: “Chรกvez, ¡vete ya!”, sino que, por fin, comenzaba a tener un proyecto de paรญs propio y alternativo.
El oficialismo se vio obligado a reaccionar. Tambiรฉn eso fue una novedad. Por primera vez, la oposiciรณn impuso su agenda en la dinรกmica. Chรกvez siempre se negรณ a debatir en pรบblico con su oponente, pero todos los dรญas, de diferentes maneras, iba respondiendo a los cuestionamientos y propuestas de Capriles. Al final de la campaรฑa, el presidente se dedicรณ a reconocer las grandes deficiencias de su gestiรณn. En sus mรญtines pedรญa perdรณn y prometรญa, desde ese momento en adelante y despuรฉs de catorce aรฑos de gobierno, “ser un mejor presidente”. Nunca antes la oposiciรณn habรญa logrado tanto. Nunca antes alguno de sus candidatos habรญa llegado tan cerca. El dรญa antes de las elecciones, la incertidumbre estaba en el clรญmax. Ya para ese momento, las estadรญsticas parecรญan indicadores afectivos. Las diversas encuestadoras daban resultados disรญmiles. Habรญan sido devoradas por la polarizaciรณn que mueve al paรญs. Lo รบnico confiable era la esperanza.
Retrato del paรญs: otro domingo dividido
A las tres de la madrugada, segรบn ordena el comandante, comienza a sonar la diana. La tรญpica melodรญa militar para despertar a los soldados multiplica su voz de trompeta por todos lados. Desde esa hora, las “brigadas” debรญan comenzar a moverse para dar “la batalla perfecta” y lograr “la victoria perfecta”. Con ese lenguaje, el chavismo suele asumir los ritos civiles.
Yo voto en el centro mรกs grande de mi municipio: una escuela pequeรฑa que reรบne a mรกs de seis mil electores. A un cuarto para las cinco de la maรฑana ya me encontraba haciendo fila. Tres horas y media despuรฉs, logrรฉ salir. Deseaba tener el dรญa despejado. Habรญa quedado ya con amigos para, desde diferentes lugares y con distintos contactos, cruzar informaciones. Los mรกs optimistas pensaban que el triunfo de Capriles era seguro, que podรญa incluso llegar a sacarle un millรณn de votos de ventaja a Chรกvez. Los mรกs escรฉpticos pensรกbamos en un resultado ajustado, con una victoria de cualquiera de los dos que propiciarรญa la violencia polรญtica que siempre hemos temido. Desde hace aรฑos, Venezuela es un paรญs preapocalรญptico: lo peor siempre estรก a punto de suceder.
A partir del mediodรญa, empezaron a aparecer los primeros resultados de las encuestas a boca de urna. En un paรญs donde hay mรกs de tres millones de empleados pรบblicos a quienes el gobierno les exige fidelidad partidista, cualquier sondeo de ese tipo luce escasamente confiable. Lo mismo podrรญa decirse de los beneficiarios de los planes sociales del Estado. Viven sometidos al peaje de la lealtad polรญtica. Si habรญan votado por el candidato de la oposiciรณn, tal vez jamรกs lo dirรญan. Sin embargo, esas encuestas eran las รบnicas cifras que podรญan existir. Desde el Palacio de Miraflores, centro del poder presidencial, se hablaba de una ventaja de ocho puntos a favor de Chรกvez. En el comando de la oposiciรณn se manejaban versiones mรกs comedidas: “un resultado parejo”. Aunque, dos horas despuรฉs, tambiรฉn empezaron a distribuir porcentajes favorables; Capriles iba arriba por cuatro puntos. A media tarde, consultรฉ a un viejo amigo, de los tiempos de la izquierda universitaria, que trabaja dentro del Centro Nacional Electoral (CNE). ¿Cรณmo estรก la vaina?, le preguntรฉ en un mensaje telefรณnico. “Apretadita”.
Antes de las seis, hora en que legalmente se deben cerrar las mesas electorales, el oficialismo activรณ un plan rรกpido y eficaz que, a la postre, le darรญa el espaldarazo final a su victoria. Comenzaron a llamar a votar a travรฉs de todos sus medios de comunicaciรณn y organizaron a su militancia para buscar en sus casas votantes que todavรญa no hubieran sufragado. Los trasladaron en autobuses, coches y motocicletas. Lograron un gran movimiento de รบltima hora en grandes sectores populares. Esta parece ser la explicaciรณn mรกs potable, que al menos han reconocido ambos bandos, para justificar el cambios vertiginoso que empieza a darse en las versiones estadรญsticas y que, finalmente, confirma el primer informe del ente comicial. Entre las ocho y las nueve de la noche, fue cerrando el tiempo de las especulaciones numรฉricas. Cada comando recibรญa copia de las actas que enviaban sus diferentes testigos de mesa. El dibujo numรฉrico del paรญs comenzaba a tomar forma. Mi amigo en el CNE tan solo me escribiรณ un monosรญlabo: “Mal”.
Henrique Capriles fue fiel al carisma que habรญa construido y a la propuesta de despolarizar al paรญs. Al reconocer su derrota, antes de la media noche del mismo domingo, desactivรณ a los radicales de lado y lado, siempre dispuestos a ejercer cualquier tipo de histeria. Por supuesto y de todos modos, no faltaron quienes de inmediato invocaron una conspiraciรณn colosal, aquellos que solo pueden ver un fraude detrรกs de cada nรบmero contario, aquellos para quienes los otros solo son un espejismo.
El primer informe de la Comisiรณn Electoral –cuando ya los resultados eran irreversibles– mostrรณ una distancia de diez puntos entre los dos candidatos. Las proyecciones apuntaban a que Chรกvez contarรญa aproximadamente con ocho millones cien mil votantes, mientras que a Capriles lo habrรญan apoyado seis millones quinientos mil venezolanos. Nuevamente aparecรญa el retrato de un paรญs dividido en dos bloques. Todos los votos obtenidos por la oposiciรณn, sin embargo, no garantizan un reconocimiento por parte del poder. La dinรกmica militar, tambiรฉn ahรญ, se impone sobre la dinรกmica civil. Chรกvez entiende la victoria como sometimiento. Cuando celebraba, desde un balcรณn del Palacio de Miraflores, hizo un llamado a los sectores de la oposiciรณn: “Les hago un llamado una vez mรกs a que salgan de ese estado mental y anรญmico que les ha llevado, a buena parte de ellos, a desconocer todo lo bueno que hay en esta tierra venezolana.” Nada ha cambiado. Chรกvez es incapaz de aceptar la posibilidad de un otro que discierna y piense diferente. Chรกvez cree que la oposiciรณn es un “estado mental”, casi una enfermedad, o peor: una desviaciรณn. Siempre ocurre lo mismo: cada vez que gana unas elecciones, pierde a su vez la oportunidad de ver el paรญs tal y como es, de entender nuestra verdadera complejidad.
Esa incertidumbre llamada futuro
La naturaleza petrolera del paรญs ha triunfado nuevamente. Esa fascinaciรณn mรกgica ante un Estado que nos promete todo ha sido instrumentada de manera eficiente, para producir un hรญbrido particular, una “democracia totalitaria”, un sistema populista y clientelar que depende de la especulaciรณn econรณmica internacional. La verdadera ideologรญa del chavismo son los precios del petrรณleo.
Pero esta no fue una elecciรณn mรกs. En esta oportunidad, por primera vez, Chรกvez puso sobre la mesa un proyecto de cambio drรกstico para la sociedad venezolana. Aunque la campaรฑa electoral estuvo absolutamente centrada en la devociรณn personal hacia su figura, el manejo polรญtico del gobierno asegura que lo que estaba en discusiรณn es el nuevo modelo bolivariano. De forma hรกbil, y probablemente empujado por su propia condiciรณn fรญsica, Chรกvez envolviรณ dentro de esta nueva elecciรณn personal una suerte de referendo polรญtico. Distribuyรณ en folletos un programa de gobierno que, en lรญneas generales, es un plan de organizaciรณn y consolidaciรณn de poder. Mรกs que un programa de gerencia pรบblica es un proyecto de construcciรณn definitiva de una nueva hegemonรญa nacional. No en balde, el primer objetivo es mantener la “independencia” y “consolidar la revoluciรณn”, que traducido a nuestra lengua significa atornillar al gobierno en el Estado y en las instituciones. La propuesta se centra en la “transiciรณn al socialismo”, la “radical supresiรณn de la lรณgica del capital” y la aniquilaciรณn total de “la forma de Estado burguesa”. Es una reediciรณn de muchos de los cambios que fueron rechazados en el referendo del 2007. Pero ahora tiene un impulso definitivo: se trata de traspasar “la barrera del no retorno” y consolidar “la patria perpetua y feliz”. No estรก nada mal. Sobre todo para un mandatario cuya imagen se reproduce en espectaculares por todo el paรญs con la siguiente leyenda: “Chรกvez, corazรณn de mi patria”.
Nada indica que el oficialismo inicie ahora una etapa de diรกlogo con la oposiciรณn, que tome en cuenta de alguna forma los resultados obtenidos el 7 de octubre. Todo lo contrario. Es mรกs probable que, amparado en la ruta de su nuevo programa de gobierno, se radicalice un proceso de mayor control estatal sobre la vida pรบblica y privada en Venezuela. La oposiciรณn tiene ahora el desafรญo de convertir su capital electoral en un movimiento polรญtico activo, que ponga freno al proyecto del poder de Chรกvez. Para ello, necesita sobrevivir a la derrota, mantener la unidad, obtener sรณlidas victorias en las elecciones gubernamentales del prรณximo diciembre… mientras siguen resistiendo la guerra permanente del gobierno. Aparte de eso, la รบnica variable que aparece en el horizonte es, de nuevo, la salud de Chรกvez. Su enfermedad, administrada con destreza telenovelera, sigue siendo uno de los mejores secretos del continente. El suspenso que ahora vuelve a convertir el futuro del paรญs en una incertidumbre. ~
(Caracas, 1960) es narrador, poeta y guionista de televisiรณn. La novela Rating es su libro mรกs reciente (Anagrama, 2011).