ConspiraciĆ³n permanente

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En su primer mes de gobierno, NicolĆ”s Maduro ha denunciado varias conspiraciones, un apartheid mediĆ”tico destinado a “invisibilizarlo”, dos o tres proyectos de golpes de Estado, un nuevo plan de magnicidio, mĆ”s de un complot internacional y alguna guerra de cuarta o de quinta generaciĆ³n. Todo eso cabe en tan solo treinta dĆ­as. Y todavĆ­a mĆ”s: Maduro ha viajado a la cumbre de Unasur, a Cuba, a Argentina, Uruguay y Brasil… y en todos lados siempre ha sostenido un mismo discurso. Reactivo, en contraofensiva, hablando permanentemente de la oposiciĆ³n. Maduro, de pronto, es un exceso de adjetivos. Se comporta como si todavĆ­a estuviera en campaƱa electoral.

La sospecha de que su gobierno no es del todo legĆ­timo gravita a su alrededor. No es un pĆ”jaro. Es una nube que no lo deja en paz, que danza junto a Ć©l de manera insistente. Nada parece salirle como lo tenĆ­a planeado. La imagen del caos se ha mudado y ahora empieza a estar asociada al chavismo. TambiĆ©n la violencia cabe en estos primeros treinta dĆ­as. En la Asamblea Nacional, los partidarios del oficialismo atacaron a puƱetazo limpio a los parlamentarios de oposiciĆ³n, a quienes ya se les habĆ­a negado el derecho de palabra mientras no reconocieran pĆŗblicamente que Maduro es el presidente legĆ­timo de Venezuela. Por mĆ”s que el poder ensayĆ³ distintos trucos para responsabilizar a las vĆ­ctimas de la agresiĆ³n, los videos tomados con telĆ©fonos celulares desbarataron cualquier farsa. Pocos dĆ­as despuĆ©s, Iris Varela, ministra de Asuntos Penitenciarios y alta dirigente del partido de gobierno, declarĆ³ con franqueza que “la oposiciĆ³n se merecĆ­a sus coƱazos”.

Henrique Capriles ha elegido una ruta larga y difĆ­cil: impugnar las elecciones. Sobre todo en un paĆ­s donde el Tribunal Supremo de Justicia estĆ” controlado por una mayorĆ­a chavista. Lo que parecĆ­a el apocalipsis venezolano, nuevamente ha quedado suspendido, se ha deshecho en el aire, dejĆ”ndonos otra vez en una tensa calma. El paĆ­s es un casi, un siempre a punto que jamĆ”s llega. La dirigencia de la oposiciĆ³n invoca la ConstituciĆ³n y llama a seguir los caminos regulares, mientras denuncia la continua violaciĆ³n oficial de la ConstituciĆ³n y la irregularidad de las instituciones. El gobierno pondera todo en tĆ©rminos de un “contexto de guerra”, dentro de un orden y de un discurso cada vez mĆ”s cercano a Cuba.

A la semana de haber sido apresuradamente juramentado como nuevo presidente, NicolĆ”s Maduro viajĆ³ a La Habana. Fue, segĆŗn Ć©l mismo dijo, para “ratificar la alianza estratĆ©gica” de ambos paĆ­ses. Y regresĆ³ con 51 acuerdos firmados por dos mil millones de dĆ³lares. El hecho agudiza aĆŗn mĆ”s una relaciĆ³n que, desde la muerte de Hugo ChĆ”vez, parece convertirse en uno de los elementos de mayor combustiĆ³n en la relaciĆ³n entre el gobierno y la oposiciĆ³n. Mientras el “lĆ­der supremo” estaba vivo, su autoridad parecĆ­a establecer una relaciĆ³n de tĆŗ a tĆŗ con la isla. Maduro no tiene esa fuerza. Propone una relaciĆ³n simbĆ³lica mucho mĆ”s dependiente. Su estampa cuadra mejor con las denuncias de los sectores mĆ”s histĆ©ricos de la oposiciĆ³n. Parece un segundĆ³n sometido al poder de los hermanos Castro.

No en balde, en todo este tiempo, ha regresado con fuerza un viejo debate sobre la presencia cubana en el paĆ­s. Y eso, tambiĆ©n, estĆ” irremediablemente relacionado con los cuestionamientos al proceso electoral ¿CuĆ”ntos cubanos hay en Venezuela? Resulta muy difĆ­cil precisarlo. Una investigaciĆ³n realizada por el periĆ³dico El Universal de Venezuela da cuenta de que, en los catorce aƱos de chavismo, han pasado unos 210 mil cubanos por el paĆ­s. Pero, mĆ”s allĆ” de los convenios de ayuda firmados a partir del aƱo 2000, que supusieron la participaciĆ³n de miles de cubanos en las llamadas “misiones sociales”, existen otros territorios de influencia que siempre han estado envueltos por las flexibles manchas de los departamentos de seguridad de los paĆ­ses. Uno de esos espacios tiene que ver con la elaboraciĆ³n de los documentos de identidad venezolanos, que dentro del marco de un acuerdo de cooperaciĆ³n integral firmado en el 2008, estĆ” en manos de una empresa cubana. SegĆŗn voceros de la oposiciĆ³n y algunos expertos electorales, esto forma parte de las irregularidades que se seƱalan en el registro y en el proceso electoral del paĆ­s.

Otra denuncia importante tiene que ver con la presencia cubana en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana: el general Antonio Rivero, hombre cercano a ChĆ”vez, que participĆ³ en el intento de golpe de Estado del 27 de noviembre de 1992 y ocupĆ³ cargos en el gobierno hasta que decidiĆ³ separarse denunciando pĆŗblicamente la injerencia cubana en el estamento militar del paĆ­s. No deja de llamar la atenciĆ³n que, justo ahora, la policĆ­a haya detenido a Rivero, acusĆ”ndolo de promover los disturbios y las protestas juveniles que se dieron el 14 de abril. La prueba es un video, donde supuestamente Rivero aparece hablando de piedras y palos, como si instruyera para el combate a unos estudiantes. Todo el procedimiento es oscuro y tiene el aderezo del lenguaje cubano. Un representante de los CĆ­rculos Bolivarianos saliĆ³ a acusar a Rivero de ser miembro de la cia. No faltaba mĆ”s: tambiĆ©n la cia cabe en estos treinta dĆ­as.

Maduro sigue sin controlar su imagen. EstĆ” de pie sobre la inseguridad. TodavĆ­a no ha podido ganar legitimidad y, encima, tiene que aprender a gobernar un paĆ­s en crisis. La inflaciĆ³n lo acorrala. La inseguridad lo obliga a poner el ejĆ©rcito en la calle. Contradice los postulados del difunto pero trata de sobrevivir manteniendo varios discursos a la vez. No estĆ” solo en crisis su liderazgo sino tambiĆ©n el modelo, la invenciĆ³n del socialismo del siglo xxi. QuizĆ”s llegĆ³ la hora de entender que la mayor conspiraciĆ³n que existe es la realidad. ~

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(Caracas, 1960) es narrador, poeta y guionista de televisiĆ³n. La novela Rating es su libro mĆ”s reciente (Anagrama, 2011).


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