Señor Director:
Con mucho placer he leído el número 52 de su revista (abril 2003), dedicado principalmente al tema del conflicto entre Estados Unidos e Iraq. El mundo, y en especial Estados Unidos, parece vivir una pesadilla orwelliana en la que el gobierno norteamericano, en su campaña antiterrorista, manipula abiertamente el lenguaje, y los medios parecen estar dispuestos a no denunciarlo. Apelar a la defensa propia cuando lo que se realiza es un ataque, y obligar al mundo entero a tomar una posición al declarar que “quien no está con nosotros está en nuestra contra” son acciones que, en el mejor de los casos, deben ser tomadas con mucha reserva. Es por ello que celebro especialmente la contribución del sociólogo Todd Gitlin, el cual adopta una posición crítica respecto de la forma en que el gobierno de Estados Unidos enfrenta la amenaza del terrorismo internacional.
Sin embargo, no puede dejar de señalarse que, sin quererlo, Gitlin acepta la postura que él mismo critica al afirmar que “… el imperio a veces es mejor que la otra opción, cuando ésta es una autocracia local o Al Qaeda u otro imperio rival, como la Alemania nazi o el Japón imperial…” El mundo, a diferencia del momento en que Alemania invadió Polonia desencadenando la Segunda Guerra Mundial, no se encuentra en tal disyuntiva. El combate al terrorismo es una obligación de todos los Estados que aspiren a una convivencia pacífica, pero para esa lucha deben comprometer a lo mejor de sus cuerpos de inteligencia, no a sus soldados. Por el contrario, la intervención “aliada” en Iraq hizo del mundo un lugar más inseguro por lo menos por dos razones: por un lado, radicaliza la visión de una parte de la población árabe respecto de Occidente, lo que hace previsibles más ataques terroristas en el futuro, y, por otro, autoriza de facto la realización de ataques preventivos siempre que un Estado se sienta amenazado por algún otro. –
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