ConversaciĆ³n con Seamus Heaney: la conciencia poĆ©tica

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El irlandƩs Seamus Heaney (Condado de Derry, 1939) es, en tƩrminos poƩticos, uno de los descendientes directos de William Wordsworth y William Butler Yeats mƔs notables de nuestro tiempo. Esto significa lo siguiente: la energƭa romƔntica, el brillo cegador y regenerativo de la naturaleza y los "himnos entre ruinas", por un lado; la panoplia mƭtica, mƔgica y terrenal, por el otro.
 

Dicho de manera diferente: el sentido del idilio —en la acepciĆ³n teocriteana o virgiliana, es decir, clĆ”sica, griega y latina, de esa palabra— que el romanticismo inglĆ©s recuperĆ³ y recreĆ³ a lo largo de la primera mitad del siglo XIX; junto a la tragedia ctĆ³nica, polĆ­tica y espiritual de Irlanda, en el visionarismo de W. B. Yeats y su revaloraciĆ³n de mitos como el de CĆŗ Chulainn, guerrero de los bosques del Ulster, hijo del dios Lug.

Extraordinario bardo de los pantanos bajos (bogs) y de los paisajes de la "verde ErĆ­n"; de la constelaciĆ³n imaginaria y religiosa del Medioevo sajĆ³n; de la mitologĆ­a cĆ©ltica y de las leyendas silvestres o silvĆ”nicas cuyo protagonista es el locuaz Finn MacCool; de las peregrinaciones y los renacimientos bajo la guĆ­a de San Patricio, Heaney es —mucho mĆ”s allĆ” de su linaje wordsworthiano o yeatsiano— un poeta de una originalidad irreductible y tambiĆ©n un hombre de una lucidez ejemplar. Al lado de la poesĆ­a ruda y antihoraciana de Wilfred Owen, admira la intransigente introspecciĆ³n lĆ­rica y la dolorosa tensiĆ³n moral de Robert Lowell. De Owen aprendiĆ³, con un estremecimiento, que el Dulce et decorum est pro patria mori —tantas veces grabado en bronces o en mĆ”rmoles conmemorativos— es una espantosa y sucia mentira, con la que toda una generaciĆ³n europea quedĆ³ ensangrentada en las trincheras del Somme y del Marne; de Lowell, que la aristocracia del pensamiento y de la genealogĆ­a puede avenirse, sin el menor conflicto, con la decencia personal y la responsabilidad civil.

Hay en la poesĆ­a y en el pensamiento de Seamus Heaney, desde luego, muchos otros elementos importantes. Por ejemplo, para mencionar sĆ³lo uno de ellos, la lecciĆ³n intelectual y moral de los poetas rusos, como Osip Mandelstam, y de los poetas del centro y el este de Europa, singularmente los polacos Zbigniew Herbert y Czeslaw Milosz. Es una lecciĆ³n paneuropea que ha marcado el decurso del pensamiento poĆ©tico occidental de un modo absolutamente imprevisible hace 50 o 60 aƱos y ha superado, con saludable amplitud, la herencia vanguardista. Seamus Heaney ha escuchado y comprendido como pocos ese ejemplo de entereza, imaginaciĆ³n artĆ­stica y audacia analĆ­tica.

La traducciĆ³n que hizo Heaney del "Cantar del Alma que se Huelga de Conoscer a Dios por Fee", poema de San Juan de la Cruz escrito en una prisiĆ³n toledana en 1577-1578, permitiĆ³ a un atento pĆŗblico mexicano conocer y disfrutar, en la lectura que dio el poeta irlandĆ©s en el Centro Nacional de las Artes el martes 16 de febrero por la noche, su maestrĆ­a en el manejo de los yambos ingleses. Although it is the night… se escuchĆ³ decir una y otra vez a Heaney en su bien modulada pronunciaciĆ³n de leves vocales y eufĆ³nicos deslizamientos consonĆ”nticos.
 

Heaney viene de muchos lugares: las calles y las casas temerosas del Domingo Sangriento en Belfast; el camino donde su primo Colum McCartney fue asesinado; la prodigiosa Tierra de la Juventud: Tir na nĆ³g; el oratorio de Clonmacnoise en el que los monjes, mesmerizados, dirigen la vista hacia lo alto. Su paso por MĆ©xico fue, precisamente, una estaciĆ³n mĆ”s en su nomadismo de autĆ©ntico bardo. Quienes lo escuchamos y lo vimos en esos dĆ­as de febrero de 1999 no lo vamos a olvidar nunca.
      
La siguiente conversaciĆ³n a cuatro voces en el Camino Real tuvo lugar durante la maƱana del dĆ­a mismo en que Seamus Heaney y su esposa Marie partĆ­an de nuestro paĆ­s rumbo a los Estados Unidos. Luigi Amara, Julio Trujillo y yo fuimos recibidos de manera muy cordial por el poeta irlandĆ©s. Estaba ligeramente afĆ³nico por las muchas entrevistas que habĆ­a concedido a lo largo de su ajetreada visita y "lampareado" por los flashes de los reporteros grĆ”ficos en Oaxaca y en la Ciudad de MĆ©xico. No obstante, despuĆ©s de pedir tĆ© para todos, charlĆ³ con nosotros por mĆ”s de una hora y media. En la plĆ”tica se tocaron numerosos temas (hablĆ³ de sus sueƱos y de su infantil pasiĆ³n por la pisca, por sĆ³lo poner dos ejemplos que no aparecen a continuaciĆ³n). Es una lĆ”stima que, por razones de espacio, no podamos reproducir esa conversaciĆ³n en su totalidad. Quedan de ella los pasajes mĆ”s importantes y significativos.
      

     —David Huerta

 

David Huerta: "Pulso", del libro Viendo visiones, es un poema sobre la pesca pero, al mismo tiempo, segĆŗn mi lectura, es sobre el lugar que uno ocupa en el cosmos. ¿CĆ³mo fue concebido?

Fue concebido, al igual que muchos de mis poemas, en el recuerdo de una sensaciĆ³n: la del sedal que sale de un carrete y vuela con fluidez. Lo concibiĆ³ el recuerdo del niƱo que envidiaba a aquĆ©llos que podĆ­an hacerlo, y otro recuerdo: la idea de la extensiĆ³n completa, supongo. Otro factor fue la nociĆ³n de gravedad, el necesario peso del sedal para entrar en el rĆ­o; uno estĆ” atado a la gravedad, al "agarra y suelta", como dice el poema. AsĆ­ que es lanzado y luego desciende, se extiende entre la tierra y el cielo. No lo puedo racionalizar con claridad, pero sĆ© que comienza con una sensaciĆ³n y se extiende hacia la posibilidad. El poema forma parte de un grupo titulado "Tres dibujos" por el rĆ”pido trazo con que fueron hechos; no eran Ć³leos sino esbozos, escritos al vuelo. El primero se llama "AnotaciĆ³n" y trata sobre una pelota pateada al aire; al mismo tiempo, en ese poema hay una sensaciĆ³n de desconsuelo ante esa libertad porque uno desea la gravedad de regreso. En "Pulso" hay la misma especie de pequeƱo continuum entre escape y regreso. Muchos de los poemas que he escrito y muchas de las ideas que he tenido acerca de la poesĆ­a siguen esa pauta de estar en dos lugares al mismo tiempo, de "extenderse entre", como mi hĆ©roe Milosz lo dijo alguna vez: extendido entre la contemplaciĆ³n de un punto inmĆ³vil y el mandato de participar activamente en la historia.
      
DH: Otro poema que me llama la atenciĆ³n es el de los monjes de Clonmacnoise. La historia del barco flotante tiene algo de fĆ”bula, pero es tambiĆ©n una meditaciĆ³n sobre realidad y percepciĆ³n. ¿EstĆ” de acuerdo?

Lo escribĆ­ rĆ”pidamente. Pertenece a una secuencia de poemas, "Claridades", que es parte de una secuencia mĆ”s grande llamada "Cuadraturas". Todos fueron escritos con deliberada velocidad. Pienso en ellos como el rastro que una piedra rasante deja en la superficie del agua: un trazo, una lĆ­nea punteada. Generalmente no escribo asĆ­, suelo ser mĆ”s sereno, pero Ć©stos se presentaron de improviso, surgiĆ³ un par de poemas y pensĆ© que podĆ­a hacer mĆ”s y mĆ”s. AsĆ­ concebĆ­ la idea de escribir 12 poemas de 12 lĆ­neas, que creciĆ³ a cuatro grupos de 12 poemas, creando una nueva cuadratura. En inglĆ©s, los dos significados de lightening1 son iluminaciĆ³n y aligeramiento. El barco en el aire escapa a la gravedad y, de alguna forma, ilumina a los monjes. Es una imagen que ya habĆ­a usado antes: un niƱo o un mendigo parado en una construcciĆ³n desnuda, sin techo, como una imagen del alma en el juicio final, en el umbral de la eternidad. La nociĆ³n del universo, o de la eternidad, o de la luz a plomo sobre la cabeza de uno, es una pauta consistente en ese grupo de poemas.
      
Julio Trujillo: Es notoria su afinidad con la superficie del agua, particularmente cuando es turbada por un tren que pasa, un sedal, una piedra. ¿CĆ³mo explica esta recurrencia?

Durante aƱos pensĆ© en esa imagen de la superficie del agua temblando mientras pasaba el tren. Aparece en los "Sonetos de Glanmore" en 1979 y vuelve a aparecer en el discurso que di en Estocolmo. PensĆ© en ella como la manera en que la poesĆ­a lĆ­rica —tal vez todo arte— registra el efecto de lo histĆ³rico. El tren pasa con estruendo, como la guerra. No es necesario que el poema documente esa guerra, pero registra las vibraciones de un estado consciente. Mi propia imagen de la conciencia ha sido frecuentemente aquĆ©lla de las ondas concĆ©ntricas del agua, desde el origen de la gota de esperma hasta la mĆ”xima extensiĆ³n de la inteligencia, del esfuerzo intelectual. Sin embargo, creo que, cualquiera que sea la extensiĆ³n de la onda mĆ”s dilatada, uno siempre estĆ” en contacto con la primera onda interior, es algo como la madreperla. Lo que tambiĆ©n me gusta de las ondas concĆ©ntricas es que, al mirarlas, uno no estĆ” seguro de si se mueven del centro hacia la circunferencia o de Ć©sta hacia el centro. La poesĆ­a tiene que ver con eso.
      
DH: ¿CĆ³mo se relaciona en la actualidad con la tradiciĆ³n clĆ”sica, considerando el importante lugar que tienen Homero, Virgilio y Dante en su poesĆ­a, como puede comprobarse en Viendo visiones?

Ahora veo mi relaciĆ³n con ella desde la Ć³ptica del profesor. La atesoro mĆ”s conscientemente. No sĆ© por quĆ©, pero supongo que reforcĆ© mi creencia en la energĆ­a y la vida duraderas de esa tradiciĆ³n al leer a los poetas de Europa del Este. DescubrĆ­ que su uso de los clĆ”sicos era de hecho vital, no decorativo; no una afectaciĆ³n literaria o un disfraz, sino algo vitalmente comprometido con la cultura y la civilizaciĆ³n. Ellos dijeron que la memoria cultural era importante, que si perdĆ­amos ese continuum con las primeras ideas de justicia y los primeros esfuerzos por establecer la polis, perdĆ­amos nuestra civilizaciĆ³n. Estos eran en general los poetas disidentes, que manifestaban la importancia de los clĆ”sicos. La postura de esos poetas fue fundamental, particularmente la de Zbigniew Herbert, quien usaba a los clĆ”sicos como recurso y tĆ”ctica poĆ©tica, no como alusiĆ³n sino como trama; por ejemplo: tiene un hermoso poema sobre Procusto, quien estiraba o recortaba a sus prisioneros para que fueran del mismo tamaƱo; obviamente es un poema sobre la vida bajo el rĆ©gimen soviĆ©tico y cĆ³mo todos tenĆ­an que respetar la lĆ­nea del partido. En mi caso, escribĆ­ una versiĆ³n del Filoctetes de SĆ³focles que en realidad era una obra polĆ­tica sobre el compromiso o la ausencia de Ć©l.
      
DH: Pienso en dos momentos del siglo XX importantes para la tradiciĆ³n clĆ”sica. Uno serĆ­a el make-it-new de Pound y otro el de la poesĆ­a centroeuropea. Quisiera vincular ese vasto panorama de la civilizaciĆ³n con la frase de Yeats acerca de la ambiciĆ³n de la mente humana por dar cabida en un mismo pensamiento a la realidad y a la justicia. Creo que esto tiene que ver con la polis, con la civilizaciĆ³n y con la tradiciĆ³n clĆ”sica.

Absolutamente. Yeats enfrentĆ³ verdades brutales como poeta. Muchos poetas se quedan con el efecto extraordinario de la poesĆ­a; toman el orden establecido como el lugar del comienzo y a partir de ahĆ­ se regocijan con las posibilidades extraordinarias del arte (en cierto sentido Wallace Stevens es un poeta asĆ­). Pero Yeats es trĆ”gico a la griega, en el sentido de que entiende que lo que tenemos se basa, hasta cierto punto, en la brutalidad, que el establecimiento de un orden tendrĆ” violencia en su fundamento, y que lo que nos espera siempre es el desestablecimiento de un orden. Por tanto, la correcciĆ³n polĆ­tica no es una consideraciĆ³n en la que se detenga; siempre tiene un sentido de lo trĆ”gico, lo evanescente y lo brutal. Si uno se acerca a los dramas griegos, a La Orestiada por ejemplo, parte de una cultura de la venganza hacia una posible cultura de la justicia, y ese movimiento es mexicano, es irlandĆ©s, polaco, ruso —incompleto en Rusia. Regreso siempre a la cita de Yeats porque es fundamental; es misteriosa, tiene fuerza poĆ©tica: dar cabida en un mismo pensamiento a la realidad y a la justicia.
      
DH: Quisiera que hablĆ”ramos sobre sus traducciones de San Juan de la Cruz. ¿Es cierto lo que dice el poema, que como penitencia habĆ­a que traducir a San Juan?

El poema estĆ” basado en el recuerdo de un monje carmelita que tuve como maestro en un retiro.

Este hombre venĆ­a de EspaƱa, donde se habĆ­a sumergido en el trabajo de Juan de la Cruz, y era completamente diferente de aquello a lo que estĆ”bamos acostumbrados. Sus sermones y su presencia no eran mĆ­sticos sino fervientes. Desde entonces asocio a San Juan de la Cruz con Ć©l. El hecho es que estaba escribiendo Isla de las estaciones y necesitaba una manera de afirmar la plenitud y la vacuidad. Pensaba que no era capaz de escribir un poema de temple religioso, pero la figura del confesor estaba en mi mente. Era una figura que tenĆ­a que aparecer. En Isla de las estaciones los personajes aparecen porque tienen un aura en mi memoria. DecidĆ­ que no querĆ­a usar una traducciĆ³n del poema ["Cantar del alma que se goza de conocer a Dios por fe"] como acordeĆ³n, que tenĆ­a que alejarme de eso. EscribĆ­ el poema en espaƱol en hojas con amplio interlineado y se lo mandĆ© a mi cuƱada, que llevaba 30 aƱos viviendo en EspaƱa. Le pedĆ­ que llenara los espacios con palabras literales y que, si querĆ­a, escribiera otra versiĆ³n en prosa. AsĆ­ que trabajĆ© con material en bruto —una traducciĆ³n interlinear y una versiĆ³n en prosa—, no eran las palabras de Roy Campbell [conocido traductor de San Juan al inglĆ©s] ni las de nadie mĆ”s. Creo que el ritmo de ese poema es mĆ”s manejable en inglĆ©s, no como el famoso "La noche oscura", cuyo ritmo es felino y ligero, algo muy difĆ­cil de conseguir en inglĆ©s; hay algo en la mezcla de subrepciĆ³n y velocidad en el espaƱol de ese poema que creo que
es inimitable.
 
Luigi Amara: ¿QuĆ© opina de la nociĆ³n de lo mĆ”gico en Yeats, en el sentido de una mente universal? ¿Tiene algo que ver con su obra, con su sentido de la iluminaciĆ³n?

Yeats practicaba la magia. Su vida era regulada por el horĆ³scopo y por sus propias disciplinas secretas. No hay rastros de eso en mĆ­. Sin embargo, en un ensayo suyo sobre magia enuncia unos principios que pueden aplicarse a la poesĆ­a: que muchas mentes pueden afluir en una sola, y que esto puede ser invocado por sĆ­mbolos. Eso lo comparto. Mis creencias sobre poesĆ­a son extremadamente sencillas: que tiene que nacer de, y ser recibida por, una vida que crea. Si Mandelstam o Tsvietaeva gustan no es porque su poesĆ­a haya sido transmitida como propaganda, sino porque, uno por uno, lectores con fe y sensibilidad se mantuvieron en su creencia por su contacto con poemas individuales, por el goce interno o la ratificaciĆ³n del espĆ­ritu, o de la confianza, o de la individualidad que cada poema les daba. AsĆ­ se mantienen la fuerza y valor de la poesĆ­a, no por pasar a travĆ©s de una propaganda sangrante, sino de un poeta a un lector, y de un poeta a otro poeta. De lo que habla Yeats —y lo que los poetas esperan— es de esa entidad individual que nos una a todos. Creo que la poesĆ­a, como la magia, necesita gente preparada para ella. No puede administrarse a la poblaciĆ³n como una inyecciĆ³n que inmuniza. Uno debe acercĆ”rsele y ofrecer una convicciĆ³n sobre su valor. Entonces se recibe algo a cambio. NotarĆ”n cĆ³mo soy catĆ³lico de corazĆ³n: creencia y prĆ”ctica, fe y buenas obras.
      
DH: Usted nos dice constantemente que los poetas centroeuropeos nos dan lecciones en varios Ć”mbitos: resistencia polĆ­tica, resistencia cultural, creaciĆ³n poĆ©tica. (TambiĆ©n nos alertan a los mexicanos, en tanto que somos una pequeƱa y excĆ©ntrica parte de occidente.) TambiĆ©n dice entre lĆ­neas algo acerca de la unidad de la poesĆ­a europea y de las diversas expresiones que se dan dentro de esa unidad. Es impresionante la lectura de sus ensayos sobre estos poetas.

Esos ensayos de los ochenta coinciden con mi llegada a la Universidad de Harvard y mi feliz relaciĆ³n con los poetas estadounidenses, pero tambiĆ©n con mi desconcertada relaciĆ³n con gran parte de la poesĆ­a estadounidense. Supongo que la mĆ­a era una actitud puritana, o europea, al decir que se daba demasiado por sentado en este suspiro romĆ”ntico. Mucha poesĆ­a en Estados Unidos es sobre el yo y es ligeramente indulgente. Proviene de una cultura freudiana —opuesta a una marxista—, donde, hasta cierto punto, Freud es santo patrono de la vida intelectual, ciertamente de la clase media. La presencia de Freud no es tan fuerte en la vida europea, mientras que la conciencia marxista de la justicia social es un tema real —aunque uno pueda hacerlo a un lado e ignorarlo. Tal vez el tema de la justicia social estĆ© presente en Estados Unidos en un sentido racial, pero no es lo mismo. EscribĆ­ esos ensayos como antĆ­dotos, para defenderme, o para explicarme a mĆ­ mismo, para aferrarme a algo que estaba mucho mĆ”s sĆ³lidamente basado en la polĆ­tica. No me interesa la polĆ­tica como tema de la poesĆ­a, ni Ć©sta debe tener un compromiso polĆ­tico, pero la polĆ­tica como un aspecto de la vida debe ser una presiĆ³n en la mente, al menos en cuanto a mĆ­ toca. AsĆ­ que supongo que tengo algo de poeta eurocĆ©ntrico; sin duda, esa es mi tradiciĆ³n. TambiĆ©n estĆ” el hecho de que soy maestro desde reciĆ©n entrados los 20 aƱos. Gran parte de mi vida se ha ido, digĆ”moslo asĆ­, en la defensa de la poesĆ­a, no necesariamente de forma grandiosa sino con niƱos. Empezando en Belfast, donde realmente te fastidian con preguntas como: "¿Por quĆ© tenemos que hacer esta mierda?" Desde ahĆ­ hasta Harvard, donde te preguntas por quĆ© estĆ”s dando clases de creaciĆ³n literaria, por quĆ© tienes a 17 estudiantes escribiendo versos, cuĆ”l es tu objetivo. AsĆ­ que la tradiciĆ³n de la poesĆ­a y el hecho de pensar su significado dentro de la vida en general es algo que ha estado acompaƱƔndome tal vez demasiado.
      
DH: ¿Encuentra alguna diferencia significativa entre nacionalismo y patriotismo?

Creo en atesorar lo nacional o lo Ć©tnico, cualesquiera que sean las posesiones de la tribu de su pasado, los objetos y los sĆ­mbolos sagrados, las viejas historias, eso que une al sistema. Pero, por supuesto, ese tipo de creencia ha sido profanado y tratado brutalmente en movimientos de tipo fascista-nazi. Al ver a los serbios uno piensa: "cuidado, cuidado", igual al ver lo que sucede con el ERI, aunque el ERI es algo meramente polĆ­tico. "Nacionalismo" es una de las malas palabras del siglo XX en Irlanda, y yo entiendo exactamente sus peligros porque he estado implicado. He escrito poemas cuyo significado se ha vuelto diferente y peligroso con los aƱos. EscribĆ­ un poema titulado "Requiem for the Croppies" en 1966, aƱo en que se cumplĆ­a el 50 aniversario de los levantamientos de 1916 contra los britĆ”nicos. Mi poema estaba dedicado a la memoria de los que murieron en 1798, en la Ć©poca de Wolf Tone. Pero 1798 resucitĆ³ en 1916, y mi poema fue escrito en 1966, invocando la tradiciĆ³n de la insurrecciĆ³n, como la llaman, la violencia y la renovaciĆ³n. Dos aƱos despuĆ©s se desatĆ³ la violencia en el norte de Irlanda. Mi poema pretendĆ­a darle cabida al sentimiento nacional irlandĆ©s en el Ulster —oficialmente hablando, Irlanda del Norte era un lugar donde lo irlandĆ©s no existĆ­a, sino lo britĆ”nico. AsĆ­ que yo decĆ­a: "No se olviden", y habĆ­a una ligera agresiĆ³n en el poema. Cuando el ERI comenzĆ³ a operar en los setenta el poema fue usado por algunos grupos, se grabĆ³ en un disco con poesĆ­a patriĆ³tica y republicana muy vehemente, que fue cantado inocentemente en un primer contexto; en un segundo contexto se volviĆ³ incendiario y peligroso. Durante los setenta y ochenta dejĆ© de leer ese poema porque era como un llamado a las armas. Ahora que todo ha pasado, creo que deberĆ­a tener un lugar porque es parte de nuestra historia, de nuestra herencia, esas rebeliones no van a ser suprimidas sĆ³lo porque sucedieron. Hay una cierta inmoralidad cuando se corea la violencia; pero tambiĆ©n hay una cierta estupidez cuando se niega que Ć©sta existe. Ahora bien, para regresar al principio, creo en aquello que une al grupo o tribu, en la memoria, siempre y cuando no se comience a castigar a otras tribus por unirse alrededor de sus sĆ­mbolos. El peligro es el triunfalismo de un grupo de sĆ­mbolos por sobre otro. Pero que estemos en guardia frente al triunfalismo no significa que debamos ser abnegados. En Irlanda este es un asunto cotidiano, particularmente en Irlanda del Norte, porque en un nivel muy pequeƱo, local, hay sediciĆ³n, ira, peligro en la ostentaciĆ³n de sĆ­mbolos, banderas, emblemas, la corona contra el arpa. No creo que eso signifique que la corona y el arpa deban quitĆ”rsele a esos grupos, tan sĆ³lo que los cabrones deben comenzar a entender la presencia del otro.
      
DH: Los mexicanos entendemos bien el asunto porque nuestro nacionalismo es determinado por la fatalidad geogrĆ”fica. Por un lado somos muy nacionalistas frente a nuestros primos rubios; por el otro, nuestra memoria histĆ³rica nos vuelve resentidos con los espaƱoles. Antes se discutĆ­a si la poesĆ­a mexicana era poesĆ­a espaƱola. No, es mexicana. Algunos poetas como Jorge Cuesta intentaron abrir esa brecha, los poetas mexicanos somos poetas espaƱoles en un sentido mĆ”s amplio.

Yo me enredĆ© en ese sensible asunto cuando fui incluido, con bastante razĆ³n, en un libro llamado PoesĆ­a contemporĆ”nea britĆ”nica. NacĆ­ en Irlanda del Norte, soy un sĆŗbdito britĆ”nico por nacimiento, publico en Londres y todo eso. Como cualquier escritor joven, entrĆ© a la corriente sin mucho razonamiento, y gradualmente, en mis treintas y cuarentas, estas interrogantes sobre la nomenclatura pasaron a tener un significado polĆ­tico importante. Luego pasaron a ser un asunto de honestidad. Yo sentĆ­a que debĆ­a decir que no era un poeta britĆ”nico de esa manera. Eran los tiempos de Margaret Thatcher. Aceptar ser un poeta britĆ”nico para mĆ­ era como acompaƱar al cĆ³nsul britĆ”nico a Polonia, bajo el pabellĆ³n nacional, como representante de la poesĆ­a britĆ”nica; nunca lo harĆ­a, pero ese era mi nacionalismo hablando. Era Margaret Thatcher y su enemistad con todo lo que mi cultura representaba, asĆ­ que mi resistencia fue estrictamente polĆ­tica en un sentido, lo cual va en contra de la apertura invocada por la poesĆ­a, del poder que no conoce fronteras. Era una situaciĆ³n confusa y vergonzosa, pero por el bien de la honestidad y la claridad escribĆ­ una carta en verso con tres lĆ­neas famosas (famosas sobre todo porque siempre me las citan de rebote):
 
               Our passports are green
               And we've never raised a glass
               To toast the Queen.2
      
Lo cual era la simple verdad. Luego notĆ© con placer que las antologĆ­as comenzaron a llamarse PoesĆ­a britĆ”nica e irlandesa —ya son sensibles a la nociĆ³n y, sin embargo, un segundo despuĆ©s de decir eso uno se pregunta: "¿Acaso importa?"
      
JT: Usted hizo una lectura de un poema de Czeslaw Milosz, "Encantamiento", que aparentemente estĆ” dedicado al triunfo de la razĆ³n humana sobre sus enemigos, pero cuya verdadera fuerza reside, segĆŗn usted, en la pĆ©rdida que sobreviene tras la proclama de confianza. ¿Escribe usted con esa conciencia de la pĆ©rdida?

Creo que es fundamentalmente contra lo que uno escribe. Recuerdo que un poeta escocĆ©s decĆ­a que la poesĆ­a era como el jacobitismo, que hoy en Escocia es una causa perdida, la derrota segura de todos los sueƱos romĆ”nticos nacionalistas. Orfeo no triunfa, pero su acciĆ³n es crucial. Otra imagen que me gusta es la de la poesĆ­a como un sistema inmunolĆ³gico: sabe que puede ser derrotado, puede perder, pero sin Ć©l todo se colapsarĆ­a. La poesĆ­a generalmente estĆ” a tono con el sistema de valores mĆ”s profundo dentro del yo y la cultura. Y el sistema de valores mĆ”s profundo cuando yo crecĆ­ era, en parte, un gran estoicismo campesino y, en parte, la total espiritualidad de la fe cristiana. La poesĆ­a debe mantenerse alejada de esos rastros profundos.

 Me encanta esta frase de Ted Hughes: "La poesĆ­a viene del lugar del sufrimiento y la decisiĆ³n en cada uno de nosotros". Esa es la Ćŗltima trinchera, y ahĆ­ va a haber un poco de pĆ©rdida que tendremos que enfrentar. –

      — TraducciĆ³n de Julio Trujillo

 

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(ciudad de MĆ©xico, 1971) es poeta, ensayista y editor.


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