Folios, revista editada por el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Jalisco, dedica su número de otoño-invierno de 2009, con casi un año de retraso, al aniversario cincuenta de la Revolución cubana.
Desde su heroico cubículo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (que paga el pueblo de México con sus impuestos), el profesor Nayar López Castellanos nos explica que el Partido Comunista de Cuba “se concibe como un factor de unidad política de la sociedad, y no como un partido en los términos electorales a los que estamos acostumbrados”. También aclara que las organizaciones de masas “representan unos de los soportes fundamentales como espacio de participación y discusión”. Y que en los comicios participa “el 98% de los cubanos inscritos en el padrón electoral” en un proceso vigilado “por los niños –los pioneros–, bajo la presencia de periodistas nacionales y extranjeros”. Entre sus 14 referencias bibliográficas destacan la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado de La Habana, el doctor Fidel Castro Ruz y Ricardo Alarcón Quezada.
Por su parte, Raúl Romero, estudiante de esa misma facultad, afirma que “la democracia ejercida en Cuba tiene una fuerte perspectiva popular, en contraposición a la democracia electoral del Occidente”. Y después de un sesudo y objetivo análisis del sistema electoral cubano concluye brillantemente que “la rendición de cuentas y el mandato revocatorio son un componente importante del sistema electoral”.
El licenciado por la UANL Silvano Cantú se pregunta: “¿les faltan derechos civiles y políticos a los cubanos?”, y se responde con sabiduría: “sin duda, pero la práctica del castrismo pretende atenuarlo, porque los cubanos se deben a su sociedad y a la historia, de la que son instrumentos. El individuo sirve a la sociedad y no al revés. Esto puede considerarse terrible, pero cada nación tiene su forma de ‘servidumbre voluntaria’”. Y remata con esta justa comparación: “En Puerto Rico, el hermano autonomista de Cuba que no es criticado por Occidente, las libertades sirven hoy apenas para bailar reggaeton (lo que también se hace en Cuba).”
Por último, Daniel Badenes, sagaz periodista argentino y docente de la Universidad de La Plata nos regala esta viñeta: “La Habana es una ciudad fascinante que permite viajar en el tiempo. Sus calles son un museo del automóvil en movimiento: hay algunos coches nuevos, pero predominan los Chevrolets de los cincuenta, y autos rusos de antaño. Impecables, son un cabal alegato contra la cultura de lo destacable […] Tampoco abruma la publicidad. No hay mujeres semidesnudas vendiendo ropa interior ni estrellas de futbol explicando qué celular es la clave de su éxito. Una cartelería atípica para el ojo ‘occidentoxicado’ [brillante neologismo] evoca frases de Martí y emprende campañas contra el problema de la holganza. Sorprende que la policía no porte armas de fuego –por supuesto, la población civil no tiene– y que tampoco hay alarmas o casas atestadas de cerrojos.”
Con la consabida Trinidad de la educación (que no es ideológica), la salud (que está abierta al escrutinio) y la comida (que no se reduce a una cartilla de racionamiento familiar), para estos académicos en Cuba no hay disidentes, ni censura, ni presos políticos, ni vigilancia por cuadra, ni prohibición de huelga o manifestación, ni balseros, ni jineteras, ni dictadura vitalicia (y hereditaria), ni mujeres de blanco, ni ruinas urbanas, ni colas en la oficina de representación americana, ni privilegios, ni pirámide jerárquica, ni prohibición de salir del país o de mudarse de ciudad, ni discurso único y obligatorio, ni trabajo “voluntario”, ni código penal que en las democracias no sería aceptable ni en época de guerra, ni turismo sexual consentido, ni pobreza extrema, ni hacinamiento, ni la tasa de suicidios, abortos y exiliados más alta del mundo. No, los cubanos, felices de su democracia popular, viven satisfechos y vigilantes ante el acoso perenne del imperialismo.
Después de leer estos trabajos, presentados bajo el disfraz de lo académico, he llegado a una conclusión: la academia no está en crisis. La academia es la crisis.
A los editores de Folios, una calurosa felicitación por defender el totalitarismo desde el consenso de los partidos políticos, esos tristes representantes de la democracia formal y burguesa. ~
(ciudad de México, 1969) ensayista.