Señor Director:
< align=right>“El estruendo de los despotricadores
ensordece a los críticos.“
Fernando Savater
El talento sin tregua del maestro Guillermo Sheridan le ha llevado a inventar un mundo a la medida de sus obsesiones. Desde ahí, y sirviéndose sistemáticamente de mentiras y de medias verdades, don Guillermo lleva años haciendo servicio público: denunciandola existencia de una cofradía maligna, obstinada por llevar a la Universidad, a la ciudad de México y al país entero a un destino dantesco.
En esta ocasión, su colaborador aprovecha la oportunidad para “desenmascarar” ante el lector de Letras Libres quién es en realidad Inti Muñoz y cuál es la verdad de sus aviesas intenciones: movilizar a los estudiantes del país para vandalizar el patrimonio nacional.
Que la realidad es el principal recurso de la ficción es una verdad tan antigua como la literatura misma. Su recorrido inverso, la ficción que se quiere erigir como realidad, no. Es una pena que ese mundo perfecto, tan chusco y tan gracioso, en el que mes a mes don Guillermo se deleita, tenga límites claros: los de la difamación y el insulto.
Todo lo que afirma Sheridan con respecto a mi persona es falso: nunca promoví, encubrí o justifiqué ningún tipo de ultraje contra ningún mural de Diego Rivera. Más aún, tal agravio nunca ocurrió. Entiendo la política como un espacio que debe ser regido por la ley, la tolerancia, la inteligencia y la no violencia. Jamás he quemado camiones, ni he solapado algún acto ilegal. Nunca fui “vocero” de nadie. Ninguna persona me ordenó iniciar o levantar huelga alguna. Fui designado candidato a diputado federal por el Consejo Nacional por el partido político con estatutos y registro en el que milito, para posteriormente ser electo constitucionalmente en un proceso organizado por el Instituto Federal Electoral en el que votaron millones de personas. ¿Puede Sheridan probar lo que escribe?
Resulta lamentable que una publicación del prestigio y estatura de Letras Libres que en cada entrega insiste con lucidez en la necesidad de elevar la calidad de nuestro debate público se contradiga al publicar los arrebatos biliares de Sheridan, abriendo con tanta generosidad sus páginas al uso velado de falsedades y tergiversaciones para dañar a quien piensa diferente. –