Tobe Hopper, Dario Argento y Mario Bava, los maestros del gore, sabían que la clave del cine aterrador está en el fino hilar del suspenso antes que en un visible e incesante baño de sangre: nos estremece más lo que la cámara oculta que lo que muestra. Por desgracia, el cine gore de los últimos años ha olvidado la imaginación y el recato para concentrarse en un sadismo casi pornográfico. Películas como Hostal, una estupidez llena de tortura gratuita, o Wolf Creek, cinta australiana con un memorable villano pero sin verdadera chispa creativa, no han hecho más que lastimar un género de por sí vilipendiado. A pesar de estar muy cerca del reciente basurero gore, Despertar del diablo, del joven francés Alexandre Aja, ofrece ciertos destellos de implacable y cruel destreza narrativa. Pero son sólo destellos. Al final, el morbo vence a Aja y el director no alcanza la brillantez que prometía con Haute tension, su impresionante filme previo.
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.