Las elecciones en Chiapas

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Tras las elecciones del 2 de julio, el gobernador de Chiapas, Roberto Albores Guillén, no se ha cansado de ensalzar la victoria del PRI en ese estado. Una rápida mirada a los resultados electorales parece darle la razón. Francisco Labastida llegó en primer lugar en las elecciones para presidente con el 44.5% de los votos válidos.
El PRI obtuvo las dos senadurías de mayoría y once de las doce diputaciones, recuperando así una de las dos diputaciones (la de Tapachula) que había conquistado el PRD en 1997. La única diputación que escapó al dominio del tricolor fue la de Tuxtla Gutiérrez, que pasó de manos del PRD a las del PAN. Por si esto fuera poco, Chiapas, junto con Oaxaca, es uno de los estados en los que la diferencia que separa al PRI de su más cercano competidor (en este caso el PRD) es más grande (16.3% en las elecciones para diputados de acuerdo con datos del PREP), precedidos tan sólo por el caso excepcional de Sinaloa (40.6%), la tierra de Francisco Labastida, y por Nayarit (18.7%).
     Otros indicadores, en cambio, deberían invitar a matizar el entusiasmo del PRI en Chiapas. Esta entidad sólo obtiene el séptimo lugar en la República Mexicana de acuerdo con el porcentaje de votos obtenidos por el PRI, precedida por Sinaloa, Nayarit, Yucatán, Hidalgo, Tamaulipas y Guerrero. Por otra parte, si en el conjunto del país el PRI vio disminuir su votación en las elecciones para diputados entre 1997 y 2000 tan sólo en 1.3%(pasando de 39.1% a 37.8%), en Chiapas su caída fue de cinco puntos porcentuales (de 50.9% a 45.9%).
     Por otra parte, aunque Chiapas sigue ocupando el último lugar en lo relativo a la participación electoral (51.4% contra 63.3% a nivel nacional), las pasadas elecciones se caracterizaron por un descenso muy importante del abstencionismo, que se redujo del 64.8 al 48.6%. Los nuevos electores (jóvenes entre 18 y 21 años y antiguos abstencionistas) dieron su voto en primer lugar a la Alianza por el Cambio (40.1%), luego al PRI (37.1%) y sólo entercer lugar a la Alianza por México (17.8%). Como era de esperarse, el aumento de votos a favor de la coalición PAN-PVEM fue especialmente grande en los distritos fundamentalmente urbanos (Tuxtla Gutiérrez y Tapachula) o con un nivel de ingreso mayor al resto del estado (Tonalá). El PRI, sin duda ayudado por los programas de desarrollo social (Progresa, Procampo y otros), aumentó sus votos en los distritos rurales, teniendo más éxito en los de mayoría ladina y obteniendo resultados un poco menos favorables en aquellos en los que los indígenas son mayoría. El PRD, en cambio, sólo pudo llevarse más votos nuevos que losdemás partidos en el distrito de Palenque. Así, pues, las tendencias de largo plazo tienden a favorecer al PAN y a debilitarfundamentalmente al PRD y en menor medida al PRI.
     En realidad, el aparente predominio del PRI en Chiapas se debe no tanto a la fortaleza del tricolor en el estado como alhecho de que los únicos partidos que vieron aumentar el porcentaje de voto a su favor fueron los que integraron la Alianza por el Cambio. En efecto, en 1997 los sufragios a favor del PAN y del PVEM representaban tan sólo el 14.4% de los votos válidos (13.1% y 1.4%, respectivamente) y a pesar de que ahora casiduplicaron ese porcentaje, alcanzando el 25.2%, no lograronsuperar a la Alianza por México, que perdió 5.8 puntos porcentuales al pasar de 32.9% en 1997 (29.6 para el PRD y 3.3 para el pt) a 27.1% de los votos válidos.
     Así, el PRI pudo llevarse prácticamente todas las diputaciones gracias al hecho de que el voto opositor se dividió enpartes casi iguales. Esto explica la paradoja del decimosegundo distrito (Tapachula), en donde el PRI, a pesar de que vio disminuir su porcentaje de votos, recuperó la diputación gracias alhecho de que el PAN creció fundamentalmente a costa del PRD.
     Así, el predominio del PRI en Chiapas se antoja bastanteendeble de cara a las elecciones para gobernador que tendrán lugar el 20 de agosto y en las que probablemente sólo competirán dos candidatos: Sami David por el PRI y Pablo Salazar Mendiguchía por la Alianza por Chiapas, que incluye a prácticamente todos los demás partidos (PAN, PRD, PT, PVEM, CD, PAS, PSN y PCD). (El candidato de Democracia Social, partido que obtuvo sólo el 0.5% de los sufragios válidos en Chiapas, podría perder su derecho a participar en la contienda, al quedar su partido sin registro nacional.)
     En efecto, si Pablo Salazar lograra recuperar todos los votos que recibieron esos partidos en las pasadas elecciones federales, alcanzaría el 52.9% de los sufragios, frente al 45.9% queobtuvo el PRI. Además, Salazar cuenta con otras prendas para alcanzar la gubernatura de Chiapas al agrupar fuerzas políticas y sociales en extremo diversas. Siendo de religión evangelista, ha mantenido siempre una gran cercanía y amistad con Samuel Ruiz García, ahora obispo emérito de San Cristóbal. De tal forma que es probable que pueda contar con gran parte de losvotos tanto de los protestantes del estado de Chiapas (16.25% de la población) como de los integrantes de la red de catequistas católicos liberacionistas, sin duda la organización social más importante y activa en las regiones indígenas. Aunque militó muchos años en el PRI y fue electo senador por ese partido en 1994, desde que se integró a la Cámara de Senadores se caracterizó por su independencia e inició su acercamiento al PRD y a aquel foco de convergencia de diversas corrientes de pensamiento de izquierda que es La Jornada. Como integrante de la Cocopa, jugó un papel de gran importancia en el desempeño de esta comisión, en la que a menudo defendió, junto con los diputados y senadores del PRD, posiciones favorables al EZLN. Gracias a ello, ahora cuenta con el apoyo más o menos abierto de las ONGs que trabajan con las bases zapatistas tanto de Los Altos de Chiapas como de la Selva Lacandona. No obstante que se le suele identificar con la izquierda, el PAN de Chiapas lo acogió como uno de los suyos en la convención en la que recibió la investidura por parte de ese partido. Además, varios de los hombres fuertes que durante años controlaron diversas regiones del estado en beneficio del PRI se han sumado a su equipo de campaña. Muchos sospechan, también, que el ex gobernador interino Javier López Moreno —quien durante 1994 logró evitar con gran habilidad que la agitación social que se desencadenó a raíz del levantamiento zapatista desembocara enenfrentamientos sangrientos entre grupos contrarios— simpatiza con la campaña de Salazar (al que nombró como secretario de gobierno durante unos meses de su administración y al que luego promovió como candidato a senador por parte del PRI, en contra de la voluntad de los dirigentes estatales de ese partido).
     Finalmente, el candidato por la Alianza por Chiapas puede jugar un papel crucial en el establecimiento de puentes decomunicación entre el Subcomandante Marcos y el presidente electo Vicente Fox, de tal suerte que su triunfo en las elecciones no podría más que alegrar a todos aquellos políticos yautoridades que desean una transición pacífica y ordenadaentre la presente administración de Ernesto Zedillo y la próxima de Vicente Fox.
     Los diputados locales del PRI le hicieron además un favor al oponerse a que las elecciones para gobernador de Chiapas fueran concurrentes con las pasadas elecciones federales. Sinduda, esperaban que la victoria de Francisco Labastida diera un impulso adicional a la campaña de Sami David. Pero ello permitió a Pablo Salazar mantenerse al margen del enfrentamiento electoral entre Fox y Cuauhtémoc Cárdenas y, ahora que la batalla ha terminado, recibir el apoyo de los dos antiguos contendientes. Finalmente, el triunfo de Fox ha provocado un enorme desconcierto entre los militantes y simpatizantes del PRI, que ni remotamente pensaban que su candidato habría de perder las elecciones presidenciales.
     Por si esto fuera poco, la derrota de Francisco Labastida ha dejado sin sustento federal al decrépito sistema de control político de los municipios indígenas de Los Altos de Chiapas que se puso en marcha durante la presidencia de Lázaro Cárdenas.
     Un primer indicador del cambio profundo que se está produciendo entre los indígenas de Chiapas se ha manifestado en las colonias periféricas de San Cristóbal de las Casas. En efecto, estos indígenas urbanizados que se dedican al comercio y a prestar servicios diversos en la ciudad, y que se mueven con soltura tanto en los parajes rurales de Los Altos como en las ciudades de San Cristóbal, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa y Cancún, y ahora también en los Estados Unidos, parecenhaber roto con el tradicional voto corporativo que favorecíageneralmente al PRI y en ocasiones al PRD. En muchas de las casillas instaladas en el cinturón urbano de San Cristóbal llegó en primer lugar Fox, en otras Labastida, y en todas la votación fue copiosa (sin ser mayoritaria) a favor de Cárdenas. Al día siguien-te de la jornada electoral, muchos indígenas se saludabanalegremente con la V de la victoria de Fox.
     En todos los municipios indígenas del quinto distrito, el PRI vio disminuir el porcentaje de sufragios a su favor con respecto a las elecciones de 1997, con la única excepción de Chamula, pasando de 75.6% a 70.1%. Esta disminución fue acompañada de un aumento considerable de la participación electoral, que pasó de 31.1% en 1997 (porcentaje calculado eliminando ladistorsión que suponen las casillas quemadas por las bases de apoyo del EZLN) a 48.8%.
     Pero más que este descenso, finalmente marginal, de lavotación a favor del PRI en los municipios indígenas del quinto distrito (que abarca gran parte de Los Altos de Chiapas), lo más importante es que la lógica clientelista que ha imperado durante décadas podría empezar a funcionar en detrimento del PRI. En efecto, en las cabeceras y parajes indígenas se empieza a rumorar que en el futuro para obtener subsidios federales habrá que sufragar por el PAN. Otros indígenas dicen que ellos siempre han votado por el gobierno, y si ahora éste es del PAN mantendrán viva la tradición. Algunos líderes empiezan a reunirse a puertas cerradas con sus simpatizantes con el fin de formar nuevas corrientes políticas en Los Altos.
     La identificación que el PRI promovió entre sus colores y los de la bandera nacional ha dado lugar a fenómenos sorprendentes. El 3 de julio, en una colonia periférica de San Cristóbal,algunos indígenas dudaron sobre la conveniencia de izar la bandera tricolor en la tradicional ceremonia cívica de los lunes.
     A pesar de ello, no todo es miel sobre hojuelas para Pablo Salazar. Las coaliciones no sólo suman votos, sino que también pueden restarlos. Más de un miembro de las ONGs se pregunta qué hacen viejos caciques del PRI en el equipo de campaña del candidato por la Alianza de Chiapas. Los enfrentamientos entre perredistas y panistas que se disputaron acremente la senaduría de minoría no cicatrizarán de un día para otro. Muchos indígenas de Los Altos pueden permanecer a la expectativa, sin participar, en las próximas elecciones estatales: prudentemente, quieren cerciorarse de que realmente el PRI ha muerto antes de comprometer su voto por nuevos partidos. Una encuesta de la fundación Arturo Rosenblueth —ciertamente realizada diez días antes de las elecciones federales— arroja el dato de que 44% de los ciudadanos piensan votar por Sami David, contra el 38% que se proponen hacerlo por Pablo Salazar.
     Pero, antes que nada, las élites priístas del estado se lo juegan todo en estas elecciones. La pérdida de la gubernaturapodría significar la desintegración del PRI en Chiapas y un rudo golpe al "sindicato" de los gobernadores del sureste de la República. Así, los golpes bajos contra el candidato de la Alianza por Chiapas se han multiplicado: en estos días han aparecido libelos anónimos llamando a votar por Sami David, el católico, en contra de Pablo Salazar, el protestante. Además, no todos los dirigentes políticos indígenas pueden soñar con obtener un lugar para ellos y para sus seguidores en el PAN o en el PRD. Los caciques de Chamula, por dar un ejemplo extremo, que controlan el crédito usurero con la ayuda de una feroz policía privada y que durante décadas han promovido la expulsión de los indígenas protestantes del municipio, no pueden más que ver en Pablo Salazar, antiguo abogado defensor de los chamulas evangélicos refugiados en San Cristóbal, al demonio encarnado. Una reacción violenta y desesperada por parte de estos caciques acostumbrados a imponer su voluntad no puede ser totalmente descartada. Por último, el PRI cuenta con un maravilloso instrumento de presión sobre los ciudadanos: las copias de las listas nominales de electores, casilla por casilla, en las que sus representantes han anotado quién votó y quién no durante las pasadas elecciones federales. La tentación de ejercer todo tipo de presiones sobre los abstencionistas para que ahora sufraguen a favor del PRI puede ser muy grande.
     Pero la gran incógnita de las próximas elecciones es la actitud que tomarán la dirigencia del EZLN y sus bases de apoyo. La promesa del Subcomandante Marcos de dejar a las comunidades en libertad de votar o no en las elecciones federalesparece haberse cumplido a cabalidad. Los resultados electorales muestran, si no la desaparición total del abstencionismoextremo que se producía en las secciones electorales con presencia zapatista, sí por lo menos una reducción radical de éste. La paradoja es que los nuevos votos de dichas secciones en Los Altos de Chiapas han sido captados fundamentalmente por el PRI. En el conjunto del distrito de Ocosingo, en cambio, se han repartido en partes casi iguales entre el PRI y la Alianza porMéxico (no hemos podido analizar todavía los resultados seccionales de ese distrito).
     Evidentemente, la actitud de Marcos ante las próximas elecciones estará totalmente determinada por su visión a largo plazo. ¿Estará dispuesto a sentarse a negociar con un presidente de una corriente política que evidentemente no cuenta con sus simpatías, pero que está investido de una enorme legitimidaddemocrática? ¿Podrá admitir que el futuro gobernador de Chiapas pueda, como resultado de unas elecciones libres y trasparentes, aparecer como un representante legítimo de todos los ciudadanos chiapanecos, indígenas y ladinos? ¿Estará dispuesto a acatar finalmente el mandato de la consulta que él mismo promovió en septiembre de 1995 y en la que la inmensa mayoría de los participantes aprobó la idea de que el EZLN se transformara en una fuerza política (muchos votaron a favor de que fuera independiente, otros menos a favor de que se uniera a otras fuerzas y organizaciones, pero casi todos manifestaron su deseo de que fuera una fuerza política)? ¿Querrá, pues, abandonar las armas y contribuir desde la trinchera que estime más conveniente a reconstruir la izquierda de este país, seriamente maltrecha, ahora que uno de sus principales objetivos, sacar al PRI de la Presidencia de la República, se ha cumplido? ¿Querrá entrar en una lógica de negociación en la que necesariamente ambas partes tendrán que hacer concesiones? ¿Aceptará que el Congreso de la Unión revise los Acuerdos de SanAndrés para adaptarlos a la nueva realidad del país y para corregir algunas de sus imprecisiones y ambigüedades? (En lo personal me sigue preocupando especialmente el punto que dice que los indígenas elegirán a sus autoridades municipales de acuerdo con sus usos y costumbres, propuesta que me parece imposible de poner en práctica en el contexto actual de Chiapas.) ¿O, por el contrario, se mantendrá en la lógica inflexible del todo o nada, rechazando que se cambie la más mínima coma de la propuesta de la Cocopa, queriendo así imponer su voluntad por encima de la de los legisladores democráticamente electos? ¿Querrá mantener a ultranza su imagen romántica de hombre puro y radical que no transige nunca, a costa incluso del bienestar de los indígenas de Chiapas que sufren día a día las consecuencias de la prolongación del conflicto? ¿Se resignará a dejar de ser un mito y convertirse en una persona decarne y hueso, con sus virtudes y sus defectos? La respuestaestá en el aire. –— Texto escrito con la colaboración de Willibald Sonnleitner

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(ciudad de México, 1954), historiador, es autor, entre otras obras, de Encrucijadas chiapanecas. Economía, religión e identidades (Tusquets/El Colegio de México, 2002).


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