El bardo del Pentágono

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Al mismísimo Henry Kissinger, uno de los factótums más aterradores de nuestro tiempo, Dick Cheney y Donald Rumsfeld le quitan el hipo: hace cosa de un año, el Dr. K opinaba que nunca había conocido a seres más escalofriantes que el vicepresidente y el secretario de Defensa de su propio país, miembros de su propio partido y perhaps de su propio club de golf.
     Y sin embargo, resulta que en el Pentágono hay un poeta, hay un filósofo: nada menos que el aterrador sujeto de la voz de témpano y los espejuelos diáfanos: Donald Rumsfeld… En efecto, un tal Hart Seely, en la revista de internet Slate (slate.msn.com/id/2081042/, “The poetry of D.H. Rumsfeld”), ha expuesto a la luz pública unos cuantos poèmes trouvés que pergeñó en las transcripciones oficiales de entrevistas y conferencias de prensa del secretario de Defensa de Estados Unidos.
     He estado hojeando las Historias de Herodoto, y no he encontrado el caso de un guerrero que, sin ser él mismo un guerrero verdadero —Rumsfeld nunca ha estado en una guerra, ni siquiera como mirón o general—, sea también poeta y pensador. Don Donald no es, pues, un Marco Aurelio, emperador, comandante y moralista autor de líneas como:

Alejandro, César, Pompeyo, ¿qué son al lado de Diógenes, Heráclito, Sócrates? Porque éstos conocieron las cosas, sus causas, su naturaleza, y la razón que los dirigía era autónoma, mientras que aquéllos ¡cuántas cosas ignoraron y de cuántas otras fueron esclavos!,

o de estas otras, de sumo interés para cualquier dirigente con grandes responsabilidades en sus manos:

¿A qué deberé aplicar en este momento mi alma? A propósito de todo tendré que hacerme esta pregunta, y examinar lo que en este momento se encuentra en la parte de mí mismo que se llama principio hegemónico, y de qué condición es el alma que actualmente poseo. ¿Será la de un niño, de un adolescente, de una mujerzuela, de un tirano, de un buey o de una fiera?

Sin embargo, a veces el mejor poeta es el que no sabe que lo es. A continuación transcribo, en mi modesta traducción, algunos poemas encontrados por Hart Seely. Los títulos son suyos, no del vate de las márgenes del Potómac.

Lo desconocido

Como sabemos,
     hay sabidos sabidos.
     Hay cosas que sabemos que sabemos.
     También sabemos
     que hay no sabidos sabidos.
     Esto es,
     sabemos que hay algunas cosas
     que no sabemos.
     Pero también hay no sabidos no
      sabidos,
     aquellos que desconocemos que
      desconocemos.

No sé a ustedes, pero a mí esto me recuerda un poco dos anotaciones de Wittgenstein que rezan así: “¡No te intereses por aquello que, supuestamente, sólo tú comprendes!” y, sobre todo, ante todo, “El círculo de mis pensamientos es probablemente mucho más estrecho de lo que supongo”. El siguiente poema de Rumsfeld reza así:

Una confesión

De vez en tarde,
     estoy parado aquí, haciendo algo.
     Y me pregunto:
     “¿Qué diantre estoy haciendo aquí?”
     Es una gran sorpresa.

El gran poeta chino Li Po terminaba su poema “Despedida a Sun Zhiti en Jianxia” con estas estrofas:
     Besados por las luces del sol,
     los pájaros del valle entonan su
      alborozo.
     Ha caído la noche y el viento
     nos trae los lamentos de los monos.
     Como hombre, jamás he derramado
     una lágrima,
     mas ahora no puedo contener el
      llanto.

También pienso en dos tankas. Uno es de Ki no Tsurayuki:

Qué depara la vida. A mediodía pienso
     en quienes ya murieron.
     Me entristezco.

El otro es anónimo:

Es que el mundo fue siempre
     inquieto, o soy yo
     quien lo siento.

También de los pálidos labios del vate Donaldo Rumsfeldo tenemos:

La situación

Las cosas no serán necesariamente continuas.
     El hecho de que sean algo que no es perfectamente continuo
     no debe caracterizarse como una pausa.
     Habrá algunas cosas que la gente verá.
     Habrá algunas cosas que la gente no verá.
     Y la vida sigue su curso.

Estas estrofas me han evocado, de Charles Simic, su “Poema sin título”:

Pregunto al plomo:
     ¿Por qué has permitido
     que se te convierta en bala?
     ¿Has olvidado a los alquimistas?
     ¿Has abandonado la esperanza
     de convertirte en oro?

Nadie responde.
     Plomo. Bala.
     Con nombres como éstos
     el sueño es largo y profundo.
     Y, del mismo Simic, las últimas estrofas del poema “Hacha”:

Estas oscuras profecías, extrañas
      incluso para mí,
     fueron recogidas por mi cuerpo,
     que entiende de probabilidades
      históricas,
     aunque carezca, en esencia, de futuro.

Finalmente, tenemos estos versos herméticos del bardo del Pentágono:

Claridad

Creo que se encontrarán,
     creo que se encontrarán con que
     cualquier cosa que hagamos en
      sustancia,
     habrá claridad casi perfecta
     sobre lo que esto sea.

Y se sabrá,
     y lo sabrá el Congreso,
     y lo sabrán ustedes,
     probablemente
     antes de que lo decidamos,
     pero se sabrá.

Cualquiera puede advertir en estas líneas la temprana y duradera influencia del Humpty Dumpty de Lewis Carroll sobre el niñito pícaro o inocente que alguna vez fue Donald Rumsfeld, a quien nos gustaría encomendarle que, en un momento en que las cosas no sean necesariamente continuas y se produzca lo que otros llamamos pausa, lea un poema de Robert Bly que a continuación traslado al español:

Contando cadáveres de pequeña osamenta

Una vez más contemos los cadáveres.

Si tan sólo pudiéramos reducir los cuerpos
     al tamaño de los cráneos,
     formaríamos una blanca planicie de cráneos a la luz lunar.

Si tan sólo pudiéramos reducir más los cuerpos,
     ¡tal vez podríamos acopiar
     en el escritorio todo un año de
      matanza!

Si tan sólo pudiéramos reducir aún más los cuerpos,
     meteríamos un cadáver
     en un anillo, a fin de nunca olvidarlo.

(Los libros, los traductores y las ediciones son los que siguen: Marco Aurelio, Pensamientos, trad. Antonio Gómez Robledo, UNAM, 1992; Ludwig Wittgenstein, Observaciones, trad. Elsa Cecilia Frost, Siglo XXI, 1981; Li Bo, Copa en mano, pregunto a la luna, trad. Chen Guojian, El Colegio de México, 1982; Kokinsyu (siglo X), Flor de antigua poesía japonesa, transliteración de Carlo Antonio Castro y Norimitsu Tsubura, revista La palabra y el hombre, Xalapa, 1983; Charles Simic, El sueño del alquimista, trad. Rafael Vargas, UNAM, 1994.) ~

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