El mito Caicedo

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La cuarta de forros de ยกQue viva la mรบsica! anuncia: โ€œAndrรฉs Caicedo [Cali, 1951], el autor de este viaje hacia el delirio verbal, pondrรญa fin a su vida el mismo dรญa que tuvo el ejemplar publicado de esta novela en sus manos.โ€ ยฟEs esto una invitaciรณn o una advertencia? Truco mercadotรฉcnico, pensamos los lectores paranoicos. Pero caemos, siempre caemos, porque es caracterรญstica del paranoico buscar la confirmaciรณn de una sospecha, aun cuando lo que mรกs quiere es no encontrarla. Nunca del todo capaces de resistir al morbo que suscita la tragedia ajena, entramos al libro buscando una explicaciรณn โ€“la vida รญntima de un escritor, cuando es escandalosa, despierta mรกs curiosidad que su obraโ€“. ยฟPor quรฉ โ€“nos preguntamosโ€“ se suicida un escritor de veinticinco aรฑos, que acaba de recibir un ejemplar de su novela?

Conocemos a John Kennedy Toole, quien se matรณ tras intentos fracasados de publicar La conjura de los necios, y cuya madre sobreprotectora se encargรณ de transformarlo en figura de culto, Premio Pulitzer incluido, despuรฉs de su muerte. Tenemos noticia de un impersonal cuarto de hotel donde se suicidรณ Cesare Pavese, mรญmica escalofriante de su propia novela Entre mujeres solas. Guardamos memoria de esos dos saltos desesperados al Sena de Gherasim Luca y Paul Celan; y en nuestro imaginario persiste el cuadro de aquellas escaleras por donde rodรณ el cuerpo envejecido de Primo Levi. Pero hay algo radicalmente distinto en una muerte tan prematura: ni los motivos de un escritor joven que se suicida ni la reacciรณn del medio que lo rodeรณ pueden ser los mismos que en los otros casos.

Si las muertes de Luca, Celan y Pavese pusieron fin al ciclo de una vida mรกs atroz que literaria, la muerte de Caicedo en 1977, parecida en esto a la de Toole, fue el principio de un fenรณmeno, una moda de la literatura. De los motivos por los cuales se suicidรณ el joven escritor se sabe poco: โ€œVivir mรกs de veinticinco aรฑos es una insensatezโ€, decรญa. De los medios, algo mรกs: sesenta pastillas de Seconal. Lo que sรญ sabemos con toda certeza es que, tras su muerte, Andrรฉs Caicedo se convirtiรณ en una especie de Toole-Cobain tropical. Aunque los motivos de las muertes de cada uno โ€“Kurt Cobain, J. Kennedy Toole y Andrรฉs Caicedoโ€“ sean probablemente muy distintos, los tres comparten un nicho en el hall of fame de las figuras de culto post mรณrtem. Caicedo, como Cobain, se eternizรณ en una juventud tan envidiable que, de no ser porque los escritores no son tan cool como los mรบsicos, existirรญan camisetas con su rostro. Y, aunque Cobain ya era un portavoz de la generaciรณn equis antes de morir, la muerte les asegurรณ a ambos un podio vitalicio que quizรก no habrรญan tenido si hoy siguieran vivos. Por otro lado, a Toole y a Caicedo, aunque mรกs al segundo, los envuelve el mito de la joven promesa que ya no pudo ser pero que habrรญa hecho algo de haber vivido un poco mรกs. Ambos son posteriores a su muerte; en ambos, el mito precede a la literatura.

Pasรณ mucho tiempo antes de que las obras inรฉditas de Caicedo fueran reunidas y preparadas para una apuesta editorial que ya ha brindado algunos frutos. Aunque en el par de aรฑos que siguieron a su muerte se publicaron algunas de sus obras, en los รบltimos ha aparecido al menos una decena de libros pรณstumos del escritor caleรฑo. Sus amigos y compiladores, Luis Ospina y Sandro Romero Rey, rescataron los manuscritos que dejรณ Caicedo en un baรบl de su casa paterna: cinco novelas, versiones distintas de varios cuentos, algunos largometrajes, poemas, cartas, crรญticas de cine. Casi todo lo que estaba en ese baรบl se encuentra hoy en estantes de librerรญas, incluido un diario rescatado por su hermana โ€“probable libro de cabecera de mรกs de un fan entusiasta.

En sus incursiones narrativas, Caicedo padece de bulimia literaria: su escritura es un vรณmito provocado, mรกs autocomplaciente que provocador. El ritmo desenfrenado, como de un merengue imbailable, no da lugar a una cadencia legible. Sus temas son siempre los mismos: las drogas, la sexualidad, el amor imposible, la rumba desbocada, la salsa, el rock. Adolescente, busca la subversiรณn rompiendo los tabรบes de su รฉpoca; caprichoso, iza la bandera del incomprendido para exigir a voces la comprensiรณn de los demรกs. Hay cosas, por supuesto, que se deben rescatar: ideas sobre la clase media colombiana โ€“โ€œOdio la fachada de mi casa por estar siempre mirando con envidia a la de la casa de enfrenteโ€โ€“; reflexiones sobre la ciudad de Cali โ€“la multicitada โ€œMaldita sea, Cali es una ciudad que espera, pero no le abre las puertas a los desesperadosโ€โ€“; uno que otro hallazgo afortunado y, tal vez, los cuentos enteros โ€œEl espectadorโ€ y โ€œMaternidadโ€. Pero la narrativa de Caicedo no deja de ser un ejercicio juvenil, mitad viaje psicotrรณpico, mitad quejido hipocondriaco y resentido, de cuestionable calidad literaria.

Sin embargo, sus textos de crรญtica cinematogrรกfica son de una lucidez notable. Cuando el adolescente enojado con la vida se enfrenta a la pantalla, sale de sรญ mismo y su delirio intemperado se convierte en cuidadosa reflexiรณn. Quizรก estos textos alumbren la direcciรณn que hubiera tomado el escritor de haber permanecido algunos aรฑos mรกs entre los vivos. Caicedo fundรณ la revista Ojo al Cine y escribiรณ decenas de crรญticas que con la misma familiaridad hablan de la โ€œcรกmara femeninaโ€ de Godard, la โ€œhonradezโ€ del terror en El bebรฉ de Rosemary y las โ€œobras maestras imperfectasโ€ de Rohmer. Aunque a ratos se cuela en sus pรกrrafos la rabia juvenil que todo lo rebota contra โ€œel sistemaโ€, โ€œla burguesรญaโ€ y demรกs categorรญas abstractas que heredamos de demasiadas malas interpretaciones del materialismo histรณrico, las opiniones cinematogrรกficas del escritor caleรฑo surgen de la acertada intuiciรณn de que โ€œante la oscuridad de la sala el espectador se halla tan indefenso como en la silla del dentistaโ€, y que por ende la responsabilidad del crรญtico es desmontar la maquinaria para observar el objeto por sรญ solo, sin artificio.

Caicedo es sin duda un escritor prolรญfico. La cantidad de textos que dejรณ rebasa toda expectativa que uno pueda tener de un escritor tan joven. Sobre la calidad de sus textos, sin embargo, es menor el consenso. Hay quienes afirman que la novela ยกQue viva la mรบsica! es una de las obras cumbre de la literatura colombiana de la segunda mitad del siglo XX. Ante aseveraciones de este tamaรฑo debemos detenernos un segundo; preguntar en quรฉ medida es la moda caicediana producto del peso que tiene lo extraliterario โ€“las biografรญas trรกgicas, el colmillo editorial, la propaganda, la insistencia de los groupiesโ€“ sobre lo meramente literario.

Si algo distingue definitivamente a Celan, Levi o Pavese de Caicedo es el orden de la relaciรณn entre la vida y la obra de estos autores. La obra de Celan, como la de Pavese, no necesita una cuarta de forros anunciando una tragedia para sostenerse. Cuando leemos a Levi, no podemos soslayar su historia, pero รฉsta no engrandece mรกs la obra ni la justifica โ€“en todo caso, la obra explica al autor, y su grandeza lo rebasaโ€“. No asรญ en el caso de Andrรฉs Caicedo, donde la relaciรณn entre la vida y obras del autor se invierte. Lo caicediano todavรญa estรก demasiado empapado de drama y rodeado de expectativas de culto. Sostenido, digamos, por la efรญmera incidencia de una anรฉcdota biogrรกfica. Hay que dejar pasar la moda antes de ver si la obra de Caicedo puede proclamarse una pieza sustancial en la literatura en espaรฑol. Algo mรกs que la mera pregunta de por quรฉ se tomรณ Caicedo un bote de barbitรบricos el dรญa en que recibiรณ un ejemplar de su novela tiene que encender la curiosidad del lector. ~

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es autora del libro de ensayos Papeles falsos (Sexto Piso, 2010). Su novela, Los ingrรกvidos, aparecerรก este aรฑo bajo el sello Sexto Piso.


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