¿Quรฉ fue primero, la persona o el escritor? No importa cuรกl sea el esquema del que se parta, Luiz Ruffato rompe con todos.
Escuchamos a Ruffato, por casualidad, en una entrevista para una estaciรณn de radio francesa a propรณsito del lanzamiento en ese paรญs de uno de los cinco volรบmenes de Infierno provisorio. Luiz contaba su historia con un tono franco e inteligente –sin embargo modesto–: la de un niรฑo de padres analfabetos que se formรณ como mecรกnico, trabajรณ en un taller mientras estudiaba periodismo por las noches y aรฑos mรกs tarde se convirtiรณ en escritor, uno de los mรกs destacados de su generaciรณn. Esa breve introducciรณn al mundo ruffatiano fue suficiente para querer adentrarnos, en nuestra calidad de editores, en su literatura.
Leรญmos el primer volumen de Infierno provisorio de golpe, sin tomar aire entre las imรกgenes de la existencia miserable de aquellos que estรกn en el corazรณn de Ruffato –no muy distintos a la gente que podrรญamos encontrar en Mรฉxico u otros paรญses–, pintadas de una manera muy elaborada y, no obstante, eficiente. Encontramos tambiรฉn a un autor que emplea toda clase de artificios a su disposiciรณn para eliminar momentos muertos e innecesarios en su discurso y echa mano de las diferencias tipogrรกficas para identificar voces y personajes, en vez de interrumpir la secuencia emocional con intromisiones del narrador. Nos dimos cuenta de que aun cuando su tema podรญa ser comรบn a otros autores, su estilo literario era como ningรบn otro y la literatura que producรญa era aun menos convencional que su pasado.
Cuando le preguntamos a Ruffato sobre su proceso creativo, respondiรณ que encontrar la temรกtica a plasmar fue fรกcil –querรญa, a travรฉs de la literatura, darle una voz a la clase proletaria, a la gente sin biografรญa–; en cambio, encontrar la manera de expresarlo le tomรณ cerca de dos dรฉcadas. No estaba interesado en el estilo periodรญstico, tan habitual en las narraciones que tocan el tema, sino en hacer literatura. El resultado de esa bรบsqueda fue un rompecabezas literario en donde un capรญtulo puede leerse como un episodio de novela pero tambiรฉn como una historia independiente; en donde un volumen en un ciclo tiene cierta relaciรณn cronolรณgica con los otros volรบmenes pero de igual forma funciona como una novela autรณnoma; en donde el ciclo puede leerse en orden o en desorden; en donde la elaboraciรณn de un pรกrrafo es tan sublime que puede considerarse incluso un poema en sรญ mismo. El orden de los relatos y los volรบmenes es รบnicamente una sugerencia. Ruffato es un acrรณbata literario y toma, tanto al editor como al lector, audacia e imaginaciรณn seguirle el paso y acompaรฑarlo hasta el final. ~
Ioana Pieleanu,
Directora editorial de Elephas.
¿¡Eh!?, ariscas, las tortolitas agitaron las alas, sumergiรฉndolas en el silencio hรบmedo de diciembre, ¿Quรฉ pasรณ? ¿Quรฉ pasรณ? ¿¡Eh!?, escarbaban la tierra con el pico, zureando, aรบn ahรญ, ¿Con quรฉ se asustaron? La mecedora, ahora inmรณvil. La mano derecha, adiestrada, palpรณ a ciegas el cuerpo de la escopeta que dormitaba recostada en la pared. Ojos y oรญdos escudriรฑan la tarde suspendida, sรกbana blanca asoleรกndose en el tendedero. Camuflada en el pecho, la mina lista para disolver el mundo en un chorro de sangre. ¿Simรฃo? Lentamente, se levantรณ la pijama de franela amarilla, los tenis conga rojos comenzaron a arrastrar pensamientos hacia el terrero. Ruidos, ¿de dรณnde venรญan? ¿Iban a tomar por asalto la casa? Junto al muro, las huellas de las botas militares sobre la delicada capa verde de lodo que se desparrama a la sombra de los granadillos brasileรฑos. Estรกn aquรญ, lo invadiรณ la certeza. ¡Estรกn aquรญ! Necesitaba sorprenderlos. Las llantas del camiรณn mastican la nieve. Ojos saltones alumbran las tinieblas. El motor ruge, desesperado. Va a comenzar. Dentro de poco, va a comenzar. ¿Simรฃo? Cuatro de la madrugada. Quince grados bajo cero. La madrugada son granadas, morteros, bombas, muertos, muertos, muertos. …legรญtimo portador de la gran paz que el mundo hoy… El caรฑรณn de la ametralladora se adentra en la casa semidestruida, Ya no aguanto mรกs, teniente, ¡ya no aguanto mรกs!, se tira al suelo, huesos y recuerdos abrazados a pedazos de madera (que ya no son vigas, cumbreras, muebles), fragmentos de barro (que ya no son ladrillos, tejas, jarrones), trozos de porcelana (que ya no son platos, tazas, teteras), la cal salpicando el uniforme, fustigando los ojos. Revuelve
la casa, escabullรฉndose por la pared amarilla ennegrecida por el moho, el caรฑรณn de la escopeta huele al enemigo, llega hasta el lavadero, los avista, en el patio, entre los รกrboles, son ellos. ¡La guerra! ¡Nรญsia, la guerra comenzรณ! ¿Sรญ? Sรญ, todo mundo estรก comentando en la plaza… Mamรก, ¿quรฉ dijo papรก? Comenzรณย
comenzรณ la guerraย
¿La guerra? Sรญ, pero es allรกรกรกรก lejos… En Europa… No te preocupes, m’hijo, no te preocupesย
¡La guerra! Arrastrรกndose, cruza por los canteros moribundos del jardรญn reseco, posicionรกndose en medio del follaje, su trinchera. Extendido en la tierra, ametralladora acurrucada en el pecho observa la labor de las nubes, la circunnavegaciรณn de los buitres, vigila. Una ruina. ¡Eso!: una ruina. Escombros, solo escombros. ¿Simรฃo? Nervios destrozados, mรบsculos flagelados, dientes desportillados, los ojos como cubiertos por un velo, oรญdos estropeados, dolores, dolores en las piernas, en los brazos, en los hombros, en la espalda, en la planta de los pies, dolores. El corazรณn mรญsero, abatido. Y, arruinรกndolo todo, el sueรฑo, envenenada manzana atorada en la garganta, dormir, dormir, dormir, por siempre jamรกs, embeberse en las aguas de la gran noche: ¿esto es un hombre? “Por mรกs tierra que recorra, no permita Dios que yo…” ¡¿Mamรก?! Mamรกย
tengoย
tengo miedo, mamรกย
¿Van a llevarme? ¡Me gustarรญa tanto estar allรญ! ¡Tanto! Del otro lado de la pared, ella se muere. La tos la hizo expulsar la dentadura. La enfermedad chupa sus carnes. Esto es lo que quedรณ: los cabellos crespos requemados desparramados sobre la almohada. Tose, tose, tose y vomita en el orinal. Se cubre la cabeza, pero la aflicciรณn penetra en el ajedrezado de la cobija. ¿Simรฃo? Enfrente, el enemigo pasea su arrogancia, tres rubรญsimos alemancitos, rostros mallugados de espinillas, podรญa sentir su respiraciรณn entrecortada, quรฉ pena, tan jรณvenes, pero, estamos en descampado, y, en el cinto, se busca la granada. Analfabetos de cuero, los pies revientan de ampollas, como hongos. Querรญan que prosiguiera y prosiguiรณ: habรญa anclado en el infierno. Esto que ve es el infierno, teniente. El infierno es justo esto. De un coraje, decรญan, muriรณ su padre. En menos de un aรฑo, tantas cosas… Turco, hey turquito, ven aquรญ, ven, ven a jugar con la. Lรญvido, fue llevado de prisa a la Clรญnica, lรญvido. Respiraba con dificultad, parecรญa decir algo, el tiempo le ganรณ. Sucumbiรณ por tener al hijo tan lejos, decรญan. “Papรก y mamรก, por medio de la presente les doy noticias de esta guerra extraรฑa y triste. Gracias a Dios, lleguรฉ bien, aunque haya sido un viaje muy largo. Llevo aquรญ cuatro dรญas y ya los extraรฑo. Recen por su hijo. Simรฃo.” En ese momento, su madre comenzรณ a morir un poco. Rudo, el pene marchito, el rostro trabado de rabia, empujรณ a la italiana, No puedo, no puedo. De la botella bebiรณ largos tragos de vino. La vieja casa, inmunda; navegaba por las calles enfiestadas de Parma. ¿Simรฃo? Simรฃo, m’hijo, ¿estรกs allรญ? ¿Simรฃo? A veces, silencio. En un rincรณn, obstinado, pasaba el dรญa callado, ajeno, triste. Melancรณlico. Otras veces, espasmos: las palabras nacรญan a borbotones, ansiosas, histรฉricas, convulsivas. (El dedo trรฉmulo del sargento Cardoso seรฑalรณ la oscuridad. Susurrรณ algo, corriรณ. Pocos metros lo cargaron sus piernas. Cayรณ, medio tragado por la nieve, despedazado por una rรกfaga de ametralladora que, desde un refugio en lo alto del cerro, hacรญa zumbar su matraca. En la guerra, es asรญ, la muerte: un silencio brusco. Los gritos, estallidos, explosiones de sรบbito desaparecen y bogamos en un mar infinito. Y son tantos, los muertos, que, luego de cada bombardeo, nos pasamos las manos por el cuerpo para cerciorarnos de que no, no hay ningรบn agujero por donde se nos estรฉ escapando, subrepticia, la vida.) No pasarรก de esta noche. Ya sin fuerzas para sorber el aire, los pulmones flaquean, se rinden. No pasarรก de esta noche. ¿Simรฃo? En el laberรญntico entronque de los รกrboles de mango, los alemancitos desaparecieron. ¡Teniente, la pierna del soldado Lemos! ¡Teniente, la pierna del soldado Lemos! ¡Teniente, la pierna del. Colgada de una finรญsima cadena baรฑada en oro, indagaba quรฉ imagen era la de la medallita, ¿Sabes quรฉ santa es esta? La encontrรฉ en Italia; nunca supe su nombre. Nunca lo supe. ¿Estรกn viendo? Nuestro objetivo es. ¿No pasarรก de esta noche? Mamรก, la guerra… No te preocupes, es allรกรกรกรก lejos, en Europa. Quieto, bajo la casa, telaraรฑas y botellas empolvadas. Justo sobre su cabeza, pesados pasos de las botas militares. Los vigila por las grietas del piso de madera. ¿Vinieron a buscarme, mamรก? La guerra se acabรณ, Simรฃo. Hace mucho tiempo que la guerra se acabรณ… Don Simรฃo, ¿se tomรณ el jarabe? ¿Y la medicina para el corazรณn? ¿Y la medicina para la circulaciรณn? ¿Y el? ¿¡Eh!? ¡Dios mรญo, ahรญ vienen! ¿Dรณnde estรก la granada? Tres, son ellos, en la mira. Hey, Turco, ¿vamos a encender la antorcha? “…es la afirmaciรณn de nuestra conciencia nacional, en torno de las mรกs nobles ideas que los…” Las manos alemancitas estiran el frente de las camisetas, convirtiรฉndolas en morrales, cargados de. La rueda hace chirriar el acero sobre los rieles, vagones que desbordan mena de hierro cruzan la ciudad como una serpiente corta el camino: desentendiรฉndose. El silbato. El corazรณn descarrila. ¿Simรฃo? La escopeta flaquea, aprieta los oรญdos, Va a comenzar, Va a comenzar. ¡La sirena! ¡Los aviones! ¡Las bombas! Mรกs cerca: los vagones, el silbato. El pijama de franela amarilla se espanta, la orina escurre por la pierna. ¡Uuuuuuuuuuuh! Brazos esquizofrรฉnicos se apresuran a refugiarse bajo los รกrboles. ¡Uuuuuuuuuuuh! ¡La sirena! ¡Los aviones! ¡Las bombas! La cabeza estalla en pedazos. ¿Quieres leite de camela, Simรฃo? Tres bermudas sucias, piernas finas, costillas sobresalientes escalan el muro, llenos de pavor, dejando un rastro de mangos ubรก, pintitos de tan maduros. ~
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Traducciรณn de Marรญa Cristina Hernรกndez Escobar.
Adelanto de Infierno provisorio. Volumen iii:
Vista parcial de la noche, de prรณxima publicaciรณn en Elephas.
(Cataguases, 1961) es uno de los mรกs destacados escritores cntemporรกneos de Brasil. Su ciclo de cinco novelas Infierno Provisorio "concilia experimentaciรณn lingรบistica y preocupaciรณn social".