Extrañada
quizás quiera decir
sensible
perceptiva
atmosféricamente capaz
de intuir
la gradual intensidad del viento.
También puede significar
tocada en su entraña
expulsada
de su cima amurallada.
A la intemperie. Sin nada.
Expuesta a la mirada
que la ve surgir
como Venus
de la simple espuma del agua.
Ajena a lo incomprensible
que la sobrepasa.
Que quizás rechaza. Desconcertada.
Sembrada en el aire.
Lejos de sí misma
contemplándose
como extranjera
que habita un país
no imaginado.
O también puede ser
extrañada de percibirse a sí misma
como otra: exiliada.
Titubeante
puente de confianza
entre hemisferios separados.
O como hijo que se va
luego de morar en nuestra carne
extrañándolo.
Para nacer requiere
ser expulsado.
Sola ante su nada.
Atónita. Desarraigada.
Desconocida
que un otro ajeno
ve también
como incógnita
aún no despejada.
Estupefacta
ante quien nos nombra
y nos habla inesperado.
Percibiendo también
en la fragilidad
de una voz vacilante
el modo como nos deforman
desde fuera de la distancia.
Felizmente perdida
en el poema
que ni la cerca ni la atrapa.
Que sin embargo la sobrepasa
tierra incógnita
pues ya nada le dicen las palabras.
Palabras que
apenas si alcanzan a sentirla
entre la lengua
y el paladar
que la moldea grávida.
Leída hasta el fondo
mientras pasa la página.
Se fue
remota
inabarcable.
Pretexto apenas
para desvanecerla
y cantarla.
Así se rehace
la cansada infamia
de quien inventa
la plenitud
y alcanza la nada.
Esa nada que nos une
irremediable. –
(Bogotá, 1948-2022) fue poeta, periodista y diplomático.