T.S. Eliot se equivocó, cuando menos con respecto a la temporada de gazapos editoriales: no es abril, sino julio, el mes más cruel. Por tres errores involuntarios, pedimos disculpas.
Las primeras a la UNAM, que será coeditora del libro de Eliseo Diego La insondable sencillez, con El Equilibrista, y no la mencionamos en el número anterior, al presentar el texto de Diego sobre Pellicer (p. 42).
Las segundas, a nuestro querido amigo y colaborador habitual Guillermo Sheridan, autor de la columna “Saltapatrás”, de cuya pasada entrega, “Encuerados” (p. 94), logramos hacer desaparecer –con fuertes protestas de los lectores– la línea final del último párrafo, que rezaba: “Porque nadie se amontonó, nadie echó bronca, nadie andaba empujando, ni gritando, ni ofendiendo, ni atropellando ni -supongo- diciéndose unos [y aquí empieza lo que omitimos] a otros esa frase angustiada: ¿qué me ves?”
Las terceras a nuestro poeta Antonio Deltoro, cuyo “Retrato” (p. 69) publicamos con una errata. Aquí la séptima estrofa del poema, tal como debió haber aparecido:
En la casa y el cine era mi madre,
en el colegio, mi profesora;
su aplomo no confundía
el hijo y alumno
y yo pasaba de lo uno a lo otro,
de su intimidad a su intemperie,
sin muchas dificultades,
pero no sin raspaduras:
Y sobre todo a nuestros lectores, las disculpas más
sentidas. ~
–La Redacción