Héctor Azar (1930-2000)

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Héctor Azar reunía en torno a su persona y obra una enorme cantidad de mundos y pasiones culturales: la literatura española, con especial oído para los clásicos del Siglo de Oro, y francesa, por sus estudios universitarios; la gastronomía libanesa, por aquello de que la sangre llama; un don único de la conversación y la anfitrionía, como formas de la cultura mediterránea; el amor por la Ciudad de México y sus barrios, en especial San Ángel y Coyoacán, de los que dejó páginas memorables; el conocimiento profundo del arte, la gente y la gastronomía poblanas, no en balde es hijo privilegiado de Atlixco y fue secretario del cultura de su estado, con la idea, acaso cómoda, de aceptar del "ogro filantrópico" sólo el adjetivo. Pero la pasión verdadera de Héctor Azar fue el teatro. Su legado es inmenso: como autor quedarán Apasionata, Inmaculada y Olímpica; como maestro, su labor en la creación del teatro universitario y, como herencia, Cadac, esa noble institución destinada a la iniciación y difusión del duro arte de la dramaturgia. –

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(Barcelona, 1973) es editora y periodista.


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