El alcalde Julián Castro lleva la política en la sangre, pero no siempre le ha gustado que sea así.
Cuando su hermano gemelo, Joaquín, y él eran niños, nunca se separaban de su madre, Rosie, una de las líderes del movimiento chicano de San Antonio. “Venían conmigo a todas las reuniones y a todas las manifestaciones, las manifestaciones de César Chávez, a las elecciones. Siempre que podía llevarlos conmigo, los llevaba”, dice en español. ¿Les gustaba ir a esas manifestaciones cuando eran pequeños? “No, no –responde–. No les gustaba. Se quejaban.”
Castro, de 38 años, abandonó esa actitud hace tiempo. El martes 4 de septiembre pronunció el discurso principal de la Convención Nacional Demócrata en Charlotte, Carolina del Norte. Fue sin duda el discurso más importante de su vida, y la primera ocasión en que un latino pronuncia la alocución principal en una convención demócrata; muchos lo consideran una estrella ascendente que algún día podría aspirar a la presidencia.
Al elegir a Castro, los demócratas ven en él reminiscencias del presidente Obama. Cuando era un desconocido senador del estado de Illinois que concurría al Senado en 2004, Obama pronunció el discurso principal de la convención demócrata en Boston y lanzó su carrera política a nivel nacional. Castro estableció una comparación directa con ese acontecimiento en un video de la campaña de Obama, en el que anunciaba su selección a finales de julio. “Pronunciar el discurso principal en la convención de este año es un honor que no me tomo a la ligera –decía–. Sé que no es un trabajo fácil. Hace dos convenciones, el discurso principal lo dio alguien llamado Barack Obama.”
Al igual que Obama hace ocho años, Castro no es un nombre familiar. Así pues, ¿quién es este hombre? ¿Está listo para colocarse bajo los reflectores?
Hijo de su madre
El pasado personal de Castro tiene similitudes con el del presidente. Lo educó una madre soltera y se benefició de las políticas basadas en la discriminación positiva para acudir a las mejores instituciones de educación superior del país. Castro se graduó en la Universidad de Stanford antes de conseguir un título de derecho por Harvard, la misma facultad en la que estudió el presidente.
Los Castro crecieron en la parte occidental de San Antonio, un barrio relativamente pobre que sigue siendo en su mayoría latino. Su padre, el activista Jesse Guzmán, y su madre, una maestra de escuela, se separaron cuando los niños tenían solo ocho años. Rosie Castro educó a sus dos hijos con la ayuda de su madre, una inmigrante mexicana que abandonó la escuela primaria y trabajó como sirvienta, cocinera y niñera. Cuando Julián y Joaquín se matricularon en Stanford, su madre ganaba menos de veinte mil dólares al año. En su época de universitarios vivieron gracias a créditos estudiantiles, becas y trabajos a tiempo parcial.
No hay duda de que la madre de Castro es la figura más influyente en su vida. En un lugar destacado de su oficina cuelga un póster de la campaña que su madre realizó en 1971 para que la eligieran concejal del ayuntamiento como miembro del partido La Raza Unida, que luchaba ferozmente por los derechos civiles de los mexicano-estadounidenses en Texas, en parte lanzando candidatos latinos a competir contra políticos de los partidos mayoritarios.
“Aunque crecí y no siempre me gustaba que me llevaran a rastras a reuniones o manifestaciones o discursos, desarrollé un fuerte respeto por la participación en los procesos democráticos –dice Julián–. Mi madre es la razón principal por la que Joaquín [representante del estado] y yo decidimos dedicarnos al servicio público.” Pero nombra a otros que también influyeron en su decisión: Bobby Kennedy, César Chávez y el polémico exalcalde de San Antonio Henry Cisneros. Castro tiene a Cisneros entre sus amigos de confianza y dice que su promesa lo inspiró cuando era un niño que crecía en el San Antonio de los años ochenta y noventa. “Hizo un gran trabajo como alcalde de la ciudad: el primer alcalde latino elegido en una de las grandes ciudades estadounidenses; eso fue muy emocionante”, dice Castro. [Cisneros es miembro del consejo director de Univisión y anteriormente fue director ejecutivo.]
Cuando Julián abandonó San Antonio, le picó el gusanillo de la política. Mientras estudiaba derecho, Castro tenía ya la mirada puesta en conseguir un puesto de concejal en su ciudad natal. Celebró una reunión para recaudar fondos y consiguió dos mil dólares de sus compañeros de clase para hacer campaña durante su último año en Harvard, según publicó en 2009 el San Antonio Express-News.
La otra fuerza motriz de la vida de Julián Castro es su gemelo Joaquín, que es exactamente un minuto más joven que el alcalde. Joaquín tiene también una incipiente carrera política. Desde 2002 es representante del estado, pero va a presentarse al Congreso. Probablemente, el joven Castro ganará la elección en noviembre. El suyo es un distrito demócrata.
De niños, los dos compartían dormitorio y una sana rivalidad fraterna. Julián dice que durante su infancia él era del equipo de fútbol americano Águilas de Filadelfia solo porque su hermano era seguidor de los Vaqueros de Dallas. “De niños éramos muy competitivos. Éramos verdaderamente competitivos en la escuela y en los deportes. Él era un poco mejor en la escuela y yo era un poco mejor en los deportes”, dice Joaquín. Julián dice que, a través de esa competición constante, su hermano le ayudó convertirse en la persona que es hoy. “Al final, el resultado fue que ambos nos volvimos mejores [en la escuela y el deporte] –dijo–. Tuve mucha suerte, fue una buena infancia.”
Una nueva perspectiva política
Aunque Castro haya recibido su inspiración política de su madre activista, su estilo debe mucho más a la Ivy League. “Mi madre creció en una época en la que había muchas razones por las que salir a la calle y protestar y tratar de derribar las puertas a golpes –dice–. Pero una de las bendiciones de mi generación es que sus luchas han ayudado a que Estados Unidos progrese, y nosotros somos los beneficiarios.”
Aunque en un primer momento parece una persona amistosa, hay en él también algo silencioso, analítico, lo contrario de otro destacado político latino, el demócrata y representante de Illinois Luis Gutiérrez, al que todavía le gusta “derribar puertas”. En ese sentido, Castro se parece a Obama, un político perteneciente a una minoría que también resulta atractivo más allá de su comunidad. “El destino de la comunidad latina está entretejido con el destino de Estados Unidos”, dice.
Cuando le preguntan cuál es la mejor manera para que los los miembros de la comunidad latina combatan las leyes inmigratorias parecidas a las de Arizona, Castro da una respuesta más pragmática que emocional. En lugar de montar en cólera y manifestarse, “la mejor forma de enfrentarse es participar en el proceso democrático”, dice.
Aunque el concepto de líder político latino nacional ha resultado escurridizo, los latinos tienen un papel destacado en la política desde hace mucho en San Antonio, la ciudad de Castro. Con 1,300,000 habitantes, ha crecido hasta convertirse en la séptima ciudad de Estados Unidos. Es un centro importantísimo para los mexicano-estadounidenses: más de un 60% de los habitantes son latinos y fue la primera línea de muchas batallas por los derechos civiles que se libraron en los años sesenta y setenta por cuestiones como la educación bilingüe.
El representante estatal Trey Martínez Fischer (demócrata), que representa la parte poniente de San Antonio, donde está la casa en la que Castro vivió durante su infancia, dice que Castro y él se han beneficiado de esas luchas, pero que su forma de ver las cosas es algo distinta a la de sus predecesores: “El futuro de los líderes del estado en Texas son los hispanos pronegocios, pero también la gente que, en lo referente a la justicia civil y social, no ha olvidado su historia.”
A causa de la estructura del gobierno de la ciudad de San Antonio, Castro no tiene tanto poder como otros alcaldes de grandes ciudades. Un gestor municipal se encarga de los asuntos cotidianos. Pero Castro ha trabajado para definir su agenda política. Ha sabido definirse como partidario de la empresa y el libre comercio. Pero subraya que su primera prioridad es la educación.
Su prioridad ahora es un aumento del impuesto sobre ventas de un octavo de centavo que financiaría clases de jornada completa para niños en edad preescolar: la iniciativa pretende ayudar a las familias de la ciudad con bajos ingresos. La medida fue aprobada por el ayuntamiento de la ciudad el mes pasado y debe ser ratificada por los residentes en un referéndum que se celebrará en noviembre. “La primera forma en que debemos enfrentarnos a los retos a largo plazo que suponen la pobreza o la educación es invertir en la educación a edad temprana. Estoy intentando fortalecer el papel del alcalde para abordar estos retos fundamentales que todavía tenemos como comunidad”, dice.
La medida lo ha situado como un oponente ideológico de los republicanos, incluido el gobernador de Texas, Rick Perry, que impuso grandes recortes en la educación el año pasado (entre ellos doscientos millones de dólares en los programas de clases a jornada completa para edades preescolares).
También ha sido un firme defensor de los derechos de los homosexuales. Fue uno de los principales organizadores del desfile del orgullo gay de 2009 en San Antonio y trabajó para aprobar los beneficios básicos para las parejas del mismo sexo de los empleados del ayuntamiento.
Aunque los derechos de los homosexuales se han convertido en una posición mayoritaria en el Partido Demócrata nacional, esa no siempre ha sido la opinión más común entre las generaciones de más edad de los demócratas latinos, que se identifican poderosamente con el catolicismo y tienden a tener puntos de vista más conservadores en lo social.
Pero quizá el mayor símbolo de su estatus como miembro de una “nueva generación” de líderes latinos sea el hecho de que no habla español. No es algo infrecuente en la comunidad latina de San Antonio, pero lo es para un líder político latino nacional. Su madre dice que ella es la razón por la que no conoce el idioma; cuando era niño, solo le hablaba en inglés. Castro está intentando aprender español (entiende algunas preguntas hechas en español y puede pronunciar algunas frases) y reconoce que dominar mejor el idioma podría ayudarle en su carrera política. “Sí. Es… es importante y es… da beneficio hablar español”, dice.
Castro ha estado en el radar de la Casa Blanca casi desde que fue elegido alcalde en 2009. Ese año asistió a un foro económico en la Casa Blanca. Cuando empezó a hablar, Obama lo interrumpió: “Creía que era un becario. ¿Este tipo es un alcalde?” Cuando Castro alzó la voz entre las risas para presentarse, Obama respondió: “Sé quién eres.” En el debate sobre el Estado de la Unión del año pasado se sentó en el palco de invitados de la primera dama Michelle Obama, y ha estado en la Casa Blanca más veces (doce) que el presidente del Estado Mayor Conjunto (once), según la National Review.
Para los demócratas, la promesa de Castro consiste en cultivar una figura de su partido que pueda destrabar el potencial del voto latino. Aunque se espera que en 2012 vote la cifra récord de doce millones de latinos, diez millones más pueden votar y no lo hacen. Los demócratas creen que esos votantes potenciales podrían hacer que estados tradicionalmente republicanos como Arizona y Texas se convirtieran para siempre en territorios disputados. Y quizá una figura como Castro –joven y mexicano-estadounidense, como la mayor parte de la población latina de Estados Unidos– pueda hacer que eso suceda. “No se considera que sean de los estados en los que se libran las batallas clave, pero eso va a cambiar pronto”, afirmó el presidente Obama ante un grupo de donantes en una reunión para recaudar fondos en San Antonio, a la que asistió Castro.
Pero Castro dice que hay problemas importantes para conseguir que los latinos voten en los lugares donde no lo hacen. La población es mayoritariamente joven y tiene menos formación que la población general, dos factores que contribuyen a los bajos índices de participación electoral. “No creo que haya una respuesta fácil –dice–. También será necesario que salgan los movimientos de base y les convenzan de por qué deberían participar en el proceso. Y eso no ha sucedido en la medida deseable, especialmente en un estado como Texas, donde asumimos el control de uno de los dos partidos de antemano.”
Castro y el voto latino
No hay duda de que la elección de Castro también pretende recoger dividendos a corto plazo para Obama, que necesita una gran participación de los votantes latinos en noviembre para lograr una segunda legislatura. Aunque el estado de origen de Castro no está en juego para los demócratas, su ascendencia mexicana-estadounidense encaja con la de la mayoría de latinos en estados en liza del oeste, como Nevada y Colorado. “Creo que me eligieron porque es una muestra más de lo importante que es la comunidad latina para el presidente Obama –dice Castro–. Es un recuerdo más de que ha sido un defensor muy efectivo de los latinos en los últimos años.”
También hay quien duda de Castro, y las críticas recuerdan a las que recibía el entonces candidato Barack Obama. Dicen que tiene poca experiencia como para ocupar un cargo nacional. Por ejemplo, el año pasado el Milken Institute nombró San Antonio la ciudad que más empleos ha creado en Estados Unidos, pero los conservadores dicen que se debe a las políticas de bajos impuestos de Texas y no a los logros de Castro. También señalan que San Antonio sigue sufriendo un alto nivel de abandono escolar a nivel bachillerato a pesar de las iniciativas de Castro para mejorar la educación. Algunos hasta se mofan del 81% de apoyo que recibió Castro en su campaña para la reelección del año anterior, y dicen que solo un 7% de los votantes de la ciudad participaron en las elecciones especiales. “No necesitamos un Obama que hable español”, dice George Rodríguez, presidente de la conservadora Alianza Política del Sur de Texas. “No necesitamos políticos producto de la discriminación positiva. Con eso quiero decir que necesitamos como líder a la persona más cualificada y a la persona que lleve los valores estadounidenses en el corazón.”
¿Y ahora?
Aunque los demócratas han depositado inmensas expectativas en él, Castro trató de suavizarlas antes del discurso. Desdeña las comparaciones con Obama y afirma que será alcalde hasta 2017, cuando ya no pueda legalmente seguir en el cargo. Después de eso, Castro dice que considerará sus opciones. No dice abiertamente que no quiera presentarse a presidente algún día, pero dice que esa posibilidad es improbable: “Es muy probable que el primer presidente latino haya nacido ya, [pero] no creo que yo sea esa persona.”
Castro dice que tiene un duro camino ante sí en Texas. En el estado de la Estrella Solitaria hay veintinueve cargos estatales elegidos mediante votaciones, y ningún demócrata ha ocupado ninguno desde 1994. Al preguntarle si rechazaría un potencial cargo en el gobierno como el que su modelo Cisneros tuvo en el gobierno de Clinton, Castro dice que lo haría: “Sí, [aunque] no imagino qué podrían ofrecerme.” ~
Con la colaboración de María Elena Salinas
Traducción de Ramón González Férriz
>"Halagando a los hispanos 2012: La carrera por la raza", de Miguel Tamayo
>"Miedo a un presidente hispano", de Fernando Vila
es el editor de política de Univision News, el portal en inglés de Univision.