Fotografรญas: Hans-Maximo Musielik

La batalla de Monterrey

El atentado al Casino Royale ha sido el crimen mรกs perturbador en la historia de la ciudad y un hito de la violencia en Mรฉxico que, parece, no deja de escalar. Con un mosaico de impresionesย  e historias, Cayuela Gally hace un vivo retrato de la ardua situaciรณn que padecen los regiomontanos, algunos de ellos corresponsables de ese infierno.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Entre el aeropuerto Mariano Escobedo, en el municipio industrial de Apodaca, y mi hotel en San Pedro Garza Garcรญa, pasadas las once de la noche y tras cruzar entera la ciudad de Monterrey, no veo ni un solo policรญa o soldado, pese a cumplirse una semana del mayor atentado contra la poblaciรณn civil en Mรฉxico: el incendio del Casino Royale, provocado por sicarios que actuaron con impunidad a plena luz del dรญa, donde murieron 52 personas. Y esa serรก una de las constantes mรกs insรณlitas de esta visita. Ni en la entrevista con el secretario de gobierno, Javier Treviรฑo, ni con la amenazada alcaldesa de Guadalupe, Ivonne รlvarez, ni en el recorrido que hice por el Barrio Antiguo, ni siquiera para entrar al Tec a una ceremonia presidida por dos de los empresarios mรกs importantes de Mรฉxico, nunca nadie me pidiรณ una identificaciรณn, me revisรณ la mochila ni confirmรณ si tenรญa cita previa o invitaciรณn.

La explicaciรณn a esta falta de controles me la da Jorge Tello Peรณn, coordinador sin sueldo del gabinete de seguridad del gobierno de Nuevo Leรณn. Creador del Cisen, antiguo colaborador de Fernando Gutiรฉrrez Barrios y quizรก uno de los mayores conocedores de los entretelones de los cuerpos de seguridad en Mรฉxico, Tello es enfรกtico durante un desayuno en un restaurante sobriamente llamado Wall Street: “Nuevo Leรณn enfrenta un alarmante dรฉficit de policรญas.” Las sistemรกticas limpias de elementos corruptos, cuando no a sueldo del crimen organizado, han dejado los cuerpos del estado, y de la mayorรญa de los municipios, en nรบmeros testimoniales. Bernardo Gonzรกlez-Arรฉchiga, director de la Escuela de Graduados en Administraciรณn Pรบblica del Tec y experto en temas de seguridad, corrobora las cifras: “Nuevo Leรณn tiene operativos menos de ocho mil policรญas y deberรญa contar, dada su poblaciรณn y en estรกndares de la ONU [al menos 2.8 policรญas por cada mil habitantes], con veinte mil, y en estรกndares de la mediciรณn Goode [que mide el nรบmero de bajas de la policรญa para calcular el nรบmero requerido], con cuarenta mil.” Existe un programa estatal para construir una nueva policรญa, pero no es fรกcil reclutar. Nadie quiere un trabajo en que te juegas la vida si no te corrompes. Y eso que las condiciones han mejorado radicalmente: el gobierno ofrece catorce mil pesos mensuales de sueldo y buenas prestaciones. La convocatoria ha tenido que hacerse fuera del estado y ofrecer casa para los no residentes. Ni asรญ. Ademรกs, el proceso de incorporaciรณn es inevitablemente lento. Nada es mรกs peligroso que reclutar gente desesperada y darle un arma sin un adecuado adoctrinamiento. Lo sabe el Ejรฉrcito mexicano, que enfrenta la deserciรณn de no pocos mandos de sus batallones especiales convertidos en los lรญderes del cรกrtel de Los Zetas. “En febrero –me dice Tello por poner un ejemplo– dimos de alta a treinta policรญas, y necesitamos quinientos al mes.”

 

La batalla de Monterrey 2

Pero entonces, ¿por quรฉ la ciudad era segura antes? De hecho, todo el paรญs era seguro, salvo los barrios rojos de las ciudades de frontera y la capital. Recuerdo que cuando se fundรณ esta revista me tocรณ vivir un mes en Monterrey. Allรญ sigue el despacho de diseรฑo que creรณ la maqueta original. Estuve hospedado en el porfiriano hotel Ancira del Barrio Antiguo, y nada me daba mรกs placer, tras maratรณnicas jornadas de trabajo, como capitalino, que la sensaciรณn de libertad de poder caminar por sus calles sin miedo a cualquier hora de la noche. Hoy se cuentan por miles los regios que han emigrado a Texas o a la ciudad de Mรฉxico. La explicaciรณn que da Tello es que durante dรฉcadas hubo una complicidad total entre el crimen y la policรญa, “con la salvedad de que los delincuentes sabรญan quiรฉn mandaba y hasta dรณnde podรญan hacer”. Era un mundo sรณrdido y corrupto. De grandes fortunas construidas al amparo del poder. La “pax priista”. Pero la lรญnea roja estaba claramente marcada. Hoy las reglas han cambiado para todos.

 

• • •

 

Desde el atentado al casino, los medios de Monterrey trabajan a destajo y no dejan un dรญa sin alguna revelaciรณn escabrosa. El Norte y Milenio,en la prensa diaria, y Reporte รndigo, en su revista digital, han informado puntualmente de la profundidad del abismo: los permisos chuecos de Gobernaciรณn, los amparos bordeando lo ilegal de ciertos jueces, la complicidad de las autoridades municipales, el papel de ciertos exfuncionarios reconvertidos en dueรฑos de casinos, el cobro de comisiones millonarias, los donativos a campaรฑas electorales de todos los partidos, el apoyo de al menos un policรญa estatal a los sicarios que cometieron el atentado, la facilidad con que algunos de los asesinos habรญan anteriormente evadido la acciรณn de la justicia por la corrupciรณn de ministerios pรบblicos. Un expolicรญa, que tras pasar por la lucha libre, se vuelve sicario. Un “jefe de plaza” apodado “el Quemado”. Un “lugarteniente” llamado “Comandante Mataperros”. El negocio del juego estรก mal regulado, con licencias tan costosas y difรญciles que son en sรญ mismas la puerta de entrada de la corrupciรณn. Y la cereza del pastel: la facilidad para lavar dinero en un รกmbito en que, al no ser posible prever las pรฉrdidas de los clientes, es sencillo fingirlas.

Reporte รndigo se encuentra en el barrio del Obispado, en una casona que bulle de actividad. Su director, Ramรณn Alberto Garza, exdirector de Reforma y El Norte, me recibe un jueves de cierre. Pese a que aparece cada viernes como una revista semanal por internet, Reporte รndigo lleva tres dรญas seguidos publicando adelantos, y las exclusivas y revelaciones lo tienen sin aliento. Se respira la adrenalina de las viejas redacciones. Pide una Coca-Cola de dieta a su secretaria e intenta concentrarse en la conversaciรณn. Imposible. Debe volar a Mรฉxico al dรญa siguiente en la madrugada. No tiene aรบn planchada la camisa de la boda a la que tiene que acudir por la noche y su chofer no contesta el celular. Eso sรญ, la conclusiรณn es tajante: “El Casino Royale es la punta del iceberg.” Y todos, por una razรณn u otra, estรกn atrapados en su telaraรฑa. Bajo a la redacciรณn para ver a Hugo Gutiรฉrrez, su brazo derecho. La cajas de comida chatarra delatan la cantidad de horas que lleva en la oficina. Me dice que estรกn por publicar informaciรณn que demuestra que el dueรฑo del Casino Royale habรญa creado un grupo armado para defender sus instalaciones del crimen y que por eso lo atacaron de dรญa, ya que sus guardias solo trabajaban de noche. La ley del Oeste. Con una mano me anota el telรฉfono que le pedรญ, con la otra me muestra una grรกfica en la pantalla y con los ojos me pide clemencia: tiene que cerrar y el reloj avanza indiferente.

Salgo a la ciudad y sin darme cuenta, tras bajar el cerro donde se asienta el barrio, estoy delante del Casino Caliente de la avenida Gonzalitos. La normalidad es total. Abierto y lleno. Las pantallas con carreras de caballos y partidos de beisbol se repiten como en una pesadilla de Escher. ¿Tiene su licencia en orden? ¿Aprobรณ Protecciรณn Civil sus salidas de emergencia? ¿No ha sido amenazado? ¿Nadie le tose a Hank Rhon?

 

La casa que empezรณ por el techo

Mauricio Fernรกndez Garza, el polรฉmico alcalde de San Pedro Garza Garcรญa, me concede una entrevista en su residencia, la famosa Milarca. La casa, que el arquitecto japonรฉs Tadao Ando calificรณ como el espacio privado mรกs hermoso del mundo, empezรณ por el tejado. Con veinticinco aรฑos, vio en la prensa de Estados Unidos que se vendรญa un techo histรณrico. Sin mรกs informaciรณn decidiรณ comprarlo. Se convirtiรณ en el orgulloso propietario de sesenta toneladas de madera. El techo, de casi cuarenta metros de largo por trece de ancho, lo habรญa adquirido el magnate William Randolph Hearst para su castillo privado de San Diego, pero la gran depresiรณn lo obligรณ a venderlo sin haberlo instalado. Pertenecรญa a la nave de la iglesia de la Universidad del Rosario de Almagro, en La Mancha, y es un ejemplo perfecto de arte mudรฉjar. Para transportarlo de Carolina del Norte, donde lo tenรญan arrumbado sus dueรฑos, a una bodega de Monterrey, tuvo que rentar doce trรกileres e introducirlo despiezado despuรฉs de trรกmites kafkianos en la aduana de Mรฉxico. El techo es un elemento mรกs de una casa que tiene otros dos techos histรณricos, la mayor colecciรณn de fรณsiles del mundo o la espada de Hernรกn Cortรฉs. Desde la terraza, con una alberca que remata un arco gรณtico original, es fรกcil entender, que no compartir, su visiรณn del mundo. Con un ingreso per cรกpita de cuarenta mil dรณlares anuales, cifras superiores a las de Canadรก, y con mรกs egresados en finanzas y mercadotecnia de universidades norteamericanas que ninguna otra localidad del mundo, San Pedro Garza Garcรญa, en las boscosas estribaciones de la Sierra Madre, puede darse el lujo de empezar por el techo, como la casa de su alcalde. Esto es, despedir a todos sus policรญas y contratar cuantos necesite, superando cรณmodamente el รญndice recomendado por la ONU. Montar un servicio de  inteligencia municipal. Llevar un escandaloso registro  de los trabajadores domรฉsticos. Incluso el alcalde propone una rebaja en la edad penal hasta los doce aรฑos. Por no hablar de los rumores que corren sobre “un grupo de rudos” al servicio del alcalde. Con รญndices de aprobaciรณn de mรกs del ochenta por ciento, segรบn diversas encuestas, Fernรกndez Garza puede presumir de cero secuestros en lo que va del aรฑo y solo dos asesinatos, frente a los cuarenta semanales  del resto del รกrea metropolitana de Monterrey. Obviamente, el “mรฉtodo” del alcalde-sheriff no es extrapolable.

Parte del รฉxito lo debe a una recaudaciรณn histรณrica en su primer aรฑo de mandato. Descubriรณ que muchos de los hombres mรกs ricos de la entidad, algunos vecinos suyos finca con finca, llevaban aรฑos si pagar el predial, impuesto que cobran los municipios y que es bรกsico para cuadrar sus cuentas: “Cosas de sus abogados para justificar la chamba”, me dice para exculparlos. Y los amenazรณ con publicar sus retrasos en el suplemento de vida social Sierra Madre, que edita El Norte para los suscriptores de ese municipio. Santo remedio: una cosa es defraudar al fisco, una abstracciรณn molesta, y otra muy distinta ser la comidilla del Club Campestre.

 

La batalla de Monterrey 3

El triunfo del dinero fรกcil

Justamente una de las quejas que escuchรฉ durante la cena en casa de un prominente empresario fue lo profundamente que han cambiado los valores de la sociedad regia y cรณmo el dinero fรกcil y la ostentaciรณn son ahora las divisas, de las que el Sierra Madre es solo un sรญntoma. De una persona como Eugenio Garza Sada, cuya figura sigue gravitando en la vida regiomontana, que se sabรญa el nombre de todos los operarios de su cervecerรญa, a una cultura del nuevo rico que gusta de presumir los quince aรฑos de su hija con artistas de la farรกndula, bodas en enclaves exรณticos (aviรณn privado incluido para los invitados) o bautizos con mil asistentes (cardenal incluido). La vida como una excusa para una permanente pool party. “Y esa cultura del dinero fรกcil enmascara a no pocos delincuentes que dignifican su dinero en las pรกginas de sociedad”, remata enรฉrgica la anfitriona, cuya mรกxima es que sus hijos no crezcan como juniors, ajenos a su ciudad y sus problemas. El narco entrรณ en sus escuelas, deportivos, restaurantes. ¿Habrรก entrado tambiรฉn en sus negocios?

Lo mismo piensa el arquitecto Ricardo Padilla, cuyo esfuerzo fundamental estรก en su asociaciรณn civil Reforestaciรณn Extrema y cuyos intereses pasan por la mejora del trazo urbano, el espacio pรบblico y el transporte masivo, tres de las carencias del modelo de desarrollo en Monterrey. Problemas que la Encuesta de Cultura Ciudadana, que se ha aplicado en otras grandes ciudades de Latinoamรฉrica, pone de manifiesto. Por ejemplo, Monterrey es la ciudad en la regiรณn que tiene el mayor uso de automรณvil privado, con mรกs de un tercio de los desplazamientos en ese medio. Y, como me confirma Gonzรกlez-Arรฉchiga, “empieza a ser habitual que la gente desperdicie en su automรณvil mรกs de dos horas al dรญa transportรกndose a su trabajo”.

Pero quizรก lo que mรกs llama la atenciรณn de la encuesta es que, si bien casi dos tercios de los regiomontanos se sienten orgullosos de su ciudad, mรกs de la mitad estarรญan dispuestos a infringir la ley si esa es la รบnica manera de ayudar a su familia. Es decir, la responsabilidad ciudadana acaba cuando empiezan las necesidades de los parientes, lo que puede ser la puerta de entrada para justificar lo injustificable. La desafecciรณn hacia la autoridad es alarmante y obviamente los responsables no son los ciudadanos: una cuarta parte de la poblaciรณn piensa que su ciudad es insegura porque los organismos de seguridad no son confiables y a cuatro de cada diez no les gustarรญa tener de vecino a un policรญa. Ademรกs, uno de cada cuatro regios estรก de acuerdo o completamente de acuerdo con portar un arma para defenderse.

 

El peso de la historia

Para hablar de la permanencia de esta moral tradicional en la ciudad mรกs moderna de Mรฉxico y entender sus claves histรณricas, me reรบno con el historiador Cรฉsar Morado, director del archivo histรณrico de Nuevo Leรณn y coautor de una de las pocas monografรญas sobre la historia de Monterrey. Para Morado, la lรณgica de Monterrey es la lรณgica de la frontera. No en su fundaciรณn ni en su transcurrir colonial, cuando era un enclave inestable y poco importante, subsidiario de Saltillo, sino a partir de la derrota mexicana en la guerra con Estados Unidos de 1846, y la pรฉrdida de la  mitad del territorio, lo que volviรณ a una villa perdida en  la inmensidad del Norte un punto estratรฉgico en la frontera con Texas. A esta singularidad repentina contribuyรณ decididamente la Guerra Civil americana, cuando las escuadras de Ulysses Grant cerraron los puertos fluviales de los secesionistas y estos buscaron dar salida a su algodรณn a travรฉs de Mรฉxico. Y desde luego en el Porfiriato, cuando la ciudad crecรญa al diez por ciento anual y desarrollรณ toda una cultura industrial, basada en la cerveza, el cemento y el acero. Clave de esto fue la inteligente polรญtica de excepciones fiscales del gobernador Bernardo Reyes.

La Revoluciรณn descarrilรณ este proceso, y las grandes industrias se adaptaron a regaรฑadientes a la nueva realidad, incรณmodas sobre todo con el apoyo a las cooperativas de obreros del rรฉgimen de Cรกrdenas y su idea de una educaciรณn socialista. No en vano fue uno de los centros urbanos que mรกs decididamente apoyaron la candidatura de Almazรกn y la creaciรณn de Acciรณn Nacional. Con รvila Camacho, pero sobre todo con Miguel Alemรกn, se iniciรณ un periodo de estabilidad que durรณ hasta Echeverrรญa. De 1942 es el famoso discurso de Alfonso Reyes “Los regiomontanos”, a los que califica de “hรฉroes en manga de camisa” y “paladines en blusa de obrero”. Si exceptuamos la agria disputa contra la imposiciรณn, en 1962, por el gobierno de Lรณpez Mateos, del libro de texto รบnico, que movilizรณ en las calles de la ciudad a trescientos mil regios, se tratรณ de un matrimonio de conveniencia entre el centro y la Sultana del Norte: la industria, favorecida por el control de las importaciones y la energรญa subsidiada, se ramificรณ y creciรณ a ritmos de la actual China. Monterrey pasรณ a representar por sรญ solo el diez por ciento del producto interno bruto del paรญs y ahรญ nacieron las grandes organizaciones empresariales de todo el paรญs, empezando por la Coparmex. El populismo de Echeverrรญa, el desorden en las finanzas pรบblicas y las devaluaciones arruinaron ese de por sรญ tenso acuerdo. El intento de secuestro y asesinato, en 1973, por parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de Eugenio Garza Sada, dueรฑo de la Cervecerรญa Cuauhtรฉmoc y fundador del Tec de Monterrey, entre otros emblemas de la ciudad, desatรณ una sorda indignaciรณn y profundizรณ un desapego del centro que aรบn continรบa. Lรณpez Portillo intentรณ reconciliarse con la industria de Monterrey a travรฉs de la Alianza para la Producciรณn, pero el caos econรณmico de su gobierno y la nacionalizaciรณn de la banca en 1982, que en buena medida estaban en manos de financieros e industriales de Monterrey, llevaron las cosas al borde del rompimiento. Con Salinas, hijo predilecto de Agualeguas, Nuevo Leรณn, pasรณ de la euforia a la decepciรณn: de recuperar la banca a tener que saldarla en el extranjero tras el mal llamado “error de diciembre”.

Esta difรญcil relaciรณn con el poder central explica el auge del PAN en el estado y el decidido apoyo de los empresarios de Monterrey a Vicente Fox en su empeรฑo por “sacar al PRI de Los Pinos”, mientras sus verdaderos esfuerzos se concentraban en lograr competir en un mercado abierto. Es ahora, azorados por la ola de violencia criminal, cuando vuelven los ojos a su edรฉn subvertido por la metralla e intentan rescatarlo. Y por ello impulsan diversos organismos ciudadanos, como el CCINLAC (Consejo Cรญvico de Instituciones de Nuevo Leรณn, A. C.) que encabeza Miguel Treviรฑo y que no solo hace propuestas concretas de buen gobierno sino que mide la eficacia de las autoridades con base en parรกmetros objetivos.

Esta historia generรณ una mentalidad emprendedora  en el grueso de la poblaciรณn y una moral del esfuerzo  mรกs prรณxima a la cultura de Texas que al centro de Mรฉxico, explicable tambiรฉn por la ausencia de grandes culturas indรญgenas y de un importante legado colonial, cargas de profundidad y atavismos sin los que es imposible entender la mentalidad del centro y sur del paรญs. Un abismo separa esta lรณgica con la visiรณn que de la riqueza se tiene en el centro, donde se ve como una gracia, o concesiรณn, que otorga el poder polรญtico. Un verbo la define: “jalar”, sinรณnimo de trabajar. Por eso, cuando una protesta cierra una calle, no pocos automovilistas insultan a los manifestantes con una frase: “Ya pรณnganse a jalar.” Es decir, la salida estรก en el trabajo individual y no en la protesta colectiva. Por eso, llevar a dos mil personas  a la Macroplaza para protestar contra los polรญticos, como sucediรณ el primer domingo de septiembre, en palabras de una de sus organizadoras, Tatiana Clouthier, “es un gran triunfo”.

El problema para Cรฉsar Morado es que esta imagen de Monterrey como un enclave emprendedor es una construcciรณn con una parte de verdad y otra hecha de mitos, que simplifica una realidad mรกs compleja. Como me dijo Gonzรกlez-Arรฉchiga, Monterrey se diversificรณ, los servicios son ahora el motor de su economรญa y el peso relativo de las grandes empresas ha disminuido; ademรกs, no hay que menospreciar el peso que la poblaciรณn inmigrante tiene en tejido social.

 

La ola criminal

Nadie de las decenas de personas con las que conversรฉ durante mi estancia en la ciudad de Monterrey desmiente la informaciรณn oficial: la espiral de violencia es producto de la ruptura entre el cรกrtel del Golfo y Los Zetas a principios del 2010. Pero para entender el alcance de este rompimiento es necesario ir atrรกs. Monterrey es histรณricamente un enclave estratรฉgico para dominar la frontera de Texas, pero a diferencia de Nuevo Laredo, Matamoros o Reynosa, cuyo รบnico valor es el de garita de paso, Monterrey es un centro financiero de tal magnitud que es posible lavar grandes cantidades de dinero sin levantar sospechas; ademรกs, tiene universidades y barrios residenciales en donde las familias de los narcos pueden pasar inadvertidas y un nivel de riqueza que, por una parte, genera un pรบblico no despreciable para el consumo de cocaรญna y, por la otra, es un botรญn econรณmico en sรญ mismo para la extorsiรณn, el secuestro o el robo de casas y coches. Sumando diversas fuentes, se puede inferir que el cรกrtel del Pacรญfico les encargรณ a los Beltrรกn Leyva el control de la plaza y que el cรกrtel del Golfo hizo lo mismo con su brazo armado, Los Zetas. Una vez en Monterrey, estos grupos se vieron seducidos por el poder y la riqueza de la Sultana del Norte y rompieron con sus respectivos jefes. Los Beltrรกn Leyva fueron desarticulados por sucesivos golpes de la policรญa federal y ahora sus fuerzas se concentran aparentemente en otras partes del paรญs, pero la guerra entre “Golfos” y Zetas por Monterrey es despiadada: de un estado que tenรญa un promedio de doscientos asesinados al aรฑo, pasรณ a ser uno donde se asesina a mรกs de dos mil. Y donde los delitos del fuero comรบn han crecido exponencialmente.

 

La batalla de Monterrey 4

Lo grave no es solo la lucha entre dos grupos rivales, sino que ambos actรบan bajo el amparo de policรญas municipales y con el respaldo de jueces y ministerios pรบblicos tambiรฉn a sueldo. Ademรกs, pasar grandes cantidades de cocaรญna a los Estados Unidos requiere de una infraestructura y de un “mรบsculo econรณmico” que no es fรกcil de mantener cuando se estรก en mitad de una guerra fratricida, de ahรญ la necesidad de hacerse con recursos fรกciles y rรกpidos y pasar al asalto directo de la ciudadanรญa. Cada esquina en que se vende droga es una trinchera de esta guerra y todos los locales comerciales, sobre todo en giros de la noche y el juego, un botรณn potencial para la extorsiรณn y el cobro “de piso”. Como me explicรณ Fernando Elizondo, excandidato del PAN al gobierno del estado: “estos grupos arman a antiguos pandilleros de poca monta de los barrios marginales con armas largas y un salario fijo, y asรญ, de un problema de marginalidad y exclusiรณn social, se pasรณ a escenarios que no es gratuito calificar de bรฉlicos”. Toma de calles, “ejecuciรณn” de rehenes, guerra psicolรณgica, colgados, “encajuelados”, “encobijados”: una gramรกtica del terror que estremece. Ademรกs, no se trata, de acuerdo con Tello, de grupos que otorguen una credencial, lo cual hace que otros delincuentes comunes actรบen por imitaciรณn y que las traiciones y asesinatos dentro de cada facciรณn sean constantes. La ley de la selva.

Una de las cosas que mรกs me impresionรณ de la conversaciรณn con Jorge Tello fue la historia de unos policรญas de Cerralvo que al ser detenidos por la policรญa confesaron que lo รบnico que le pedรญan a Dios es que la Marina o el Ejรฉrcito los mataran “en combate”, para al menos morir dignamente y escapar del horror que les obligaban a hacer sus nuevos “jefes”: asesinar al azar al primer peatรณn que cruza la calle para demostrar lealtad o despellejar vivo a uno de cada diez compaรฑeros para abortar cualquier atisbo de delaciรณn. Lo mismo me dijo el coronel Enrique Alberto San Miguel Sรกnchez, secretario de Seguridad Pรบblica del municipio de Guadalupe: “No se imagina usted lo crueles que pueden llegar a ser cuando tienen a un hombre desarmado en sus manos. Ahora, si uno los enfrenta, aunque sea con una simple pistola, entonces son unos cobardes.”

 

El coronel y la locutora

La historia de la alcaldesa de Guadalupe es esclarecedora. Cuando llegรณ a la presidencia municipal Ivonne Liliana รlvarez Garcรญa, nadie daba un cรฉntimo por su gestiรณn. Exdiputada local del PRI y extitular de Desarrollo Social del municipio, su trayectoria profesional venรญa de la televisiรณn privada, como conductora de programas  de entretenimiento, lo que en Mรฉxico quiere decir vacuidad y frivolidad en estado puro (circula incluso un video en la red donde se la ve instruir a la audiencia en el arte de comer un plรกtano). Sin embargo, cuando llegรณ a su despacho descubriรณ que tenรญa dos opciones: “mirar para el otro lado” o “entrarle de lleno al tema de la seguridad”. La mayorรญa de los alcaldes, comprensiblemente, me habรญa dicho Tello, optan por la primera: “solo van a estar tres aรฑos en el cargo y nadie quiere perder inรบtilmente su vida”. Ella, no. Tras cinco meses se dio cuenta de que  su secretario de Seguridad, un policรญa civil de toda la vida en la corporaciรณn, era un corrupto. Lo despidiรณ (ella usa un eufemismo: “ya no compartรญamos los esfuerzos”) y buscรณ, a travรฉs de la Secretarรญa de la Defensa Nacional, a un titular para ese cargo clave. Pese al discurso oficial de la guerra contra el narco como prioridad, y pese a tratarse de uno de los municipios mรกs calientes del paรญs, la Defensa tardรณ casi nueve meses en darle una respuesta, y lo hizo por la presiรณn que la alcaldesa ejerciรณ a travรฉs de la Cuarta Regiรณn Militar del paรญs, con sede en Nuevo Leรณn.

Fue entonces cuando apareciรณ en el municipio el coronel retirado Enrique Alberto San Miguel Sรกnchez, un hombre robusto de suaves modales y voz dulce que dice, sin apenas mediar pregunta, que “odia a las personas corruptas”, “cรกncer de Mรฉxico”. Su objetivo, “crear un verdadero espรญritu de cuerpo en su corporaciรณn” y que lo vean como un “lรญder no por el escritorio sino por ser uno mรกs de sus propios hombres en el trabajo de calle”. Nunca antes habรญa tenido la extraรฑa sensaciรณn de hablar con alguien que podrรญa estar asesinado para cuando los lectores de la revista lean estas lรญneas. Le han arrojado cuerpos de colaboradores descuartizados a las puertas de su oficina y ha enfrentado toda suerte de atentados con granadas y armas largas. La alcaldesa y el coronel dieron de baja, en nรบmeros redondos, a cerca de seiscientos cincuenta  de los ochocientos policรญas con que contaba el municipio, y han logrado “fincarles responsabilidades penales”, eufemismo de meter a la cรกrcel, a setenta de ellos. En turnos de veinticuatro por veinticuatro horas, ciento cincuenta policรญas honestos, que pasaron todos los controles de confianza, apoyados por un cuerpo reducido de exmilitares en labores de policรญa que logrรณ reclutar el coronel, han logrado bajar los รญndices delictivos de un municipio de setecientos mil habitantes, en el cinturรณn urbano de la ciudad de Monterrey.

El ejemplo de Guadalupe toca consideraciones cruciales: ¿mando รบnico para crear 32 policรญas estatales, una inevitable pirรกmide burocrรกtica, o una policรญa confiable en cada municipio? ¿Para cuรกndo se instaurarรก la reelecciรณn de los alcaldes, que permita a los ciudadanos apoyar proyectos de transformaciรณn con su voto? ¿Quรฉ garantiza a los pequeรฑos comerciantes y obreros de Guadalupe que el prรณximo alcalde vaya a resistir la extorsiรณn? ¿Si maรฑana leemos en la prensa que fue asesinado el Director de Seguridad de Guadalupe, Nuevo Leรณn, nos extraรฑarรญa? Si sobrevive, ¿quรฉ va a pasar con el trabajo del coronel San Miguel?

 

La batalla de Monterrey 5

Visita a un pueblo fantasma

Recorro el Barrio Antiguo un sรกbado por la noche, acompaรฑado de Ximena Peredo, lรญder social de diversas agrupaciones que reclama un anรกlisis profundo de las verdaderas causas de la situaciรณn de su estado desde su columna en la prensa local; David Pulido, uno de los promotores de la organizaciรณn civil Pueblo Bicicletero, y Claudio Tapia Salinas, exfuncionario pรบblico, quien dejรณ el Distrito Federal por Monterrey, adonde llegรณ como delegado de la Secretarรญa de Hacienda y renunciรณ a sus cargos pรบblicos para significarse como luchador social del estado, entre sus causas mรกs importantes estรก la protecciรณn de la reserva forestal de La Pastora, en el cerro de La Silla, donde la Semarnat y el municipio de Guadalupe han otorgado ya los permisos y licencias a FEMSA para construir un nuevo estadio para los Rayados del Monterrey.

La distancia entre defensores y detractores del proyecto es insalvable. Vidal Garza Cantรบ, director de la Fundaciรณn FEMSA, habla de los alcances de un proyecto que va a regenerar una zona deprimida de la ciudad, ayudar al propio bosque de La Pastora con un andador ecolรณgico y un rescate integral del zoolรณgico; me asegura que no se va a talar ningรบn รกrbol –“si acaso trasladar algunos cientos”– y que la recuperaciรณn econรณmica del proyecto es a largo plazo, mรกs de cincuenta aรฑos, por lo que descarta el afรกn mercantil como motivaciรณn. La alcaldesa de Guadalupe me aclara que ella simplemente esperรณ a que la Semarnat diera su visto bueno al impacto ambiental del proyecto antes de conceder la licencia de uso de suelo. Y Tapia, Peredo y Pulido insisten, con vehemencia, en que se trata de un proyecto ecocida, cuya melodรญa es el poder del dinero.

Durante nuestro recorrido nocturno son como tres guรญas de turismo arqueolรณgico por un pueblo fantasma que se detienen ante cada local para explicar su historia, la vida que los animaba, los grupos que tocaban, las mesas improvisadas que llegaban hasta la calle. Me acuerdo sin querer de Jorge Manrique: “¿Quรฉ se hizo aquel trovar, las mรบsicas acordadas que taรฑรญan?” Me quedo petrificado ante una fachada baleada (el cรฉlebre Cafรฉ Iguana, epicentro de la movida rock de la ciudad), unos postigos echados (“el local era de una francesa que lo cerrรณ cuando unos adolescentes la amenazaron con una pistola en el cuello”), unas cancelas rotas. En los pocos lugares abiertos somos los รบnicos clientes. El miedo se palpa en el ambiente. Noto su aprensiรณn creciente conforme nos alejamos del coche. Calles sin luz, camionetas a baja velocidad, ni una sola patrulla, ni un solo soldado, pese a la llegada de tres mil efectivos de refuerzo tras el atentado del Casino Royale.

Lo grave del centro, me habรญan dicho los empresarios que me invitaron a cenar a su casa, es que con su muerte repentina se acabรณ uno de los pocos espacios de convivencia interclasista de la ciudad. Para Ximena Peredo, lo que hay detrรกs de este abandono es un intento de expulsar a los viejos residentes del centro y comprar a precio de ganga sus casas para especular con ellas cuando las cosas se calmen. No comparto su teorรญa, pero en la secciรณn de avisos inmobiliarios de la prensa al dรญa siguiente descubro una casa de seis habitaciones, cuatro baรฑos y ¡diez lugares de estacionamiento! a la venta por un millรณn escaso de pesos. Por la misma casa, en San Pedro, no se paga ni el enganche.

La fantasmal noche remata en La Nacional, en la calzada Madero. El bar, que naciรณ en 2003 en pleno auge de la vida nocturna, quiere rescatar la tradiciรณn cantinera pero con un toque de sofisticaciรณn en la cocina que estiliza platos tรญpicos, como los tacos de perro atropellado o la barbacoa, y los combina con perejil frito o alcachofa asada. Los precios son accesibles. El lugar cuenta con estacionamiento. Es sรกbado en la noche. La decoraciรณn es sobria y acogedora. La mรบsica deja hablar. Somos los รบnicos clientes.

Al dรญa siguiente, Daniel de la Fuente, reportero de El Norte, me manda un enlace con la noticia de la รบltima balacera en el centro, pocas horas despuรฉs de que dejamos el lugar. Fue el propio Daniel quien me contรณ esta historia. ร‰l va todos los fines de semana a un parque de la colonia Cumbres a tomar cafรฉ con amigos mientras sus hijos se entrenan de boy scouts en el mismo lugar. Una maรฑana, mientras hacรญa trabajo de reportero gonzo como forense, lo llamaron a levantar los cadรกveres de unos jรณvenes asesinados en un ajuste de cuentas entre narcomenudistas. En cuanto se abriรณ la puerta de la carroza fรบnebre reconociรณ el parque. El cuerpo de uno de ellos estaba en el รกrbol en que el sรกbado anterior habรญa estado jugando con sus hijos. Por primera vez en su vida de reportero curtido en la calle sintiรณ miedo.

 

En la colonia Independencia

Si uno entrecierra los ojos en San Pedro Garza Garcรญa y deja volar la imaginaciรณn, podrรญa estar en Canadรก. En la colonia Independencia, aunque uno los cierre con fuerza, no puede escapar de รfrica. En la llamada Loma Larga y a cinco minutos en coche de la Macroplaza, la colonia Independencia ocupa la barrera natural que separa Monterrey de San Pedro. Mรกs arriba en el cerro hay otras colonias aรบn peores, como La Risca. Vinculada a la ciudad como barrio marginal desde los tiempos de Fundidora, hace mรกs de un siglo, cuando se le conocรญa como San Luisito, en la Indepe estรก la Basรญlica de Guadalupe y la tradiciรณn de Semana Santa mรกs viva. No es recomendable ir solo ni adentrarse demasiado. Con cerca de setenta mil habitantes, es el barrio marginal mรกs grande de todo Nuevo Leรณn. Muchos de sus jรณvenes trabajan para los cรกrteles que se disputan la ciudad, en los rangos mรกs bajos, de “halcones” o sicarios. Las rรกfagas de metralleta son habituales.

Indira Kempis llegรณ a Monterrey desde su natal Morelos para estudiar en el Tec el doctorado en ciencias polรญticas, como miles de graduados. Tras el asesinato por parte del Ejรฉrcito de dos estudiantes a los que confundiรณ con delincuentes, hecho que significรณ la renuncia como protesta del respetado rector Rafael Rangel Sostmann, empezรณ a organizar a grupos de estudiantes para manifestarse contra la inseguridad. Para alguien que naciรณ en Anenecuilco, el pueblo de Emiliano Zapata, de tez morena, traje de manta y una curiosa mezcla de ancestros judรญos e indรญgenas, Monterrey era un enigma del que se sentรญa excluida hasta que vio la fuerza que podรญa tener la organizaciรณn de los estudiantes en redes sociales. Su activismo es pragmรกtico: prefiere hacer el bien concreto, aunque sea formando parte de ciertos programas pรบblicos, que la soflama redentora. Por ello, cada fin de semana pone en la escalinata del Palacio de Gobierno cientos de pares de zapatos vacรญos, en alusiรณn a las vรญctimas civiles del conflicto, pero entre semana trabaja en talleres de teatro y danza para los niรฑos de las colonias mรกs desfavorecidas. Es ella quien me organiza una visita a la colonia Independencia.

ร‰dgar Olaiz, coordinador de Programas Sociales de la Secretarรญa de Desarrollo Social de Nuevo Leรณn, con rango de subsecretario, estรก empeรฑado en repetir la experiencia de radical transformaciรณn de Medellรญn, Colombia, en su ciudad y tiene un proyecto piloto en esta colonia. Lo acompaรฑo en un recorrido de trabajo, junto a Gabriel Todd, subsecretario de Desarrollo Urbano. El director de la secundaria nรบmero dos Ignacio Morones Prieto es nuestro guรญa. Pero ni รฉl mismo acaba de entender quรฉ paso. Con casi setenta aรฑos y a punto de jubilarse, y tras pasar por diversas y tranquilas escuelas rurales, la llegada a la secundaria de la Indepe constituyรณ un pequeรฑo cataclismo personal: grupos saturados, pleitos, navajazos, deserciรณn temprana, indisciplina, instalaciones ruinosas. Hoy la situaciรณn es tan diferente que el profe Mauro no sabe explicarla. El terrenal de piedras donde jugaban es una cancha de futbol rรกpido con pasto artificial. Unas aulas abandonadas son talleres vespertinos para las madres de familia. El descampado insalubre donde se llevaban a cabo las ceremonias cรญvicas y recreativas es un lugar dignamente techado y asfaltado. “Se acabaron los grafitis y los pleitos.” Como la visita no estaba preparada, doy fe de sus palabras. Los alumnos no logran aรบn subir su nivel acadรฉmico –“que vengan todos los dรญas a la escuela es ya un triunfo”, dice– pero la escuela es por primera vez “un lugar de contenciรณn de la cultura del crimen”.

Subimos a la explanada de las bombas, lugar que creรณ Bernardo Reyes en 1909 para almacenar agua potable.Encima de este lugar, que sirve de parque a los vecinos, se estรก levantando un centro comunitario de grandes dimensiones, como los parques-bibliotecas de Colombia, con canchas deportivas, salones de actos, biblioteca, talleres y demรกs. Sin bardas que lo aรญslen del barrio, como se hace en Medellรญn, y con dignidad estรฉtica, el proyecto lo ganรณ un grupo de estudiantes de arquitectura del Tec que querรญa contribuir a la transformaciรณn de su ciudad. Con una capacidad inmensa en sus seis hectรกreas de terreno, la esperanza de Olaiz es que se convierta en un punto de encuentro de todos los vecinos y que ninguna banda de las que ahora mismo se disputan a tiros las calles de la colonia se lo adueรฑe. Hay un trabajo de campo para lograr eso, me explica Todd, con รฉnfasis en lo deportivo. El recorrido termina en la Casa del Exboxeador, en la calle Tamiahua. Antes un jacal sostenido con palos en  un terreno donado por un exalcalde como una dรกdiva personal en una zona de “alta exclusiรณn social”, eufemismo de amoladรญsima, hoy un gimnasio digno, con cuartos para exboxeadores que no tengan dรณnde vivir (la marginaciรณn de ese mundo es inmensa), un salรณn de memorabilia encabezada por Lauro Salas, primer campeรณn del mundo neoleonรฉs, y un ring profesional en el que se entrenan treinta varones  y doce mujeres cada dรญa.

El siguiente paso, me dice Olaiz, es conseguir que el gobernador “compre” la idea del telefรฉrico, que unirรญa la Macroplaza con San Pedro Garza Garcรญa, con dos o tres estaciones en la colonia Independencia. Asรญ, dejarรญa de ser un barrio inaccesible. El proyecto unirรญa el barrio  de oficinas pรบblicas con el barrio residencial de la ciudad de  manera ecolรณgica y rรกpida, y tendrรญa un gran atractivo turรญstico. Podrรญa ser el detonador de otros proyectos, como la restauraciรณn de la basรญlica de Guadalupe o la construcciรณn de un santuario en la parte mรกs alta de la loma, con una vista รบnica de Monterrey, como el Cristo del Corcovado en Rio de Janeiro. “El problema es que el huracรกn Alex nos dejรณ sin recursos, dice Todd, todo lo tuvimos que gastar en restaurar la ciudad, lo que aรบn no se logra plenamente.” Ademรกs, la lucha polรญtica desatada en el estado vaticina que las prioridades del gobernador Medina estรฉn puestas en sobrevivir a su cargo y no en proyectos audaces, como los que sueรฑa los jรณvenes subsecretarios y su equipo.

 

La guerra polรญtica

A la destrucciรณn del huracรกn Alex en 2010 y la crisis de seguridad provocada por la guerra entre “Golfos” y Zetas hay que sumarle una sorda disputa polรญtica que tiene de cabeza a las instituciones del estado y la ciudad. Aquรญ no se trata de la sana alternancia entre partidos, sino de una batalla por dominar un estado clave de cara a las elecciones del 2012, en la que las diversas familias polรญticas que lo integran toman sus posiciones y forman alianzas contra natura. Para muchos observadores es claro el acuerdo de mutuo sostรฉn entre el gobernador priista Medina y el alcalde panista Larrazabal.

Este tejemaneje cรญnico, denunciado por figuras tan respetadas en el estado como Fernando Elizondo, produce malestar fuera de los cรญrculos polรญticos. A Javier Treviรฑo, secretario de Gobierno del estado, le preguntรฉ si era consciente del nivel de desafecciรณn que tenรญa la ciudadanรญa hacia su clase polรญtica. Y no solo por las marchas y protestas semanales, algo insรณlito para Monterrey, ni siquiera por las reiteradas ocho columnas de los medios locales pidiendo la renuncia ya del gobernador, ya del alcalde, sino porque actores tan trascendentes como los grandes empresarios habรญan alzado la voz y habรญan dicho “Ya basta” en diversos escenarios. El mรกs comentado, el discurso de Josรฉ Antonio Fernรกndez, presidente de FEMSA, en la entrega de los premios Eugenio Garza Sada en el Tec de Monterrey el jueves primero de septiembre. Fernรกndez dijo que si las cosas no estaban peor era porque a los delincuentes no les interesaba. Lo que no se comentรณ en la prensa, y que vi con mis ojos, fue el aplauso de pie que le tributรณ un anfiteatro lleno a rebosar de jรณvenes estudiantes. Treviรฑo me explica, como corresponde a su cargo, que estรกn trabajando todos los dรญas para recuperar esa confianza. Y me presenta los cuatro “pilares” en que se sostiene la acciรณn del gobierno: mejorar la relaciรณn con el poder federal, construir una nueva policรญa,  transformar el marco jurรญdico del sistema penal y una fuerte inversiรณn social. La conversaciรณn tiene lugar en un anexo de su oficina, en una sรณlida mesa de madera para al menos veinte comensales, cada lugar con un lรกpiz afilado, un blog de notas y una botellita de agua. Es obvio que alguna importante reuniรณn estรก por tener lugar en cuanto deje de quitรกrsele su tiempo al polรญtico de mรกs alto rango del estado, exceptuando al gobernador. Cuando le pregunto si se arrepiente de trabajar en el gobierno –tenรญa una trayectoria brillante en el sector privado– me dice que no con convicciรณn. Pero al acompaรฑarme a la salida de su despacho en el Palacio de Gobierno me comenta con humor: “Antes tenรญa pelo, pero en esta oficina me estoy quedando calvo.”

 

• • •

 

Muchas de las personas con las que hablรฉ en Monterrey acuden a fรกbulas para intentar comprender lo que estรก pasando. Una que escuchรฉ un par de ocasiones, por increรญble que parezca, como si su moraleja se hubiera lexicalizado, cuenta que si uno ve una rata esconderse en un basurero de la calle, no se inmuta: es el lugar en que debe estar; si la ve cruzar el jardรญn de su casa, anota en su agenda hablar al fumigador el lunes; pero si la descubre bajo la cama, no duerme hasta darle caza. Algo asรญ sucede en Monterrey hoy, como en muchas otras ciudades de Mรฉxico. Con una salvedad: la ratas eran parte de la familia y pedรญan su cereal cada maรฑana. Apenas ahora, tras once aรฑos de alternancia, estamos dรกndonos cuenta de lo que significรณ el concordato entre el crimen y el viejo rรฉgimen y cรณmo sus estructuras mรกs profundas se resisten violentamente a cualquier cambio. No tenemos ni las instituciones ni el marco legal ni la claridad estratรฉgica ni la voluntad colectiva para hacer frente a esta “casa tomada”. De hecho, Monterrey es la ciudad mejor preparada para dar esta batalla. Por su tamaรฑo, cohesiรณn social, riqueza, cultura emprendedora. Por construir en mitad del desierto la ciudad mรกs moderna y prรณspera de Mรฉxico.

De regreso al aeropuerto, una clara maรฑana de domingo, me pregunto quรฉ le pasarรญa a Mรฉxico si la batalla de Monterrey se pierde. Muchas de las cosas que vi me inducen a pensar que esto no va a suceder: demasiada gente talentosa reunida, aun en el desacuerdo, como para dejar su ciudad y su estado en manos de los criminales, por mรกs que tengan cรณmplices en el poder y en la sociedad.

En Espaรฑa, aparta de mรญ esta cรกliz, Cรฉsar Vallejo se preguntaba sobre el destino del mundo si la Repรบblica espaรฑola perdรญa la guerra civil: “Si Espaรฑa cae –digo, es un decir–”… Y no puedo quitarme de la mente esta idea: Si Monterrey cae –digo, es un decir–. ~

+ posts

(ciudad de Mรฉxico, 1969) ensayista.


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: