La educaciĆ³n de una chica mala

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Nacida Nissa Shetty, creciĆ³ en una casucha de las afueras de Chester (Virginia), por encima de Hopewell, entre Screamersville y Blanco Mount, siguiendo una pista de nada al este de la 295. MaĆ­z a ambos lados de ella y cabras detrĆ”s. Su madre, Helen, grecoamericana, llenita, fuerte, lectora de libros, soƱadora, una mujer de orĆ­genes humildes que se desenvolvĆ­a bien y confiaba en mĆ”s, se enamorĆ³, durante la carencia de hombres de la Segunda Guerra Mundial, de un caballero indio de suaves palabras, un abogado ā€”ĀæcĆ³mo llegĆ³ hasta allĆ”? Los indios van a todas partes, Āæno? Como la arenaā€” que se casĆ³ con ella, tuvo tres hijas en tres aƱos (Nissa, nacida durante los desembarcos de NormandĆ­a, era la de en medio), fue a la cĆ”rcel por negligencia profesional, fue expulsado del colegio de abogados, saliĆ³ de la cĆ”rcel despuĆ©s de Nagasaki, le dijo a su mujer que habĆ­a revisado sus preferencias sexuales, se fue a Newport News, para establecerse como carnicero con su amante masculino, fuerte como un toro, “en calidad de parte femenina de la relaciĆ³n”, por utilizar las palabras de Vina, y nunca escribiĆ³ ni llamĆ³ ni mandĆ³ dinero ni regalos para sus hijas en sus cumpleaƱos o en Navidades. Helen Shetty, en aquella paz sin amor, cayĆ³ dando tumbos por una espiral descendente de bebida, pĆ­ldoras y deudas, fue incapaz de conservar un empleo, y las niƱas se iban al diablo a toda velocidad, hasta que fue rescatada por un constructor de toda clase de cosas, John Poe, viudo con cuatro hijos, que la encontrĆ³ en un bar, borracha y largando lo que se le ocurrĆ­a, la escuchĆ³, estimĆ³ que tenĆ­a buenos motivos para desesperar, dijo que era una mujer atractiva que merecĆ­a una oportunidad, jurĆ³ cuidar de ella, la quitĆ³ de la bebida, se la llevĆ³ a ella y a sus tres hijas a su sencillo hogar, y nunca hizo distinciones entre los hijos de ella y los suyos propios, nunca dijo nada de su piel oscura, dio a las niƱas su apellido (de forma que, a los tres aƱos, Nissa Shetty se convirtiĆ³ en Nissy Poe), trabajĆ³ duro ganando dinero para poner comida en las bocas de su familia y ropa en sus espaldas, no pidiĆ³ a Helen a cambio mĆ”s que el trabajo tradicional de la mujer y el acuerdo de no tener mĆ”s hijos y, aunque ella habĆ­a esperado grandes cosas en la vida, sabĆ­a lo cerca que habĆ­a estado del arroyo, de forma que se sintiĆ³ feliz de haber encontrado en cambio aquello, estabilidad, una especie de amor semibrusco y monosilĆ”bico, un hombre de alma generosa y un suelo sĆ³lido bajo los pies, y si Ć©l querĆ­a las cosas a la antigua, era un trato que estaba dispuesta a cumplir sin quejarse, de forma que la casucha estaba impecable, la ropa limpia, los niƱos alimentados y baƱados, la cena de John Poe caliente sobre la mesa todas las noches cuando Ć©l volvĆ­a a casa, y Ć©l tenĆ­a razĆ³n tambiĆ©n en lo de los hijos, de manera que fue a la ciudad y se hizo la operaciĆ³n, y aquello tambiĆ©n estuvo bien, estuvo realmente bien, ella tenĆ­a muchas cosas que hacer y eso las hacĆ­a mĆ”s fĆ”ciles, Ć©l era chapado a la antigua tanto en la cama como fuera de ella, no se andaba con gomas ni cosas de Ć©sas, y ahora todo iba bien, mejor que bien, iba bien. Una vez por semana todos iban al drive-in en la furgoneta de John, y Helen Poe miraba a las estrellas que habĆ­a encima en lugar de mirar a las de la pantalla, y les daba las gracias, con alguna reserva, por su destino.
Ā Ā Ā Ā Ā Si John Poe soƱaba con algo, era con cabras. En el corral que habĆ­a detrĆ”s de su hogar tenĆ­an una hembra Saanen blanca, que daba a la familia leche, y una poblaciĆ³n pequeƱa y flotante de cabras espaƱolas y miotĆ³nicas, destinada al matadero. Nissy Poe se criĆ³ sin saber quĆ© gusto tenĆ­a la leche de vaca. John Poe le dijo que la leche de cabra era mĆ”s fĆ”cil de digerir, e incluso la animĆ³ a que se lavara la cara con ella como tratamiento de belleza, lo mismo que solĆ­a hacer la reina Cleopatra. Ella habĆ­a aprendido de su madre a no llevar nunca la contraria a aquel hombre grande y amable pero dominante, y se tomaba dĆ³cilmente el lĆ­quido delgado, azulado y con olor a rancio que habĆ­a llegado a aborrecer. Y cuando las cabras espaƱolas sentenciadas eran llevadas al matadero en la estaciĆ³n correspondiente, no habĆ­a para comer, durante semanas seguidas, mĆ”s que cabrito, carne de cabra. Helen Poe no era una mujer de gran habilidad culinaria, y la pequeƱa Nissy llegĆ³ a temer mĆ”s que nada las horas de las comidas, por la sonrisa que tenĆ­a que pintar en su cara. Joe Poe era un hombre que necesitaba que le dieran las gracias regularmente por los dones que repartĆ­a.
Ā Ā Ā Ā Ā DespuĆ©s de una gran cena de cabra, echaba hacia atrĆ”s la silla y predecĆ­a el porvenir. Aquellas escasas criaturas de la parte de atrĆ”s, en el prado rodeado por una cerca de cinco pies de altura con los espacios entre los alambres de sĆ³lo cinco pulgadas o algo asĆ­, eran sĆ³lo el comienzo, manifestaba el padrastro de Nissy. No iba a trabajar para otros toda su vida, podĆ­a apostar. Estaba pensando en una granja de cabras. No una granja para carne, sin embargo; sentĆ­a por las cabras para carne algo asĆ­ como desprecio, especialmente por las miotĆ³nicas, cuyos trastornos genĆ©ticos hacĆ­an que se cayeran con las patas rĆ­gidas cuando se asustaban. Algunas noches, John Poe deseaba el dĆ­a en que entrarĆ­a en el negocio de la leche de cabra, en OregĆ³n tal vez, o en Florida. Se extasiaba hablando de las virtudes de las alpinas “suizas” y de las Toggenburg y de las rubias del “desierto”. Hablaba de las delicias del queso de cabra y de la sopa de leche de cabra. Otras noches su visiĆ³n era de angora y cachemira, y de un futuro de fĆ”bricas textiles en Texas o Colorado.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Os gustarĆ”, con vuestra sangre oriental, Āæeh? ā€”les dijo a las hijas de Helenā€”. El cachemir viene originalmente de Cachemira, en la India, y la angora de Ankara, TurquĆ­a, y el nombre de mohair, que es como se llama a una tela hecha con pelo de la cabra de angora, es Ć”rabe o algo asĆ­, y significa “lo que preferimos”. En esos ensueƱos, a menudo surgĆ­a la cabra negra uzbeka, cuya lana es de fibra mĆ”s larga que el pelaje de protecciĆ³n, y es de calidad cachemira. Nissy Poe, a pesar de su sangre oriental, llegĆ³ a detestar las simples palabras mohair, cachemir y uzbeko. Pero sonreĆ­a y daba las gracias cuando hacĆ­a falta. Y John Poe, con una cerveza en la mano, se dejaba llevar a su fantasĆ­a oriental particular.
Ā Ā Ā Ā Ā Ormus Cama y yo, que nos criamos en la India, sentĆ­amos que nuestros corazones tendĆ­an hacia el oeste; quĆ© extraƱo es pensar en los primeros aƱos de Vina bajo la Ć©gida de aquel hombre bueno y sencillo con su pasiĆ³n por el este, o si no por Ć©ste, por sus bestias peludas.
Ā Ā Ā Ā Ā Algunas veces, John Poe contaba chistes de cabras. (Dos cabras entran en la cabina de proyecciĆ³n de un drive-in y empiezan a masticar. “Dios, quĆ© buena es esta pelĆ­cula ā€”dice la primera, y la segunda va y diceā€”: sĆ­, pero me parece que la novela era mejor”). Sin embargo, no toleraba a los otros esa frivolidad. Un vecino nuevo vino de visita una vez y dijo:
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Cabras, Āæeh? Seguro que nos gustan las cabras, estamos pensando en tener una como mascota, pero un tipo nos dijo: “lo malo de las cabras es que se comen el coche”.
Ā Ā Ā Ā Ā Cuando se fue, John Poe los declarĆ³ a Ć©l, su familia y sus tierras zona prohibida. El hombre se vio condenado a perpetuidad sin saber siquiera quĆ© habĆ­a hecho, y siendo John Poe como era, era una condena contra la que no habĆ­a posibilidad de apelaciĆ³n.
Ā Ā Ā Ā Ā Era un hogar sin intimidad, con los niƱos amontonados en literas, a tres o cuatro por habitaciĆ³n. Algunos de ellos crecieron tranquilos, introvertidos, defensivos. Nissy se volviĆ³ salvaje. En el jardĆ­n de infancia, adquiriĆ³ mala fama por morder a otros niƱos y tambiĆ©n a los maestros, y hubo que sacarla de la clase. John Poe le sacudiĆ³ a fondo y ella volviĆ³ al jardĆ­n y mordiĆ³ con mĆ”s fuerza. Hubo una escalada y la guerra se interrumpiĆ³ de sĆŗbito, porque ambos combatientes se dieron cuenta de que, si continuaba, podrĆ­a haber alguna baja. John Poe dijo a Nissy que la querĆ­a y guardĆ³ su cinturĆ³n y Nissy Poe dijo a sus aterrorizados compaƱeros de clase:
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Oquey, no os voy a comer.
Ā Ā Ā Ā Ā En cuestiones de raza, John Poe estaba cerca de ser liberal. Fue con Helen a ver a las autoridades escolares para explicarles que la morenez de las niƱas no era morenez de negro: eran indias de la India y no tenĆ­an por quĆ© ser discriminadas, podĆ­an ir en el autobĆŗs lo mismo que los niƱos corrientes. La escuela aceptĆ³ el argumento, aunque ello trajo sus propios problemas.
Ā Ā Ā Ā Ā Cuando Nissy se hizo mayor, se enterĆ³ de que los otros chicos, los chicos blancos, la llamaban India Piesnegros, y tambiĆ©n chica-cabra. Y luego estaban aquellos tres chicos de la vecindad, que parecĆ­an negros y hablaban espaƱol ā€”Ā”ellos sĆ­ que eran un lĆ­o!ā€” y solĆ­an abuchear a Nissy Poe porque podĆ­a ir en autobĆŗs a la escuela de los blancos. Y entonces, un dĆ­a los tres chicos estaban esperando el autobĆŗs, y no hacĆ­an mĆ”s que decir que ahora habĆ­a una ley y que iban a ir tambiĆ©n a la escuela, pero el conductor no los dejĆ³ subir, no a su autobĆŗs. Mientras ella subĆ­a, oyĆ³ cĆ³mo la insultaban, algo relativo a los cabritos de su familia y a que ella era crĆ­a de un cabronito. Lo mirĆ³ en el diccionario. Cabrito era cabra pequeƱa y cabronito, pequeƱo homosexual. Al dĆ­a siguiente los chicos estaban esperando el autobĆŗs otra vez, esta vez con su padre, pero daba igual, de manera que arremetiĆ³ contra todos. El padre la separĆ³ de los chicos, y ella dio patadas y puƱetazos en el aire mientras la arrastraba, pero se sintiĆ³ contenta, porque en aquel corto tiempo habĆ­a infligido una cantidad de daƱos desproporcionada a sus difamadores. John Poe volviĆ³ a quitarse el cinturĆ³n, pero sin mucha convicciĆ³n, y no acompaĆ±Ć³ a Helen cuando fue a la escuela a suplicar al personal que dejara que su hija se quedara, y recibiera una educaciĆ³n, y escapara de la trampa de la pobreza, como ella misma habĆ­a confiado un dĆ­a en hacer.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Es duro para una niƱa ā€”dijo Helen Poe a la maestra de la clase de su hijaā€” vivir sin esperanza.
Ā Ā Ā Ā Ā Chica-cabra. No lejos de la casucha, hacia Redwater Creek, habĆ­a una hondonada boscosa llamada Jefferson Lick. SegĆŗn la leyenda local, vivĆ­a en ella una especie de centauro, refugiado de un circo ambulante canadiense, loco y peligroso por haber pasado todos aquellos aƱos en una jaula para diversiĆ³n del pĆŗblico, azotado y medio muerto de hambre. El Monstruo Cabra de Jefferson Lick era el coco local, utilizado para asustar a los niƱos a fin de que obedecieran, y en el baile de disfraces anual durante la feria del verano siempre habĆ­a uno o dos hombres de Lick, el gran dios Pan llegado a Virginia y vestido de harapos. Cuando los niƱos estaban seguros de que estaban suficientemente lejos de Nissy Poe para estar a salvo, la llamaban hija del Hombre Cabra y corrĆ­an para salvar la vida.

Ā Ā Ā Ā Ā Helen tratĆ³ de llevar a su hija por mejor camino. Cuando la chica tenĆ­a casi diez aƱos, su madre estaba con ella (era el fin de semana del DĆ­a de los CaĆ­dos de 1954), mirando la galaxia que resplandecĆ­a en el cielo de la noche.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Sigue tu estrella, encanto, y no dejes que nadie ni nada te desvĆ­e ā€”dijo Helen, con un temblor en la voz que hizo que Nissy la mirase fijamente. Su madre iniciĆ³ una sonrisa rĆ”pida, delgada y dura que no engaĆ±Ć³ a Nissy ni un instanteā€”. No como yo, Āæeh? ā€”Hellen sonriĆ³ burlonamente, como una calaveraā€”. Elige una de esas preciosidades y sĆ­guela a donde te lleve.
Ā Ā Ā Ā Ā RelampagueĆ³ un meteoro.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Quiero Ć©sa ā€”dijo Nissy Poeā€”. Parece como si fuera a llegar lejos.
Ā Ā Ā Ā Ā No elijas Ć©sa, pensĆ³ su madre, las estrellas fugaces traen mala suerte. Pero no lo dijo, y la chica asintiĆ³ firmemente.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”SĆ­, seƱora, Ć©sa es la que quiero.
Ā Ā Ā Ā Ā Ā 
Ā Ā Ā Ā Ā Aquel fin de semana, despuĆ©s de terminar sus deberes, Nissy Poe fue por su cuenta a Jefferson Lick, sin miedo. No esperaba encontrar monstruos, pero querĆ­a entrar allĆ­, tan lejos como pudiera. El bosque era encantador, oscuro y profundo, y mientras ella se abrĆ­a paso entre el mullido follaje hacia las profundidades de la hondonada, sintiĆ³ que algo muy desconocido caĆ­a sobre ella, como una bendiciĆ³n. Era la soledad. Para ver los pĆ”jaros, tienes que formar parte del silencio.

ĀæQuiĆ©n dijo eso? AlgĆŗn zoquete. AllĆ­ dentro era como Blanca Nieves. PĆ”jaros por todas partes, como nubes de mariposas, y si cantabas, cantaban al mismo tiempo que tĆŗ. Las currucas de capucha y las currucas de pecho amarillo proporcionaban las vocales de apoyo; los pĆ”jaros carpinteros marcaban el ritmo. Nissy Poe se olvidĆ³ de todo y cantĆ³:
Ā Ā Ā Ā Ā Ā 
Ā Ā Ā Ā Ā Shake, rattle and roll!
Ā Ā Ā Ā Ā Shake, rattle and roll!
Ā Ā Ā Ā Ā Ā 
Ā Ā Ā Ā Ā Ese era su gran secreto, aquella voz como la explosiĆ³n de fuerza de un cohete. A veces, cuando John Poe estaba trabajando, y los hijos de John Poe estaban todos fuera de la casa, de forma que no irĆ­an con cuentos ā€”John Poe podĆ­a tratar igual a todo el mundo, pero los chicos eran algo totalmente distintoā€”, Helen ponĆ­a la radio y buscaba una emisora que transmitĆ­a lo nuevo, los Driftwoods, Jack Haley, Ronnie Man Ray. A veces sintonizaba incluso alguna de aquellas emisoras de rythm and blues negro, y Helen movĆ­a las caderas participando en la mĆŗsica, la mĆŗsica segregada, la mĆŗsica que John Poe llamaba el boogie del diablo.

Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Vamos, encanto ā€”la animaba Helenā€”, canta conmigo ā€”pero Nissy Poe se negaba siempre, apretando la boca en una lĆ­nea blanca y exangĆ¼e, y Helen sacudĆ­a la cabezaā€”. No sĆ© quĆ© harĆ­a falta para que te lo pasaras bien ā€”decĆ­a, y entonces la mĆŗsica volvĆ­a a apoderarse de ella, que ponĆ­a los ojos en blanco y bailaba, y armaba jaleo, ante los ojos leales e impasibles de sus hijas. (Dos de las tres; la menor era situada normalmente en el patio delantero, en servicio de centinela, por si John Poe volviera inesperadamente). Helen parecĆ­a en esos momentos ser una niƱa tambiĆ©n, tratar de llegar a una versiĆ³n de sĆ­ misma que habĆ­a quedado aplastada bajo la persona adulta que se habĆ­a visto obligada a ser por necesidad.
Ā Ā Ā Ā Ā Nissy Poe no cantaba nunca para su madre; pero iba a Jefferson Lick para estar sola, y sĆ³lo entonces, lejos del mundo, protegida por un ogro apĆ³crifo, liberaba la voz que revelaba el deseo mĆ”s profundo de su alma. Ā”La mĆŗsica! Era todo lo que querĆ­a en la vida; no ser parte del silencio, sino del sonido.
Ā Ā Ā Ā Ā Si hubiera habido algĆŗn Monstruo de Lick presente, habrĆ­a aplaudido. Desde el principio Vina tuvo la voz, y el ataque implacable. CantĆ³ liberando su joven corazĆ³n, luego se echĆ³ en un montĆ­culo de tierra, aunque sabĆ­a que tendrĆ­a que padecer despuĆ©s por su ropa sucia, se durmiĆ³, despertĆ³ sobresaltada y descubriĆ³ que se habĆ­a hecho oscuro, saliĆ³ como pudo del Lick y empezĆ³ a correr, y cuando llegĆ³ a casa descubriĆ³ que hubiera podido tomĆ”rselo con mĆ”s calma, porque todo el mundo estaba muerto.
Ā Ā Ā Ā Ā Los niƱos habĆ­an sido asesinados en sus camas, con el corazĆ³n apuƱalado por un gran cuchillo de cocina. Murieron sin despertarse. Pero a John Poe le habĆ­an cortado el cuello y, por el desorden de la habitaciĆ³n, era evidente que se habĆ­a tambaleado por allĆ­ largos momentos, antes de estrellarse contra la parte superior del viejo aparato de televisiĆ³n. HabĆ­a sangre embadurnada por la pantalla del televisor, y Ć©l yacĆ­a a sus pies, en un gran charco pegajoso, el pantano de su vida perdida. El televisor estaba encendido, y alguien estaba diciendo algo sobre el comienzo de una guerra que afectaba a ĀæVietquĆ©? ĀæEn BienbiendĆ³nde? En Indochina, sĆ­. ĀæEso era entre la India y China? Y realmente tenĆ­a mucho que ver con una chica de una casucha cerca de Hopewell (Virginia), hundida hasta la rodilla en la sangre de su familia muerta.
Ā Ā Ā Ā Ā Helen no estaba en la casucha, pero Nissy la encontrĆ³ muy pronto, porque todas las cabras estaban muertas tambiĆ©n, y Helen colgaba por el cuello de una de las vigas transversales del cobertizo abierto que John Poe habĆ­a construido con sus propias manos para que el ganado tuviera algĆŗn sitio donde estar cuando el tiempo fuera malo. En el polvo, debajo de los colgantes pies de ella, habĆ­a un gran cuchillo de cocina, espesamente cubierto de sangre oscura y cuajada.
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Ā Ā Ā Ā Ā Porque no fue a buscar ayuda hasta la maƱana; porque puso una escalerilla y cortĆ³ la cuerda de su madre con el arma homicida; porque se quedĆ³ fuera, en el cobertizo, toda la noche, sola con el cuchillo y su madre y las cabras muertas y el universo incendiado en el cielo, las estrellas fugaces cruzando como bĆ³lidos en todas direcciones, con la vĆ­a lĆ”ctea derramĆ”ndose, probablemente estaba hecha de esa mierda de leche de cabra y olĆ­a como ese pis de mierda; por sus antecedentes de chica mala, los mordiscos, las peleas, sospecharon de ella unos cinco minutos, cinco minutos en los que ella, la chica-cabra, la hija del Monstruo Cabra de Jefferson Lick, vio en los ojos del policĆ­a lo que sĆ³lo hay en ellos cuando miran a los grandes asesinos. Llamadlo respeto. Sin embargo, al cabo de cinco minutos, hasta el sheriff Henry habĆ­a comprendido que hubiera sido muy difĆ­cil para la chica hacerlo, colgar a su madre, por Cristo, sĆ³lo tenĆ­a diez aƱos. No era un caso difĆ­cil de resolver, una mujer loca pierde la cabeza, una gran mujer frescachona como ella, en donde todavĆ­a habĆ­a mucho que agarrar para consolarse, quĆ© lĆ”stima, las cosas pudieron mĆ”s que ella, y saltĆ³. Esa mierda ocurre.
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Ā Ā Ā Ā Ā DespuĆ©s de aquello su padre, el carnicero Shetty, apareciĆ³ con su amante, pero a ella no le gustaba cĆ³mo sonaba Newport News, y habĆ­a tenido ya carnicerĆ­a suficiente para toda la vida, serĆ­a vegetariana el resto de sus dĆ­as. Finalmente accediĆ³ a ir a vivir con unos parientes lejanos de Helen, los Egiptus de Chickaboom, arriba, cerca de los Finger Lakes en la parte occidental del estado de Nueva York: y durante todo el camino hasta allĆ­, sola en el autobĆŗs, se preguntĆ³ por quĆ© su madre habĆ­a elegido precisamente aquel momento para derrumbarse, aquel DĆ­a de los CaĆ­dos en que su hija mediana se habĆ­a quedado dormida en el Jefferson Lick. Tal vez no fuera algo hecho sin pensar. Tal vez Helen habĆ­a esperado a que ella estuviera fuera de peligro. Nissa habĆ­a sido elegida para sobrevivir, seleccionada por su madre como la Ćŗnica de la familia que merecĆ­a la vida. Su madre habĆ­a visto u oĆ­do algo en ella, algo que no era sĆ³lo salvajismo y violencia, y por eso le habĆ­a salvado la vida. Nissa, su estrella fugaz.

Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Me oyĆ³.
Ā Ā Ā Ā Ā La fuerza de su sĆŗbita comprensiĆ³n la hizo gritar las palabras. Los pasajeros que tenĆ­a mĆ”s cerca la miraron y se removieron en sus asientos, pero ella estaba totalmente ajena a su incomodidad. Helen me oyĆ³. DebiĆ³ de seguirme hasta el Lick algĆŗn dĆ­a y yo nunca lo supe, y por eso esperĆ³, sabĆ­a que me habĆ­a ido para mucho rato. Estoy viva porque ella quiso que yo cantase.
Ā Ā Ā Ā Ā Bienvenido a Chickaboom, decĆ­a un letrero.
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Ā Ā Ā Ā Ā Del aƱo que pasĆ³ en aquel clima norteƱo, en aquel exilio egipcio, Vina Aspara nunca dijo mucho a nadie. Si le hacĆ­as una pregunta de mĆ”s, se te revolvĆ­a como una serpiente. SĆ³lo me hablĆ³ de ello un par de veces en su vida. En el momento en que llegĆ³ allĆ­, enterrĆ³ a la pobre Nissy Poe. Eso lo sĆ©. Mr. Egiptus le ofreciĆ³ usar su apellido y dijo que siempre habĆ­a querido una hija que se llamase Diana. Ella se convirtiĆ³ sin pesar en Diana Egiptus. Sin embargo, el nuevo nombre no tuvo suerte.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”HabĆ­a una mujer que no fue buena conmigo ā€”me dijoā€”. No me trataron bien en esa familia.
Ā Ā Ā Ā Ā Me costaba trabajo conseguir que me dijera sus nombres. Llamaba a su principal atormentadora, Mrs. Marion Egiptus, “la mujer con la que yo estaba entonces”; los otros miembros de la familia eran “la gente con la que no fui feliz”. Aquella gente, pude averiguar, los Egiptus, tenĆ­an una pequeƱa tienda de tabaco, a cuya puerta estaba la figura de un faraĆ³nico auriga, sosteniendo, en una mano, las riendas de su Ćŗnico caballo y, en la otra, un puƱado de puros.
Ā Ā Ā Ā Ā ā€”Era una ciudad de mala muerte, de un solo caballo ā€”decĆ­a Vinaā€”, y el Ćŗnico caballo que habĆ­a era de madera.
Ā Ā Ā Ā Ā Aquella pequeƱa ciudad fue su primera Troya. Bombay serĆ­a la segunda, y el resto de su vida la tercera; y dondequiera que iba, habĆ­a guerra. Los hombres luchaban por ella. A su modo, fue tambiĆ©n una Helena.
Ā Ā Ā Ā Ā ĀæQuĆ© ocurriĆ³ en Chickaboom? No puedo decir mucho; Vina me dijo muy poco, y los que han investigado su historia luego han hecho relatos contradictorios, a menudo puramente ficticios. Marion Egiptus era malhablada y dura, y le repelĆ­a la piel oscura de la futura Vina. Otros miembros del hogar de los Egiptus veĆ­an esa misma piel oscura como invitaciĆ³n a las relaciones sexuales. La joven Nissy-Diana-Vina tenĆ­a que defenderse de sus primos.
Ā Ā Ā Ā Ā El Egipto se tambaleĆ³, o fue comprado. Hubo un incendio, o no lo hubo. Fue un chanchullo con el seguro, o un incendio intencionado, o no ocurriĆ³. Marion Egiptus, “la mujer con la que yo estaba entonces”, “la mujer que no fue buena con ella”, se negĆ³, tal vez por el revĆ©s recibido por la fortuna de la familia, o (si no hubo realmente tal revĆ©s) por su profunda aversiĆ³n a la chica, a tener a Diana Egiptus con ellos mĆ”s tiempo. Hay indicios de que la delincuencia de Vina continuaba, el ausentismo escolar, la violencia, el consumo excesivo de pastillas.
Ā Ā Ā Ā Ā Rechazada por Mrs. Egiptus, fue enviada a la India porque no quedaban opciones americanas. El carnicero Shetty de Newport News escribiĆ³ una carta de sĆŗplica a sus ricos parientes, los Doodhwala de Bandra, Bombay, pero sin mencionar que ya no era abogado, que no era ya un pez gordo que engordara cada vez mĆ”s con una dieta diaria de pececitos americanos de muchas calorĆ­as, pero omitirlo era cuestiĆ³n de honor, una forma de conservar su propia estima. TambiĆ©n omitiĆ³ mencionar los muchos tropiezos de su hija con la autoridad, y exagerĆ³ un tanto los femeninos encantos de la joven Nissa Shetty (porque, en aquella carta, ella volviĆ³ a su nombre original). En cualquier caso, los ricos Doodhwala, seducidos por la encantadora perspectiva de adquirir una sobrina vuelta de AmĆ©rica, accedieron a acogerla. El padre de Nissa Shetty la recogiĆ³ del Greyhound en la Port Authority Terminal, y pasĆ³ una noche con ella en Manhattan. La llevĆ³ a cenar al Rainbow Room y bailĆ³ con ella en la pista giratoria, manteniĆ©ndola muy cerca, y ella entendiĆ³ lo que le estaba diciendo; no sĆ³lo que sus negocios iban bien sino que le decĆ­a adiĆ³s para siempre, que no podĆ­a contar ya con Ć©l. No llames, no escribas, que lo pases bien, adiĆ³s. A la maƱana siguiente, fue sola a Idlewild, respirĆ³ profundamente, y se dirigiĆ³ hacia el este. Al este hasta Bombay, en donde Ormus, y yo, esperĆ”bamos.
Ā Ā Ā Ā Ā Si queremos comprender la furia de Vina, que dominĆ³ su arte y perjudicĆ³ su vida, debemos tratar de imaginar lo que ella no nos dirĆ­a, la mirĆ­ada de insignificantes crueldades de unas relaciones injustas, la ausencia de hadas madrinas y zapatillas de cristal, la imposibilidad de los prĆ­ncipes. Cuando la conocĆ­ en la playa de Juliu y lanzĆ³ aquella asombrosa invectiva contra toda la India, pasada, presente y futura, en realidad sĆ³lo estaba permitiĆ©ndose una especie de mascarada, ocultĆ”ndose de mĆ­ detrĆ”s de sus amargas ironĆ­as. En el Bombay cosmopolita, era ella la provinciana; si alababa a nuestra costa el refinamiento americano, era porque el refinamiento era una cualidad de la que carecĆ­a por completo. DespuĆ©s de una vida de pobreza, era la India, en la forma ampulosa de Pilo Doodhwala, la que le habĆ­a ofrecido el primer gusto de la opulencia; en consecuencia, por inversiĆ³n, llenaba su diĆ”logo de desprecio sustitutivo de americana rica por el empobrecimiento del Oriente. En Chickaboom, los inviernos habĆ­an sido feroces (detalles que conseguĆ­ arrancarle); odiando el frĆ­o, se quejaba del calor en el caliente Bombay.
Ā Ā Ā Ā Ā Por Ćŗltimo, y sobre cualquier otra cosa, si queremos comprender la furia de Vina, tenemos que ponernos en su lugar, y tratar de imaginar sus sentimientos cuando, despuĆ©s de un extenuante viaje a travĆ©s del planeta hasta el aeropuerto de Santa Cruz de Bombay, desembarcĆ³ del Douglas DC-6 de la Pan American para encontrarse con que su padre ā€”Ā”imperdonable irreflexiĆ³n la de aquel hombre!ā€” la habĆ­a entregado otra vez, y con escasas esperanzas de huida, a la odiada compaƱƭa de las cabras. –
Ā Ā Ā Ā Ā ā€” TraducciĆ³n de Miguel SĆ”enz

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