La tercera opción de Akbar Ganji

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Hoy, mi rostro desfigurado es el verdadero rostro del sistema en la República Islámica de Irán. Ahora soy el símbolo de la justicia que, si se le mira bien, pone ante los ojos el alcance de la opresión ejercida por los gobernantes de la República Islámica. Mi cuerpo y mi rostro exhaustos revelan, paradójicamente, la justicia proclamada y la opresión verdadera. Cualquiera que me ve ahora pregunta sorprendido: “¿Es usted Akbar Ganji? ¿Qué le han hecho?”
     (Carta para liberar a los pueblos del mundo, 10 de julio de 2005).

Akbar Ganji representa el movimiento democrático en Irán, no sólo por su inmensa valentía o por la originalidad de sus ideas, sino porque ha revelado “el verdadero rostro del sistema en la República de Irán”. Aun cuando ha estado en prisión desde el año 2000, aun cuando la enfermedad y una huelga de hambre de dos meses durante el pasado verano lo han debilitado seriamente, se mantiene en pie como la figura más importante de Irán al día de hoy.
     Entre los antiguos revolucionarios que han cuestionado la República Islámica, ninguno ha mostrado el valor intelectual y moral de Ganji al interrogar y pedir cuentas no sólo al régimen Islámico, sino a su propio desempeño personal en el pasado. Su resistencia ante la tiranía del régimen es, al mismo tiempo, una afirmación contra el joven militante islamista que alguna vez contribuyó con entusiasmo al advenimiento de la revolución islámica. Su transformación de militante islamista en un valeroso disidente y acérrimo defensor de la democracia y los derechos humanos muestra cuán enteramente ha fracasado la Revolución Islámica en el cumplimiento de sus metas. La transformación de Ganji nos brinda un poco más de esperanza en nosotros mismos y en la capacidad de cambio de la sociedad iraní.
     Paso a paso, Ganji se ha redimido cuestionando el sistema mismo que alguna vez contribuyó a estatuir. Su firmeza y su actitud inamovible surgen de una inquietud intelectual y una integridad moral que constantemente lo impulsan a buscar y revelar la verdad. Nacido en un barrio pobre de Teherán, Ganji se forjó como un islamista radical cuando aún era adolescente, y ascendió a puestos de mando en las Guardias Revolucionarias. A finales de la década de los ochenta, empero, comenzó a tener sus reservas respecto de la dirección del régimen islámico, y se unió al personal de una nueva revista intelectual de corte reformista llamada Kian. Su participación en un círculo de estudio en torno a Kian, encabezado por el filósofo Abdul Karim Soroush, abrió la mente de Ganji a nuevas ideas, aunque cabe decir que más tarde dejaría atrás a todo el círculo, tanto en la teoría como en la práctica. En los años noventa, Ganji se consolidó como uno de los reporteros más importantes de Irán, y alcanzó fama por sus investigaciones que vinculaban los “asesinatos seriales” de disidentes, dentro y fuera del país, con los dirigentes más importantes del régimen. Poco después de asistir a una conferencia académica y cultural en el Instituto Heinrich Böll de Berlín, en abril de 2000, Ganji fue arrestado y se lo acusó de difundir propaganda contra el sistema islámico. Desde entonces ha sido un prisionero.
     Ya sea en sus lecturas de Hannah Arendt y Karl Popper o en su trabajo periodístico, Ganji ha actuado con audacia y franqueza, sin la timidez y la ambigüedad propia de muchos de sus camaradas en el movimiento reformista. Ganji no aceptaría respuestas taimadas o compromisos oportunistas. Para él, la lucha contra el régimen islámico se ha convertido no sólo en un imperativo político, sino existencial. En una carta a Soroush, el maestro que ahora él ha rebasado por mucho, Ganji declara: “Las cartas y las notas que he escrito se alimentan de la esencia de mi vida. Por las decenas de páginas que he escrito, he perdido veinticinco kilos de mi carne y de mi sangre.”
     La naturaleza radical de la transformación de Ganji proviene no sólo de su postura política, sino de la forma en que ha decidido actuar al respecto, con lo que ha demostrado que el fin es en realidad la suma de los medios. Ganji ha captado el punto capital: para confrontar a un régimen totalitario, la primera regla consiste en crear un modelo de resistencia cuya efectividad radique en rehusarse a jugar con las reglas elegidas por el poder. Ganji crea un dominio diferente, un espacio en el que él pone las reglas. Su cuestionamiento del régimen islámico no sólo es político, sino cultural e ideológico.
     Akbar Ganji comienza por atacar la pretensión oficial de confiscar la religión y proclamarse representante e intérprete único de la cultura iraní para legitimar el gobierno. Él invoca una tradición diferente, mucho más arraigada en la cultura iraní: la tradición subversiva representada por poetas como Molana Jala al-Din Rumi (ca. 1207-1273) y Khwaja Shams ud-Din Hafiz-i Shirazi (ca. 1310-1379), con su severa e inmisericorde crítica de los clérigos hipócritas y de las ortodoxias estrechas. Así, simultáneamente, niega las pretensiones del régimen y reclama la verdadera herencia iraní a través de sus representantes culturales genuinos. Ganji expone la naturaleza ideológica del régimen islámico, la forma en que ha utilizado el islam como una ideología para llegar al poder y mantenerse ahí. Citando a Hannah Arendt y a otros pensadores occidentales, demuestra que el régimen debe más a las ideologías totalitarias modernas, como el fascismo y el comunismo, que al islam y a las tradiciones islámicas. De esta forma, ayuda a restaurar la dignidad de la religión que, en su juventud, ayudó a confiscar.
     Al mismo tiempo, Akbar Ganji va más allá de la religión, de la etnia o la nacionalidad, al reconocer la universalidad de conceptos como “democracia” y “derechos humanos”. Así, permite que Irán regrese al mundo, aliándose con los elementos democráticos de su país sin importar credos y abrevando libremente de los textos de pensadores democráticos occidentales. En un momento en que puede parecer que las únicas alternativas son aceptar y trabajar dentro del sistema islámico u oponerse al régimen por medio de uno de sus métodos preferidos, la violencia, Ganji propone una tercera opción. Al tiempo que rechaza la constitución y el gobierno del líder supremo y demanda un Irán secular y democrático, también llama a la resistencia no violenta. Su huelga de hambre, sus escritos en prisión y sus llamadas a un boicot de las elecciones, apuntan el camino hacia una tercera vía.
     Existen muchos riesgos en la senda elegida por aquellos representados en la voz de Ganji. La lucha está lejos de terminar, pero al considerar esos riesgos también deberíamos recordar esa frase del poeta preferido de Akbar Ganji, que alguna vez citara en una carta:

Feliz el jugador que, habiendo
      perdido todo lo que poseía,
     se queda con nada más que la
      urgencia de seguir jugando. –

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