En 1943, el pintor uruguayo Joaquรญn Garcรญa Torres dibujรณ un mapa en el que Sudamรฉrica aparecรญa de cabeza, con Tierra del Fuego en la parte superior y la costa colombiana en la inferior. Con este gesto simbรณlico de inversiรณn cartogrรกfica, Garcรญa Torres proponรญa tambiรฉn invertir la hegemonรญa artรญstica del norte y reorientar la mirada: que los ojos acostumbrados a mirar hacia Europa y Estados Unidos voltearan al sur, donde una escuela artรญstica surgรญa. El proyecto –que acuรฑรณ la consigna “Nuestro norte es el sur”– no prosperรณ. Seis dรฉcadas despuรฉs (2005), Justin McGuirk, crรญtico de arte y en ese entonces director de la revista de arquitectura Icon, observa sobre su escritorio los puntos del planeta donde los edificios y proyectos urbanรญsticos mรกs innovadores del momento se acomodan: en esa cartografรญa de la arquitectura global que espera a ser publicada, Latinoamรฉrica es una presencia vibrante que constantemente repiensa el habitar de las masas. Como los turistas del pasado que viajaban para aprender de las ruinas, McGuirk decide recorrer el centro y sur del continente americano en busca de casos paradigmรกticos de vivienda social que logren explicar quรฉ sucede en esos lugares donde, a contracorriente de tantas otras partes del mundo, la tipologรญa se resiste a desaparecer. Ciudades radicales, recientemente editado en espaรฑol, da cuenta de ese periplo.
McGuirk comienza su trayecto en Mรฉxico en el conjunto habitacional Nonoalco-Tlatelolco. Realizado por Mario Pani en 1964, Tlatelolco es un paradigma en tanto que ahรญ se consolidรณ la imagen de un futuro que acudรญa al megabloque como forma de habitar. Los edificios de Tlatelolco representaron el inicio de la utopรญa moderna latinoamericana: la macroescala con la que alguna vez soรฑรณ Le Corbusier fue ejecutada por un mexicano que levantรณ, en un barrio otrora desolado, un microcosmos que alojaba quince mil viviendas para la clase media, una oda al ecosistema de concreto. Aunque este tipo de experimentaciรณn urbana se replicรณ con รฉxito en el centro y sur del continente, en los aรฑos setenta los gobiernos neoliberales dejaron de abrazar los programas de vivienda de masas como una promesa de bienestar social para ceder la labor al sector privado. El resultado, segรบn McGuirk, ha sido el paulatino desplazamiento de la pobreza a los bordes de las ciudades, lo que ha convertido la desigualdad en rasgo elemental de la urbe contemporรกnea. Si el tiempo tiene la virtud de conservar lo destruido, lo que se observa hoy en los conjuntos de vivienda social latinoamericanos de mediados de siglo no son vestigios de modernidad sino las ruinas de un Estado de bienestar que dejรณ a la ciudad a la deriva. De una arquitectura con fines sociales que sucumbiรณ ante los objetivos financieros de la construcciรณn.
En este contexto, el itinerario de viaje de McGuirk estรก marcado por el deseo de conocer a la nueva generaciรณn de actores urbanos que han buscado integrar los mรกrgenes (favelas, asentamientos irregulares, cinturones pauperizados) a las ciudades. Con ejemplos que van desde la ruina moderna (el Proyecto Experimental de Vivienda en Lima) hasta la utopรญa contemporรกnea (la Torre de David en Caracas), Ciudades radicales analiza casos notables. En Jujuy, Argentina, por ejemplo, el crรญtico visita los conjuntos de viviendas levantados por el movimiento social Tรบpac Amaru. Estos edificios funcionan como complejas cooperativas autosustentables: los habitantes son los propios constructores; son ellos tambiรฉn quienes se autoemplean fabricando los ladrillos, vestimenta, o trabajando en el hospital o escuela de la comunidad. Y, finalmente, son ellos los que disfrutan de la vida en un conjunto con albercas y un parque temรกtico dedicado a los dinosaurios. La lideresa, Milagro Sala, no es arquitecta pero sรญ pragmรกtica, su socialismo no estรก peleado con la voluntad de hacer que los pobres se sientan ricos al habitar en una especie de conjunto residencial que mezcla toboganes de un parque acuรกtico de Orlando con la iconografรญa cheguevarista que figura en cada una de las casas ahรญ levantadas.
Mรกs allรก de su turismo arquitectรณnico, el logro mรกs considerable de McGuirk es que logra enlazar las manifestaciones de dos fenรณmenos histรณricos y su impacto en la ciudad: documenta, a travรฉs de su viaje, el salto de la arquitectura moderna de tipo social al nuevo paradigma dominado por las constructoras, donde importa menos la ideologรญa que la ganancia, el escenario de una planificaciรณn que trafica con influencias polรญticas y carece de visiรณn social, y que lo รบnico que consigue es saturar los paisajes perifรฉricos de casas para dar forma a ciudades cada vez mรกs desiguales. No queda mรกs que acudir a la figura del arquitecto activista, la antรญtesis del arquitecto estrella, un actor comprometido con el contexto. Es ahรญ donde cobran sentido los otros casos pensados por McGuirk: el estudio de Alfredo Brillembourg y Hubert Klumpner, Urban Think Tank, pionero en la “acupuntura” urbana en Caracas; el alcalde bogotano Antanas Mockus y sus peculiares estrategias para lograr una ciudad mรกs cรญvica o el nuevo significado del transporte pรบblico como medio de conexiรณn de los desplazados: un viaje en telefรฉrico que conecta la chabola con el centro en Rรญo. Aunque Tijuana figura en el libro como un ejemplo, parece que las lecciones de Ciudades radicales no han permeado en el paรญs, donde los รบltimos proyectos arquitectรณnicos de relevancia olvidan la voluntad social del habitar y la integraciรณn del habitante para dar paso a supervรญas, aeropuertos, tรบneles y centros comerciales, entre otros.
Durante su investigaciรณn sobre favelas en Brasil, McGuirk se encuentra con un cuadro: es el mapa invertido de Garcรญa Torres. La profecรญa del pintor se estรก cumpliendo hoy cuando la nueva escuela urbanรญstica y arquitectรณnica de Amรฉrica Latina estรก proponiรฉndole cosas al mundo y ese es el sentido optimista sobre lo “radical” en este libro. Quizรกs el uruguayo no se lo habrรญa imaginado asรญ en 1943, McGuirk parece olvidarlo a ratos, pero hoy tambiรฉn la gente estรก mirando al continente gracias a los niveles de pobreza y desigualdad extremos que aquรญ se viven. ~
Maestra en historiografรญa e historiadora de la arquitectura.