Les ruego que antes de leer este artículo toquen madera, crucen los dedos, se santigüen los creyentes y hasta aspérjense con agua bendita, como yo lo hago (las dos primeras cosas) antes de escribirlo. Porque voy a glosar una de las cartas más macabras y cenizas que puedan imaginarse, y que acabo de recibir de una empresa de tarjetas de plástico o crédito que a partir de ahora usaré —mi tarjeta— lo menos posible y palpándome siempre mucho, por más de un motivo.
La empresa en cuestión me ofrece con gran ufanía, como a tantos de sus clientes, supongo, un seguro de "Protección Personalizada" contra la "invalidez permanente absoluta o parcial por accidente". Se me adjunta un listado con los "riesgos cubiertos" por la póliza, concebido y redactado sin duda por un émulo tímido de Jack el Destripador, que muestra un curioso sentido de la valoración de las pérdidas. Lo cierto es que el afán de regularlo y detallarlo todo, de no dejar nada al azar ni a la improvisación ni a la espontaneidad, está convirtiendo nuestro mundo en un lugar de lo más siniestro. Porque, vean: la "invalidez permanente absoluta" merece a ojos de esta empresa una indemnización de diez millones de pesetas. Todo se complica, sin embargo, cuando se trata de "invalidez permanente parcial". Les diré, para su información, que la "pérdida total del brazo o la mano" está tasada en seis millones en el caso de que sean los derechos y en cinco si son los izquierdos. Veo aquí una discriminación brutal contra los zurdos, y yo, francamente, soy muy zurdo. La verdad, no sé por qué mi mano derecha vale un millón más que mi izquierda cuando resulta que con ésta: a) escribo y me gano la vida; b) acaricio; c) empuño el tenedor y la cuchara; d) marco los números de teléfono; e) llegado el caso, pego y disparo. Ya me dirán cuál de las dos me es más valiosa y útil. Pero la discriminación continúa con la "pérdida total del movimiento del hombro" (tres millones el derecho, dos el izquierdo), la del "movimiento del codo o la muñeca" (dos y uno y medio), la del "pulgar y el índice de la mano" (cuatro y tres), así como con las siguientes eventualidades, pensadas por alguien un poco enfermo: "pérdida de tres dedos de la mano, que no sean pulgar e índice" (me pregunto el precio si entre esos tres dedos estuviera el índice pero no el pulgar, o el pulgar pero no el índice); "del pulgar y otro que no sea el índice"; "de tres dedos, incluidos pulgar e índice"; "del índice y de otro que no sea el pulgar". Todo ello muy frecuente, infiero. Y dicho sea de paso, no hay dos tasaciones iguales, cada disparatado y agorero caso de los aquí enunciados la tiene diferente, y siempre, claro, a favor de la mano derecha, con la que no estoy precisamente escribiendo esta columna tan lúgubre. El listado prosigue, no crean, y tenemos: "pérdida del pulgar"; "del índice"; "del medio, anular o meñique" (al primero se lo ha llamado siempre, por cierto, "corazón" en castellano); "de dos de estos últimos". Y así llegamos por fin a la "pérdida de una pierna o pie", por la que nos dan cinco millones, sean derechos o izquierdos; algo menos sacamos (cuatro) por la "amputación parcial de un pie, incluidos todos los dedos" (me pregunto cuánto dejaríamos de ingresar si conserváramos uno o dos dedos, seguro que un millón por lo menos).
Y aquí desembocamos, de pronto, en posibilidades aún más tétricas: pues sepan que la "ablación de la mandíbula inferior" vale tres kilos, ya pueden llevar cuidado con esa mandíbula, porque la superior no aparece, o quizá es que ésta no puede ser objeto de "ablación", se disculpe mi ignorancia; la "sordera completa de un oído" se nos pone en un millón solamente (serán dos si nos quedamos como una tapia); en cuanto a la "pérdida total de un ojo o reducción a la mitad de visión binocular", tres kilos sueltan por esto, mira; por "fractura no consolidada de una pierna o un pie", dos y medio, y dos nada más si es de "rótula"; y por la "pérdida total del movimiento de una cadera o una rodilla", otros dos. Luego viene algo levemente enigmático, aunque tampoco vale gran cosa. El "acortamiento por lo menos de cinco centímetros de un miembro inferior" se tasa en kilo y medio, si bien deberían especificar qué se entiende por "miembro inferior", dado el abuso de que es objeto este término, últimamente, en las televisiones. Por último, la "pérdida del pulgar de un pie" se pone en un kilo, mientras que la de "otro dedo de un pie", tan sólo en medio.
Hasta aquí cubre el seguro, americano en su origen tenía que ser. Pero, ya puestos a resultar macabros, no sé por qué no se valoran las pérdidas de pulmones, hígado, riñones y demás órganos no a la vista. Claro que, de haber entrado en ese detalle, tendría que haber titulado por fuerza este artículo "Vuelve Jack el Destripador". Como no se han atrevido, lo dejo en lo que lo dejo. Bien, ya pueden ustedes soltar la madera y descruzar los dedos, si es que no han perdido alguno, barato o caro, mientras leían. –
(Madrid, 1951-2022) fue escritor, traductor y editor. Autor, entre otras, de las novelas Mañana en la batalla piensa en mí (1994), Tu rostro mañana (tres volúmenes publicados en 2002, 2004 y 2007) y Tomás Nevinson (2021). Recibió premios como el Rómulo Gallegos en 1995, el José Donoso en 2008 y el Formentor en 2013. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua.