Los primeros pasos

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La popularidad de Vicente Fox sigue siendo muy alta. Según una encuesta de Reforma (4/02/2000), el 70% de los entrevistados aprueba la forma en que el presidente está haciendo su trabajo y le otorga una calificación de 7.5 en promedio. La buena percepción de la ciudadanía parece ser el resultado de varios factores. Primero, el famoso "bono de la democracia": hay que darle tiempo y oportunidad de probar que sí puede; los priístas tuvieron su oportunidad durante 71 años, ahora hay que aguardar y tener paciencia. Segundo, el éxito que tuvo el gobierno en sus negociaciones con la oposición; por primera vez el presupuesto de ingresos y egresos fue aprobado por todos los partidos. Tercero, las acciones que ha tomado en Chiapas: el retiro del ejército, los llamados al diálogo y haber hecho suya la iniciativa de la Cocopa mejoró su imagen; quien aparece ahora como intransigente es el Subcomandante Marcos. Así lo revelan, al menos, varias encuestas. A ello hay que sumar el hecho de que George W. Bush decidió que su primera visita al exterior sería al rancho de San Cristóbal. Mayor deferencia no se podía pedir.
     La verdad es que el estilo desenfadado de Fox sigue gustando. Lo mismo cuando conduce su propio programa de radio y entrevista a su secretario de Relaciones Exteriores que cuando intercambia papeles y deja que Ponchito se convierta en presidente por unos minutos. Bien visto, no hay en esto nada nuevo. Durante la campaña presidencial, Fox rompió muchos clichés y mostró que tenía una gran capacidad de comunicar mediante los medios electrónicos, particularmente a través de la televisión. Este capital ha sido reciclado y aumentado por la proyección que le da la presidencia de la República. El maratón del primero de diciembre, día de la toma de posesión, no se ha vuelto a repetir, pero en pequeñas dosis la imagen del presidente está todos los días en la pantalla chica. Lo exitoso de la estrategia se refleja en las encuestas.
     Sin embargo, el balance objetivo de los primeros pasos del gobierno no es tan exitoso ni tan favorable. Con la excepción de la aprobación del presupuesto, que fue un rotundo éxito, el presidente ha actuado en varias ocasiones en forma contradictoria y, en otras, parece no medir las consecuencias de sus actos. El caso del horario de verano es ejemplar. El gobierno no dijo sí ni no, sino todo lo contrario: el cambio de hora no se suspendió, como muchos pedían, pero se recortó el tiempo de su aplicación (cinco meses en lugar de siete). Esta decisión "salomónica" no es populista pero tampoco es racional. Se queda a medio camino. La única preocupación del gobierno fue quedar bien con todo el mundo, aunque es dudoso que lo haya conseguido.
     En asuntos más serios las decisiones han sido igualmente contradictorias. Marcos impuso tres condiciones para reanudar el diálogo: la salida del ejército de siete posiciones en Los Altos, la liberación de los presos zapatistas y la aprobación de la iniciativa de la Cocopa. Fox respondió favorablemente y procedió a cumplir con ellas. Sin embargo, el silencio del Subcomandante lo desconcertó y súbitamente echó marcha atrás. Vino luego otra rectificación y se comprometió de nuevo a cumplir lo prometido. En medio de estos bandazos, declaró que la marcha de los zapatistas al d.f. sería bienvenida y ahora se encuentra en el peor de los mundos posibles: no puede cumplir las condiciones para el diálogo porque la aprobación de la ley de la Cocopa depende del Congreso y no del presidente; pero además, la marcha y la estancia de los zapatistas en la Ciudad de México será, por lo menos, de tres largas semanas. Durante ese tiempo el gobierno arriesga mucho y los guerrilleros nada: cualquier acto de provocación le será cargado al primero y convertirá en víctimas a los segundos.
     En lo que se refiere a la declaración de guerra al narcotráfico la situación no es menos contradictoria ni confusa. Las dependencias de seguridad pública pasan hoy por uno de sus peores momentos. La Procuraduría General de la República está en crisis; el Centro de Investigaciones de Seguridad Nacional, clave en la lucha contra el narcotráfico, está en proceso de reestructuración y la Secretaría de Seguridad Pública no cuenta, hasta el momento, con un reglamento interno. Por si todo eso fuera poco, el Congreso le redujo en cien millones de pesos el presupuesto a la pgr. En suma, el único cuerpo que el presidente tiene a su disposición para enfrentar al narcotráfico es el ejército. Pero tanto Vicente Fox como su gabinete de seguridad han señalado en varias ocasiones que los militares deben ser retirados de las labores policiacas, incluido el combate al tráfico de drogas. En esas condiciones no sorprende que la Cruzada contra el Crimen Organizado que el presidente anunció en Sinaloa no contara con mayores datos ni precisiones acerca de cómo se combatirá a la delincuencia. Es más, Francisco Labastida fue más claro y preciso cuando, como secretario de Gobernación, presentó su programa para combatir a la delincuencia y abatir la impunidad.
     Todo esto debería preocupar al presidente de la República y a su gabinete. El "bono de la democracia" no es por tiempo indefinido. Fox ha generado, desde su campaña, grandes expectativas entre la población. Si no cumple, la buena voluntad se convertirá en desánimo y luego en rechazo y condena. Creer que el carisma presidencial y el uso de los medios bastarán para mantener la popularidad es una ingenuidad mayor. Quienes votaron por el cambio esperan, con razón, resultados. Fox demostró que era el hombre capaz de sacar al pri de Los Pinos. Lo que aún está por verse es si tiene la capacidad y el talento para gobernar este país con eficacia. –

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