¡Órale, güey!

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Don Jorge Castañeda desea postularse como “candidato ciudadano” a la Presidencia de la República. La idea no es mala: los partidos registrados le impusieron al IFE que solamente los miembros de esas organizaciones políticas puedan contender por la jefatura de la nación, excluyéndonos por lo tanto de ponernos al tiro del voto de nuestros conciudadanos al doctor Castañeda, al Doctor Simi, a usted, a mí y a cualquier otro al que se le antoje salvar a la patria.
     El doctor (en ciencias políticas) Castañeda ha venido recorriendo el país animado por la esperanza de que antes de 2006 la Suprema Corte derogue ese reglamento del ife como anticonstitucional; o de que alguno de los micropartidos decida postularlo como su candidato; y, desde luego, de que para el día de las elecciones estemos todos tan hastiados y asqueados de los candidatos del PAN-PRI-PRD, que don Jorge nos parezca, a pesar de su natural antipatía, empático y necesario. En la ruleta rusa electoral, todo puede pasar, suponemos que supone él: hasta que un güero que no sea de rancho pueda ganar.
     En la búsqueda del favor del electorado, Castañeda nos sorprendió a muchos por su utilización, en reuniones públicas, de expresiones como “¡Carajo!” y “¡A la chingada!”, que en labios de los demás mexicanos son de lo más comunes y corrientes, pero que en boca de mi abuelita y de alguien tan bien vestido como don Jorge suenan francamente altisonantes y hasta —¿cómo decirlo?— un tanto corrientonas y descomunales. Asimismo, recientemente apostrofó rijosamente al senador Enrique Jackson con motivo de su renuencia a votar por la reelección de los miembros de las cámaras: “¿A qué se va a atrever si fuera presidente? Lo sacón no se quita”, exclamó (Reforma, 13-II-05).
     Avanzando en este mismo camino que no podemos tildar de populista (¡qué horror!) sino tal vez de populacherista, este mes de febrero por momentos apareció en la tele una breve blitzkrieg de campaña donde el señor Castañeda procuró mostrarnos su creciente acercamiento al pueblo. Además de repetir y repetir su consigna “¡Somos muchos!” y filmar seres humanos en estilo videoclip, el candoroso (o cándido) candidato ciudadano lanzó un nuevo lema político, un profundo anzuelo al corazón mismo del alma nacional: los jóvenes.
     Por si usted no lo oyó, se lo cuento. Dice así: “Es tu país / güey / tómalo”. Se lo repito, ya sin las diagonales que indican los cambios de escena: “Es tu país, güey, tómalo”. Tal cual.
      Pero ¡no vaya usted a pensar que se trata de un llamado insurreccional de este ex izquierdista!
     No; se trata de algo medio novedoso: el videoclip de prosapia musical, pero lleno de contenido electoral. Elaborado en un insólito estilo que podemos bautizar como Ñero Nais, va dirigido a esa juventud desengañada que recorre las calles de la ciudad y que, en sus franjas más pauperizadas, se detiene ante los televisores de las tiendas Elektra (adonde fue a pedir un modesto préstamo, o tal vez a robar) y que de pronto, ¡eureka!, se dará cuenta de que Este Sí es un mensaje político para ellos, los olvidados de hoy, un vigoroso lema de esperanza para el desesperado corazón del ñis, del bato, del brody, del chómpiras, del cuaderno, del carnal, del manito. En dos palabras: del güey.
     Imagínense ustedes los diálogos:
     — Órale, güey, por fin un político que habla como nosotros, güey, y que no nos anda güeyando.
     — Ta grueso ese Castañeda, güey, se nota que sí habla en serio, no como los otros que nomás ni se les entiende.
     — Se ve que es bien picudo, güey. Digo, no dice “Toma Caca-Cola”, te dice que es tu país y que lo tomes porque, pos, es tuyo, güey.
     — ¿Cómo se llama el güey ése?
     — Castañeda, güey.
     — ¡Voy a votar por ese güey!
     — ¡A güevo, güey! –

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