Recuerdos de la muerte

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Un escritor argelino llegó una noche de la primera semana de octubre a México D.F., más precisamente a la Casa Refugio Citlaltépetl que dirige Philippe Ollé-Laprune. Juan Villoro acababa de ofrecer una conferencia sobre Ramón del Valle Inclán, el paso de los camareros dibujaba la hora del coctel y, mientras tanto, el argelino aparecía y se esfumaba con idéntica discreción. Para muchos de los que estábamos ahí, era la primera vez que nos convertíamos en la brumosa escenografía de un exiliado incipiente. Ahora pienso que a lo mejor por eso nadie quiso averiguar los títulos de sus libros o las razones de su destierro. O será que la curiosidad no va a los cocteles. En todo caso, Mohamed se retiró enseguida y nunca más se supo algo de él. Hasta cinco meses después, ya en París, cuando en una entrevista en Le Monde y otra en el programa televisivo Bouillon de Culture dejó entrever que los militares de su país y los guerrilleros fundamentalistas sólo coinciden en una cosa: el deseo de matarlo.
     Así, el eco de las noticias contaba que ese hombre pequeño y tímido era Mohamed Moulessehoul, ex comandante del Ejército de Argelia que bajo el seudónimo Yasmina Khadra vendió más de treinta mil ejemplares en Francia con las novelas Morituri (Baleine, 1997), Les agneaux du Seigneur (Julliard, 1998; In the name of God en la versión inglesa publicada el año pasado por Toby Press) y, sobre todo, Lo que sueñan los lobos (Alianza, 2000; primera edición francesa en Julliard, 1999). De paso por su refugio mexicano, Moulessehoul exigió mantener su identidad en secreto; una vez en París, presentó su autobiografía L'Écrivain (Julliard) y reveló que su feroz pasado como jefe de una unidad antiterrorista de élite estaba detrás del exitazo de Khadra. "Sé lo que es el horror, el fanatismo y la muerte", dice ahora, en pleno reencuentro literario con su nombre, "y si he sido violento… es porque a veces el mal sólo se cura con el mal". En Lo que sueñan los lobos, un aprendiz de revolucionario llega a la misma conclusión. De ahí la resignada angustia con la que evoca su primer asesinato político, una tarde como cualquiera destinada a explotar en el corazón de un juez corrupto. "No sabía si ya podría detenerme, y no podía distinguir entre el ruido de los disparos y el llanto de su hija. Como una suerte de meteorito, acababa de traspasar la barrera del sonido y me dirigía a un punto de donde no había retorno", se lee en esas páginas nerviosas y durísimas. En palabras del joven guerrillero, el crimen es un mundo paralelo del que nadie regresa. Para su autor, ese lugar es la verdad divulgada en Europa: abandonado por Yasmina Khadra y perseguido por sus recuerdos sin paz, Moulessehoul se reinventa a sí mismo a través de un pasado que lo amenaza de muerte.
     Su historia consuma la doble ilusión del militar que sueña con ser escritor y la del novelista siempre dispuesto a imponer justicia por la vía de las armas. A los nueve años, su padre lo envió a la escuela de cadetes de El Mechouar; dos años después, Mohamed esbozaba sus primeros trabajos literarios y se hundía en la pasión semisuicida que arruinaría (¿o salvaría?) su existencia. A fines de los ochenta, con una carrera militar muy reconocida en todo el país y unas cinco novelas publicadas con su nombre, el Ministerio de Defensa envió una circular en la que pedía "analizar" el contenido de los textos que sus funcionarios pretendieran difundir. "Entonces elegí renunciar a la escritura antes que aceptar la censura", recuerda; "pero al poco tiempo me di cuenta de que no iba a poder dejar algo que se había transformado en mi auténtica vocación. Para otros, la literatura es un trabajo o un hobby; para mí, ha sido lo que me permitió no volverme loco y perder el equilibrio, no convertirme en lo que el destino quería hacer de mí: un asesino". Con 36 años de servicio ejemplar, el comandante Moulessehoul se jubiló en septiembre del año pasado y sólo entonces pudo dejar Argelia de una vez y para siempre. Atrás queda, quizás, la venganza de sus ex colegas y la de los guerrilleros integristas. Adelante lo espera un futuro ajeno a lo que fue toda su vida, cuyo pulso arranca este mes en la misma Casa Refugio que lo alojó tras su fuga de Orán.
     Como el comisario Brahim Llob ("corazón puro" en árabe) que protagoniza varios de sus libros, Moulessehoul se instala en la literatura argelina a partir de un moralismo escéptico y fracasado, con la compasión y el perdón en la cima de una escala de valores que nadie respeta. Sus influencias van de Hemingway a Camus y pasan por la sospecha de que sólo el género policial puede contar una realidad herida por la traición y la violencia. Según Le Nouvel Observateur, la intensidad de Les agneaux du Seigneur "remite a Crónica de una muerte anunciada". Y para Newsweek, "Yasmina Khadra es uno de esos raros escritores capaces de darle un significado a la violencia de la Argelia contemporánea". Por cierto, la máscara de Moulessehoul puso en evidencia el fracaso de la crítica literaria, incapaz de advertir la voz masculina que se trasvestía bajo el perfume de mujer. "Utilicé dos de los nombres de mi esposa y funcionó porque despistaba más: nadie sabía si creer en esa mujer o ver un hombre detrás. Al mismo tiempo, yo lo usé como un homenaje a la mujer argelina, que fue la primera en rebelarse contra la violencia integrista", explica la ex Yasmina. Hasta 1999, la prensa francesa lo incluía en un presunto polar féminin formado por Virginie Brac, Andrea H. Japp, Sylvie Granotier y Maud Tabachnik. Pero desde el impacto de Lo que sueñan los lobos (traducida al inglés, el alemán y el italiano), las especulaciones sobre la identidad de Khadra sugerían que se trataba de un político de alto nivel o, tal vez, una insólita estrategia de marketing editorial dirigida a crear misterio y expectativas. Ahora este enigma ha quedado resuelto. Sólo queda por descubrir el otro, el que lleva a un hombre a narrar la vida y el espanto y estar dispuesto a morir en el intento. –

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(Argentina, 1967) es cronista y DJ. Es autor de Extranjero siempre (Almadía) y del blog Guyazi (www.guyazi.blogspot.mx).


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