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Querido Enrique:
Recibí copia de la carta del Sr. Maldonado, en la que se me acusa de incurrir en una larga cadena de aborrecibles crímenes de género. Creo que su cólera estaría justificada si mi artículo dijera lo que él le atribuye. Pero no es así. Sólo me queda suplicarle que lo vuelva a leer con cuidado y que se fije en lo que realmente dice.
     No puedo sino lamentar que mi ejercicio de la ironía no alcance aún los exigentes estándares del Sr. Maldonado, pero la línea argumentativa que recorre mi nota me parece clara: la situación de la mujer en la sociedades desarrolladas ha cambiado radicalmente, estos cambios generan fuertes respuestas emocionales, que se manifiestan de diversas formas en una serie de productos culturales (como el cine) y a las que se trata de justificar mediante racionalizaciones, mayormente paranoicas, que ridiculizo. Concluyo diciendo que cada vez es más claro que la distinción entre esferas específicamente “femeninas” y “masculinas” en la actividad humana es arbitraria y absurda y que reconocerlo así puede ser una liberación para todos. También creo decir con claridad que la situación de la mujer en la mayor parte del mundo sigue siendo abismal (“atroz”, para ser exactos).
     Nunca dije que las mujeres fueran trepadoras, dije que Hollywood hace películas sobre mujeres trepadoras; tampoco que quisieran “adueñarse del poder”, sino que hay gente que contempla esa posibilidad como algo inminente (unas líneas más adelante me burlo de esos temores). Si dije que algunas mujeres de éxito parecen haberse masculinizado fue para agregar de inmediato que seguir calificando cierto tipo de actividades como específicamente masculinas es inoperante. Lo que de plano no está en ningún lugar de mi nota es la más mínima sugerencia de que los logros que han conquistado las mujeres sean graciosas concesiones que les hacen los hombres. Eso ya es de su cosecha.
     Celebro que la generación del Sr. Maldonado esté tan bien informada y que muestre tal determinación por abolir en definitiva las taras sexistas que nos agobian. Por lo demás, recibo su irritación con sentimientos encontrados: de algún modo, mi propósito como escritor es generar reacciones intensas. Me da gusto corroborar que lo he conseguido. Ahora me interesa hacerle ver que estamos, en realidad, del mismo lado.
     Afectuosamente,
     — Héctor Toledano

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