Querido Pablo:
Horst Kurnitzky ha mostrado que el Estado mexicano surgido de la Revoluciรณn de Independencia, primero, y de la Revoluciรณn mexicana, despuรฉs, fundamentรณ parte de su legitimidad en una “mexicanidad” proveniente de un supuesto Mรฉxico prehispรกnico, lo cual ha impedido estudiar de manera consecuente el mundo prehispรกnico e indรญgena. Los indios se volvieron un sitio “impensable” de la realidad mexicana, de la memoria mexicana, inaccesible a la racionalidad. Uno de los temas asรญ oscurecidos ha sido el de los sacrificios humanos y la antropofagia, que se niegan, olvidan o minimizan, se exaltan o normalizan acudiendo a las buenas razones y a los sistemas religiosos que se dieron las sociedades que los practicaban, o se relativizan remitiendo a otras sociedades que practicaban sacrificios.
Habrรญa que reconocer, en primer lugar, que la prรกctica de los sacrificios humanos, muchas veces asociada a la antropofagia, estuvo presente no sรณlo entre los mexicas, o en Mesoamรฉrica, incluyendo los mayas, sino que existiรณ en casi todos los pueblos americanos, desde los esquimales en el norte hasta los araucanos en el sur. Sabemos tambiรฉn que la prรกctica existiรณ desde la รฉpoca de los cazadores recolectores, y puede suponerse que se intensificรณ con la agricultura y la preocupaciรณn por la fertilidad de la tierra, y aรบn mรกs con la apariciรณn de las formaciones estatales, con las ciudades, con la civilizaciรณn, y aรบn mรกs con su creciente militarizaciรณn, hasta llegar a la extraรฑamente fรกcil conquista espaรฑola.
Si bien se registran los sacrificios humanos y la antropofagia en muchas sociedades del Viejo Mundo (Europa, Asia y รfrica), su prรกctica mรกs sistemรกtica parece haber sucedido durante la รฉpoca de las primeras civilizaciones, despuรฉs de lo cual declinรณ y ha tendido a aislarse y a verse como algo reprobable y castigable. Pero en Amรฉrica los sacrificios continuaron hasta que llegaron los conquistadores espaรฑoles, que se horrorizaron.
Si la prรกctica sistemรกtica de los sacrificios ha sido particularmente intensa y generalizada en el tiempo y el espacio en Amรฉrica, la cuestiรณn se puede formular, como lo hizo Octavio Paz en 1986 en sus muy informadas y lucidรญsimas “Reflexiones de un intruso” (reseรฑa de The Blood of Kings de Linda Schele y Mary Ellen Miller; Obras completas, t. VII, pp. 132-145), vinculando la cuestiรณn del “encuentro de dos mundos”, del tardรญo poblamiento de Amรฉrica, hace algunas pocas decenas de miles aรฑos, y del subsiguiente aislamiento de la poblaciรณn del Nuevo Mundo respecto a la del Viejo, hasta 1492. Durante este aislamiento se produjo un desfase tecnolรณgico y bacteriolรณgico que resultรณ determinante en la conquista espaรฑola. Tal vez esta peculiaridad del desarrollo americano sea el รกmbito en el que se pueda entender la prรกctica sistemรกtica del sacrificio humano.
Debe reconocerse que aรบn no tenemos respuestas probadas o aceptables y que debemos ensayar varias posibles causas que pudieron coincidir de manera diferencial. En primer lugar, debe recordarse que el tardรญo poblamiento humano de Amรฉrica por el estrecho de Bering explica que la agricultura haya comenzado en el Nuevo Mundo miles de aรฑos despuรฉs que en el Viejo y que tambiรฉn las grandes civilizaciones (Mesoamรฉrica y los Andes) comenzaran aquรญ miles de aรฑos despuรฉs. Esto permite entender por quรฉ los sacrificios humanos seguรญan existiendo en Amรฉrica en una รฉpoca en la que ya habรญan sido abandonados en el Viejo Mundo, aunque sustituidos por la ferocidad polรญtica y judicial de las formaciones estatales y por la presencia omnipresente de las guerras.
Pero todavรญa falta explicar por quรฉ fue tan sistemรกtica la prรกctica de los sacrificios en toda la historia americana. Una clave puede ser no tanto la inferioridad tecnolรณgica del Nuevo Mundo como la peculiaridad cualitativa de su desarrollo tecnolรณgico, que privilegiaba el trabajo colectivo, las grandes obras pรบblicas, hidrรกulicas y arquitectรณnicas, y que exigรญa la subordinaciรณn del individuo a la colectividad, la disposiciรณn de los individuos a sacrificarse por el grupo. Varios autores han seรฑalado el bajo sentido de individualidad de los indios, que vino a trastocar la conquista con el cristianismo y las relaciones mercantiles. Para explicar esta subordinaciรณn del individuo al grupo se ha apelado a una organizaciรณn socioeconรณmica comunitaria, a un fuerte sentimiento religioso, a una peculiar constituciรณn mental o aun cerebral, pero ninguna explicaciรณn parece suficiente. Tal vez mรกs bien habrรญa que destacar el papel de las formaciones estatales teocrรกticas y militaristas en la creaciรณn de esta integraciรณn del individuo a la colectividad, a travรฉs del control del calendario, de la escritura, de la educaciรณn, de la propaganda y de las ceremonias. Los sacrificios humanos, ligados a la antropofagia y la tortura, pueden ser considerados como una forma de terrorismo estatal. Y de manera mรกs peculiar, las grandes ceremonias en las grandes plazas frente a las pirรกmides, en las que se practicaba el ayuno, el autosacrificio y el consumo de drogas (o de “enteรณgenos”, como decรญa Gordon Wasson), en las que se bailaba y cantaba durante horas, y se presenciaban sacrificios sangrientos y representaciones rituales-teatrales, con los sacerdotes ataviados como dioses (tal como eran representados en mรบltiples imรกgenes), ciertamente estas ceremonias fueron alterando las mentes de la gente. Un resultado fue que los dioses, sus historias y sus exigencias fueron interiorizados por la mente. Pero esta interiorizaciรณn de los mandatos de los dioses y de los sacerdotes no parece suficiente para explicar el que una madre estรฉ dispuesta a entregar a un hijo o una hija para ser sacrificada en los cerros a los dioses de la lluvia, ¿o sรญ?
Otras posibles causas deben ser consideradas. Una de ellas es que la agricultura se desarrollรณ en el Nuevo Mundo sin ganaderรญa, lo cual habrรญa generado una escasez de proteรญnas que favoreciรณ el sacrificio y la antropofagia. Michael Harner calculรณ un promedio de 250,000 seres humanos sacrificados cada aรฑo en el Mรฉxico central. Si aceptamos, por comodidad, la cifra de la poblaciรณn de 25 millones que dieron Sherburne F. Cook y Woodrow Borah para 1519, en tรฉrminos muy aproximados tendrรญamos que una de cada cien personas era sacrificada al aรฑo. La proporciรณn varรญa si se considera que la mayor parte de los sacrificados pertenecรญa al estrato superior, noble, de la sociedad. Son muchos los sacrificados, pero no suficientes como para darle una importancia muy grande a la explicaciรณn proteรญnica de la antropofagia ritual.
Otra causa puede ser la mencionada diferencia epidemiolรณgica del Nuevo Mundo, que provocรณ en el siglo que siguiรณ a la conquista espaรฑola una mortandad indรญgena de cerca del 95%, debido a la ausencia de anticuerpos contra las enfermedades infecciosas traรญdas por los conquistadores. La ausencia de grandes epidemias en la รฉpoca prehispรกnica ciertamente debiรณ aumentar la importancia de los sacrificios y de las guerras como medio de control cuantitativo de la poblaciรณn. Pero, otra vez, la cuestiรณn estรก en cรณmo hacerse una idea de la importancia relativa de esta posible explicaciรณn.
Me doy cuenta de que la mayorรญa de las posibles causas concomitantes que he mencionado puede vincularse a los siglos anteriores a la conquista espaรฑola. Puesto a buscar causas remotas, hay una que me parece que debe ser considerada, y aquรญ me permito citar, Pablo, tu ensayo sobre “El Mรฉxico antiguo” de la Nueva historia mรญnima de Mรฉxico, de 2004. Allรญ escribes que durante el primer poblamiento de Amรฉrica todavรญa no concluรญa la coexistencia de nuestros antepasados Homo sapiens sapiens con la desaparecida subespecie Neanderthalensis. Se han discutido varias hipรณtesis sobre la desapariciรณn de los neandertales y parece predominar la razรณn de que no se pudieron adaptar a los cambios climรกticos, pero no se han podido desechar las posibilidades de un mestizaje y de un genocidio, con antropofagia masiva, practicados por nuestros antepasados. No sabemos de quรฉ manera el primer poblamiento de Amรฉrica incidiรณ sobre este proceso, y si desde entonces naciรณ, de diferentes maneras en ambos mundos, la aficiรณn humana por la antropofagia. Aclaro que no es que yo crea en esta posible causa de la intensa prรกctica de la antropofagia en Amรฉrica, pero por el solo hecho de poder ser formulada, los historiadores nos tenemos que hacer cargo de investigar esta posibilidad, para aceptarla, rechazarla o completarla.
– Rodrigo Martรญnez Baracs
Querido Rodrigo:
Coincido contigo en que existe una disposiciรณn muy arraigada en nosotros a vetar los intentos de racionalizar a los indios como sujetos histรณricos. Podemos estudiar las “culturas”, redondear algunos datos sobre los “imperios”; es aceptable incluso especular sobre los lazos entre las “etnias” de hoy y las culturas arqueolรณgicas de ayer, pero la historia de la etapa indรญgena rara vez se mira como historia. O mรกs exactamente, rara vez los hombres y mujeres del pasado prehispรกnico y de las sociedades indias supervivientes son vistos como hombres y mujeres similares a los de otras etapas histรณricas. Los indios deben ser, segรบn el prejuicio de distancia con que se les aborda, diferentes al resto de los seres humanos de la historia de Mรฉxico: mรกs mรญsticos, o mรกs conscientes del medio ambiente, mรกs valientes, mรกs bรกrbaros. Pero lo cierto es que sus prรกcticas se explican en relaciรณn con la identidad preconcebida que les atribuimos. La historia indรญgena necesita ser justificada; y el apremio por hacerlo nos quita objetividad y detalle. Sin duda esto afecta, especรญficamente, a la explicaciรณn del sacrificio humano, tambiรฉn de la antropofagia.
Un primer punto en el que estoy de acuerdo contigo, y con otros autores invitados para este nรบmero de Letras Libres, es en el de la importancia de reconocer el sacrificio humano como una prรกctica universal, que aparece en diferentes momentos de la historia humana. Parece ser un rasgo propio de sociedades en las cuales el valor del individuo frente a la comunidad es muy pequeรฑo; y las exigencias de la comunidad son, literalmente, voraces. Pero inmediatamente, como lo haces tรบ mismo, parece inevitable abordar el caso especรญfico de Amรฉrica: la evidencia disponible –testimonios materiales y escritos– indica que en Amรฉrica la prรกctica de los sacrificios humanos fue mรกs frecuente, mรกs variada, mรกs importante para la cultura. Hay cierto alarde del sacrificio, lo mismo entre los mochicas de los Andes que entre los tupรญes del Paranรก. En Mesoamรฉrica el sacrificio estรก presente en muy importantes espacios pรบblicos, pero ademรกs se lo representa con frecuencia, y algunos de los aditamentos y despojos relacionados con el sacrificio se exhiben en lugares muy visibles: el guerrero cuelga en su casa los fรฉmures de quienes han sido sus vรญctimas en la guerra, asรญ como la ciudad exhibe las cabezas de esos mismos prisioneros en la plaza central. Las partes del cuerpo cercenadas, la sangre que fluye de las heridas y los corazones… toda esta violencia es tratada con cierta belleza en bajorrelieves, murales, vasijas. Los ritos de sangre tienen un lugar importante en la plรกstica mesoamericana.
Sin duda, uno de los desafรญos mรกs grandes para la imaginaciรณn histรณrica es la explicaciรณn de las diferencias que se producen entre desarrollos que podrรญan ser similares. Si la historia estรก transcurriendo, por asรญ decirlo, simultรกneamente en el continente euroasiรกtico-africano y en Amรฉrica, por quรฉ produce resultados tan distintos en ambas รกreas; por quรฉ, por ejemplo, el sacrificio humano se vuelve mรกs importante de este lado del Atlรกntico. Coincido contigo en la importancia que pueden haber tenido algunos factores tecnolรณgicos. Ante la ausencia de norias y bombas, de poleas y carretas, de hierro, de arados, de bestias que proporcionaran fuerza motriz y abono, la agricultura mesoamericana cifrรณ su productividad en la aplicaciรณn de grandes cantidades de fuerza de trabajo organizada en cuadrillas: era el trabajo colectivo, provisto por los barrios, el que aseguraba la productividad. Ademรกs, los reinos mesoamericanos nunca llegaron a disolver los lazos gentilicios de las parcialidades o clanes que los constituรญan. Todo ello reforzรณ un orden fuertemente colectivista.
Los estados mesoamericanos no podรญan proveer de novedades tecnolรณgicas a la poblaciรณn porque tales novedades no existรญan. E incluso el comercio funcionaba con cierta autonomรญa, gracias a las tribus de mercaderes como los acxotecas, los pochtecas y otros. A lo sumo, la urbanizaciรณn del espacio auspiciada por el poder polรญtico mejoraba las condiciones de producciรณn artesanal y de comercio. Pero lo mejor que los estados mesoamericanos podรญan ofrecer a la poblaciรณn, a travรฉs de sus reyes, era la mediaciรณn en la relaciรณn con lo sobrenatural. Administraban la vida religiosa. Los monarcas mesoamericanos y sus sacerdotes eran capaces de convertir el esfuerzo colectivo en templos tan extraordinarios como la pirรกmide del Sol en Teotihuacรกn,* y en festejos que permitรญan a los hombres actuar con reciprocidad hacia los dioses.
Cabe pensar en otros factores que quizรก matizaban y reforzaban la persistencia del sacrificio. La prรกctica de la agricultura de roza –que implica cortar y quemar la vegetaciรณn seca cuando se prepara el terreno para una nueva siembra– parece haber motivado el desarrollo de mitos y ritos en los cuales ocurre el arrastramiento de cuerpos o de partes del cuerpo, previo a la apariciรณn de nuevos brotes. El principio religioso de la muerte que genera vida estaba muy arraigado. Por otro lado, la fuerte dependencia de las lluvias para lograr las cosechas, especialmente en la altiplanicie central, debe haber instalado la nociรณn del goteo sagrado con funciones de fertilizaciรณn, nociรณn que darรญa sustento al rociamiento de sangre que se produce tras varios tipos de sacrificio. Esta expresiรณn, la sangre que se rocรญa o llueve, es muy importante en la pintura de Teotihuacรกn, y aparentemente en Cacaxtla.
Me llama la atenciรณn que menciones la ausencia del ganado. Creo que es un asunto que se debe tener muy presente cuando se ponderan las diferencias entre los desarrollos continentales. Influye muchรญsimo en el medio ambiente, en la salud, en la propagaciรณn de epidemias, en la tecnologรญa; asรญ que no es sรณlo la curiosidad de si habรญa o no habรญa vacas: estamos hablando de sistemas totalmente distintos. Pero me llama la atenciรณn que lo menciones porque la ausencia del ganado es una de las cosas que habรญa yo meditado, a propรณsito del sacrificio, sรณlo que pensรกndolo de otra forma. En muchas sociedades, por lo menos de Asia y Europa, se practicรณ el sacrificio ritual del ganado: se sacrificaron corderos, cabras, toros, bueyes… Es interesante que en los Andes, รบnica regiรณn de Amรฉrica en la que habรญa una modalidad de ganaderรญa, los sacrificios de llamas fueron frecuentes, y probablemente mรกs importantes que los sacrificios humanos mismos en la etapa incaica. Posiblemente, si hubiera habido ganados en Mesoamรฉrica, se habrรญan sacrificado cabras o bueyes, y un menor nรบmero de hombres.
No veo sustento suficiente a la hipรณtesis de la deficiencia proteรญnica porque parece que los gusanos y las culebras, los conejos, las algas, muchos pescados y otros productos vegetales y animales que los indios recolectaban y consumรญan los alimentaban adecuadamente, complementaban bien su dieta agrรญcola. Pero el hecho de que no pueda explicarse el frenesรญ en la prรกctica sacrificial de algunos periodos por una necesidad urgente de proteรญnas, no obsta para reconocer que el sacrificio derivรณ en un asunto culinario. Comer carne humana en Mรฉxico-Tenochtitlรกn debe haber sido bastante comรบn, bastante frecuente para muchas familias. Cuando los guerreros del ejรฉrcito mexica intercambiaban gritos con sus adversarios durante la batalla, les decรญan: “Nuestras mujeres los cocinarรกn con chile.” Advertรญan a sus enemigos que se los iban a comer, y ademรกs con chile, guisados sabrosamente. Allรญ estรก una vez mรกs el alarde del sacrificio. Nada mรกs lejos de una prรกctica vergonzante.
– Pablo Escalante Gonzalbo
Querido Pablo:
Sรญ, es cierto que los indios han tendido a ser vistos como “diferentes al resto de los seres humanos”, como escribes. Esta separaciรณn estรก presente aun en el medio universitario y se ha expresado, entre otras formas, en la divisiรณn entre “historia” y “etnohistoria”, como si la historia de los indios fuera intrรญnsecamente diferente a la de los espaรฑoles, franceses o chinos. Ahora, si se considera que la etnohistoria es una historia con una perspectiva antropolรณgica, no debe olvidarse que Herรณdoto, el primer gran historiador europeo, hacรญa historia de los griegos y de los “bรกrbaros” por igual, escribรญa una historia narrativa y costumbrista, una historia consciente de las limitaciones de las fuentes y de los argumentos. La especificidad de la historia india de Amรฉrica no es esencial sino histรณrica, exige la bรบsqueda de explicaciones histรณricas.
En cuanto al esfuerzo por dar cuenta de los sacrificios humanos y la antropofagia en Mรฉxico y Amรฉrica, coincidimos en la aceptaciรณn de la excepcional intensidad de los sacrificios en Amรฉrica y, por lo tanto, en la necesidad de buscar una explicaciรณn, o conjunto de posibles explicaciones, que involucre a todo el continente americano. Coincidimos en la importancia que atribuimos al periodo de miles de aรฑos de separaciรณn de Amรฉrica con respecto al resto del mundo, durante el cual se produjo un desfase tecnolรณgico y, mรกs aรบn, una especificidad cualitativa de la tecnologรญa americana, cuya productividad depende de “la aplicaciรณn de grandes cantidades de fuerza de trabajo organizada en cuadrillas”.
Sobre este punto quisiera introducir un matiz: haces depender ese trabajo colectivo de los barrios, parcialidades y clanes que las formaciones estatales no han disuelto. Tambiรฉn aceptas que la urbanizaciรณn misma, auspiciada por el Estado, pudo aumentar la productividad de los artesanos y comerciantes. Pero en cuanto al Estado mismo, le dejas el papel de mediador en la relaciรณn de los hombres con “lo sobrenatural”, de administrador de la “vida religiosa”, como si esta se pudiera aislar del conjunto de la sociedad. Me parece, mรกs bien, que habrรญa que aceptar el papel del Estado (de los reinos, ciudades-Estado, seรฑorรญos o altรฉpetl, en lengua nรกhuatl) en la organizaciรณn toda de la reproducciรณn de la sociedad, y que la organizaciรณn de la vida religiosa juega un papel esencial en la organizaciรณn productiva de la sociedad, en su reproducciรณn toda. Piensa en el control estatal del complejo y esotรฉrico sistema calendรกrico (en el que el calendario solar de 365 dรญas se combinaba con el adivinatorio de 260, para dar lugar a los “siglos” repetitivos de 52 aรฑos), con sus fiestas y sus sacrificios, todo รญntimamente ligado a los ciclos agrรญcolas y otras actividades productivas, que regulaba el ritmo todo de las vidas.
De cualquier manera, coincidimos en que el resultado es un “Estado voraz” que exige el sacrificio de lo individual a lo colectivo, y que este sacrificio se expresa de manera privilegiada en el sacrificio humano y la antropofagia. Yo destaco el papel de las grandes ceremonias rituales que organiza el Estado teocrรกtico y militarista en la aceptaciรณn de la subordinaciรณn de los individuos a los gobernantes, disfrazados de dioses, que se meten en las cabezas de la gente. Probablemente estรกs de acuerdo en el hecho de que las formaciones estatales intensificaron la prรกctica del sacrificio. Pero veo en los ejemplos que das que buscas explicar la presencia de los sacrificios humanos desde sus orรญgenes propiamente agrรญcolas, con la importancia que atribuyes a la agricultura de roza y a la dependencia de las lluvias (aunque se acepte que hubo sacrificios en Amรฉrica antes de la agricultura). En estas condiciones agrรญcolas reconoces el “principio religioso de la muerte que genera vida”. Es posible, pero debe reconocerse que las formaciones estatales retomaron e intensificaron la aplicaciรณn de este principio: la muerte que genera vida, la muerte del individuo en aras de la vida del Estado teocrรกtico militarista. Esta ideologรญa religiosa, asociada a los sacrificios, nos debe hacer reflexionar sobre nuestras propias ideologรญas, que si bien no aceptan ya los sacrificios humanos como tales, sรญ promueven el mismo principio de la muerte para mantener la vida, de la muerte y el sufrimiento de los individuos en vida en aras de una verdadera vida despuรฉs de la muerte.
Me parece muy importante que enfatices que en Amรฉrica se hacรญa “alarde” del sacrificio y que se representaba “con cierta belleza”, y que ademรกs la carne humana se cocinaba sabroso. El sacrificio, por lo mismo, era tanto un valor รฉtico como estรฉtico y aun culinario. Aceptemos que esta รฉtica y estรฉtica de la muerte tienen antecedentes propiamente agrarios, pero que se intensificaron con el desarrollo de las sociedades teocrรกticas y militaristas. Esto nos debe llevar a cuestionar nuestra propia รฉtica y estรฉtica de la muerte, valores y sensaciones รญntimas que no sabemos ver en nosotros mismos y que nos llevan a otras formas de sacrificio de nuestras vidas, como el “amor cortรฉs”, que se paga con la muerte de los amantes, y el “ser para la muerte” heideggeriano.
Me parecen de muy grande interรฉs tus reflexiones sobre la ausencia de ganado mayor y menor en Amรฉrica (salvo las llamas en los Andes). Es cierto que la falta de proteรญnas no se puede aceptar como explicaciรณn รบnica o central de la antropofagia ritual en Amรฉrica, pero tengo la impresiรณn de que de cualquier manera debe intentarse valorar su incidencia, sobre todo si se tiene en cuenta que la gran mayorรญa de los consumidores de carne humana pertenecรญan a la clase alta o noble de la sociedad, que era tambiรฉn la clase militar y vรญctima privilegiada de los sacrificios. (Los nobles no vivรญan de comerse a los macehuales…)
Pero me parece muy importante la relevancia que le concedes a la ausencia de ganado en la conformaciรณn cualitativa del sistema tecnolรณgico y social todo del mundo americano prehispรกnico, y particularmente en lo tocante al sacrificio humano mismo, pues encuentras que tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo, donde habรญa ganado, habรญa mรกs sacrificio de ganado y menos sacrificio de seres humanos.
Habrรญa que agregar que varios autores han formulado la hipรณtesis de que la ausencia de ganado pueda estar vinculada con la ausencia en Amรฉrica de muchas de las enfermedades infecciosas del Viejo Mundo, que se desarrollaron allรญ debido a la convivencia de los hombres con los animales. Esta ausencia de enfermedades infecciosas en Amรฉrica, y de los anticuerpos contra ellas, fue el factor decisivo de la catรกstrofe demogrรกfica americana de los siglos XVI y XVII, pero tambiรฉn fue uno de los factores que incidieron en la reproducciรณn social americana prehispรกnica, donde tal vez la ausencia de epidemias le dio mayor importancia a las guerras y los sacrificios en la regulaciรณn demogrรกfica de las sociedades.
Finalmente, para regresar al tema del peculiar sistema tecnolรณgico social que se desarrollรณ en Amรฉrica, quisiera mencionar la ausencia aquรญ de una escritura propiamente fonรฉtica capaz de transmitir todos los matices de la palabra hablada. Su ausencia reforzรณ el saber transmitido por la oralidad, cuyo รฉnfasis estรก en la conservaciรณn, en el mantenimiento de los saberes y las memorias que se van acumulando con el paso de las generaciones. La escritura fonรฉtica permite conservar estos saberes y al mismo tiempo enriquecerlos, cuestionarlos, desarrollarlos, crear saberes nuevos a partir de los antiguos. La escritura ideogrรกfica y la oralidad obligan a enfatizar el mantenimiento, la repeticiรณn del saber antiguo. Esta es una clave del carรกcter cรญclico de la historia americana, enfatizado por Octavio Paz en la prevalencia del Dos repetitivo, y de la importancia atribuida al sacrificio en el mantenimiento de la vida.
– Rodrigo Martรญnez Baracs
Querido Rodrigo:
Me parece correcta tu precisiรณn sobre cรณmo el control de las actividades religiosas es necesariamente parte de la intervenciรณn estatal en otros aspectos de la vida de los pueblos y barrios sujetos a su poder. En efecto, el manejo del calendario, la organizaciรณn de las fiestas “mensuales” y la bรบsqueda de cautivos para el sacrificio son prรกcticas que inciden profundamente en la vida econรณmica de las comunidades. La sola convocatoria a construir pirรกmides es un acto de una trascendencia econรณmica indudable. Lo que me gustarรญa subrayar, sin embargo, es que el prestigio religioso de los reyes era, seguramente, uno de sus mejores argumentos para gobernar. La obediencia a los reyes, de Teotihuacรกn, Cholula o Tikal, era, seguramente, una obediencia sagrada.
Es cierto, encuentro en la agricultura de roza, en la dependencia del rรฉgimen de lluvias y en la ausencia de ganado y pastoreo posibles explicaciones para la intensidad con que se practicรณ el sacrificio humano en algunas partes de Amรฉrica y en especial en Mรฉxico. Ahora bien, la prรกctica del sacrificio y la antropofagia, ¿creciรณ o disminuyรณ conforme se transitaba del orden tribal al orden polรญtico? Hay casos, como el de los pueblos tupรญes de Sudamรฉrica, en los que sociedades tribales practicaron el sacrificio y el canibalismo de manera sistemรกtica hasta la รฉpoca de la conquista europea. En Mesoamรฉrica el despliegue de la civilizaciรณn, o el progreso de las ciudades y de los รณrdenes polรญticos, lejos de mitigar, fortaleciรณ –o al menos oficializรณ– la prรกctica del sacrificio, tal como tรบ lo sugieres. Pensemos, por ejemplo, en el valle de Oaxaca de los รบltimos quinientos aรฑos antes de nuestra era: la consolidaciรณn de un poder polรญtico centralizado vino acompaรฑada de guerras, cuyos sacrificios, evisceraciones y decapitaciones quedaron registrados en las piedras de San Josรฉ Mogote, de Dainzรบ y Macuilxรณchitl, y del propio Monte Albรกn. Tambiรฉn la etapa fundacional de Teotihuacรกn se acompaรฑรณ de numerosos sacrificios; hace mucho que se conocen los de la pirรกmide del Sol, y hace algo menos que se han estudiado los de la pirรกmide de la Luna y el templo de Quetzalcรณatl.
Pero ademรกs, cuando pasa la etapa teotihuacana, las guerras se agudizan y la prรกctica del sacrificio tambiรฉn. Mรกs decapitaciones, mรกs representaciones de huesos e individuos descarnados; mรกs y mรกs detalladas escenas sacrificiales, ya en Cacaxtla, ya en Tajรญn (ambos con un apogeo entre el 600 y el 900). Entre los rasgos sobresalientes de Tula (900-1200) se encuentran la escultura del chacmool –que representa a un sacerdote sacrificador con un plato de ofrendas en su pecho– y el tzompantli, un altar de crรกneos ensartados. Sobre la plataforma mรกs alta de la ciudad, estรกn las esculturas de los guerreros, gigantescos, ayudando a Quetzalcรณatl a sujetar el techo del templo, y en la base de dicha plataforma desfilan jaguares, coyotes y รกguilas; estas รบltimas mastican corazones: son representaciones del sol alimentado por los sacrificios rituales.
En resumen, el sacrificio se vuelve mรกs frecuente en el Posclรกsico de lo que habรญa sido antes; aparece ahora claramente ligado al militarismo desbocado y tambiรฉn a alegorรญas reiterativas de la confrontaciรณn de las fuerzas opuestas por medio de pares dialรฉcticos como el รกguila y el jaguar. Pero hay algo mรกs que no hemos comentado y que rara vez se mira como un problema que debe ser explicado: entre estados contemporรกneos, hay algunos mรกs dedicados que otros al sacrificio humano. Asรญ, por ejemplo, en el Posclรกsico, los seรฑorรญos mixtecos no parecen haber dado al sacrificio ritual un papel tan importante. Precisamente una de las diferencias entre las cerรกmicas policromas y los cรณdices de los mixtecos y de los nahuas es el รฉnfasis que estos รบltimos ponen en temas sacrificiales, mientras los mixtecos prefieren narrar alianzas polรญticas y rituales cortesanos. Ambos grupos de obras, cercanos en el estilo, difieren en ese sesgo iconogrรกfico. No estรก ausente el sacrificio en la Mixteca, pero no se lo representa tan frecuentemente.
En el repertorio nahua, en Tlaxcala, en Tenochtitlรกn, en Cholula, se pinta con gran frecuencia el esqueleto, o bien algunas de sus partes, tibias y crรกneos, por ejemplo; y se los representa con una convenciรณn pictogrรกfica bastante realista, que nos permite ver los trozos de carne aรบn adheridos al hueso. Son frecuentes las representaciones de manos cortadas, junto a corazones, aunque la prรกctica de amputar las manos no estรก bien documentada en los textos. Y luego estรกn las imรกgenes de grandes ollas de barro por cuyo borde asoman brazos y piernas: se trata de los pozoles de carne humana, esos sรญ bien descritos en las fuentes.
Estos pozoles se hacรญan en grandes banquetes que no parecen haber sido exclusivos de la nobleza. Es cierto que entre los mayas del clรกsico las vรญctimas sacrificiales mรกs destacadas parecen ser los nobles; ellos capturaban o caรญan prisioneros. Tambiรฉn los nahuas exaltaban la valentรญa de los jรณvenes nobles capaces de tomar prisioneros en la batalla, pero igualmente podรญan realizar capturas los plebeyos. De hecho, hay una interesante “comuniรณn” entre nobles y plebeyos en el episodio de la antropofagia tal como la practicaban los mexicas. Cuando se arrojaba escaleras abajo el cuerpo del guerrero cuyo corazรณn se habรญa extraรญdo en lo alto de la pirรกmide, esperaba abajo el guerrero responsable de la captura. Se arrancaba una pierna al cuerpo, ya descoyuntado tras la caรญda, y esta se reservaba para ser guisada en las grandes ollas de palacio; el resto del cuerpo era entregado al captor, que lo llevaba a su barrio para ofrecer un gran banquete. Asรญ se consumaba en la realidad lo que parecรญa una bravuconada de los guerreros mexicas, “nuestras mujeres los cocinarรกn con chile”. Es interesante observar que, mientras en el barrio los parientes y vecinos comรญan ese pozole, lo mismo hacรญan, con la pierna, los nobles que eran alimentados en palacio. Si, despuรฉs de una jornada sacrificial, habรญa, digamos, doscientas casas en las cuales las familias de los jรณvenes valientes celebraban un banquete con sus allegados, en el palacio habรญa otro gran banquete con doscientas piernas.
En fin, es por esta razรณn que cada fรฉmur colgado en la casa de un hombre que habรญa participado en la guerra equivalรญa a un prisionero, pues el otro fรฉmur pertenecรญa a palacio, donde podรญa ser usado para hacer un gรผiro, una flauta u otra artesanรญa u ofrenda.
– Pablo Escalante Gonzalbo
Querido Pablo:
Es tremenda y escalofriante la secuencia de casos de sociedades americanas sacrificiales y antropรณfagas que reconstruyes, desde los pueblos seminรณmadas y agrรญcolas hasta la sistematizaciรณn y legitimaciรณn religiosa de la prรกctica que se dio con la apariciรณn del Estado, de la “civilizaciรณn”, siglos antes de Cristo, y su intensificaciรณn durante el dominio del “sol azteca”. Y es un alivio encontrar un aparente relajamiento de la prรกctica entre los mixtecas tardรญos.
Es particularmente esclarecedora tu referencia a la creciente participaciรณn de los estratos no nobles, de los macehuales, en las guerras, uno de cuyos principales objetos era la captura de guerreros para ser sacrificados y comidos. Me parece notable la expresiรณn que usas de “comuniรณn” entre nobles y plebeyos que se daba en las batallas y en las subsiguientes ceremonias seguidas por festines de carne humana en los barrios de la ciudad de Mรฉxico y otros seรฑorรญos.
Como se ve, muchos, tal vez la mayor parte, de los seres humanos sacrificados a lo largo de la secuencia americana son enemigos, personas de otras etnias o seรฑorรญos capturadas en guerras verdaderas o “floridas”. Como lo destaca Inga Clendinnen, eran considerados diferentes, distinguibles aun por marcas fรญsicas y culturales. La gente se debiรณ ir acostumbrando a presenciar sus torturas, sus sacrificios y a comรฉrselos porque eran otros. Tal vez sentรญan nuestra misma indiferencia cuando vamos al mercado y vemos los pollos desplumados y los grandes trozos de carne de res y de puerco –aunque, como se ha dicho muchas veces, podemos comernos la carne, pero no somos capaces de asistir a los sacrificios de los animales en los rastros, salvo en su forma ritualizada en las plazas de toros.
Esta indiferencia frente a la muerte de los “otros” es notable en las guerras y matanzas de hoy. Recuerdo una pelรญcula sobre el drama yugoslavo en la que un hombre mata con total indiferencia y abyecciรณn a un grupo de mujeres, hombres, niรฑos y ancianos, y momentos despuรฉs acaricia con naturalidad un gatito. Y la pelรญcula Apocalypto sobre los mayas, de Mel Gibson, puede tener todos los defectos e imprecisiones que uno quiera, pero se salva por la verdad que transmite de la mirada cruelmente indiferente, rutinaria, de los sacerdotes sacrificadores al realizar su tarea en lo alto de las pirรกmides que hoy visitamos con alegre admiraciรณn y mรญstica new age.
Pero en la Amรฉrica antigua tambiรฉn se sacrificaba a personas de la propia comunidad: delincuentes y transgresores, niรฑos escogidos reciรฉn nacidos por los sacerdotes por las fechas de su nacimiento segรบn el calendario ritual o por los remolinos de su pelo; mujeres y sirvientes que debรญan “acompaรฑar” a sus maridos y seรฑores al mรกs allรก; voluntarios espontรกneos en los trances de las fiestas, entre otros.
Respecto a los delincuentes, debe recordarse que sus ejecuciones eran muy abundantes en Europa y fueron un espectรกculo pรบblico muy apreciado por chicos y grandes hasta el siglo XVIII y aun despuรฉs. Pero los sacrificios mexicas de niรฑos son mรกs difรญciles de asimilar. Eran escogidos reciรฉn nacidos pero eran sacrificados aรฑos despuรฉs, y no queda claro quiรฉn (sus familias o el Estado) se hacรญa cargo de ellos durante ese tiempo. De cualquier manera, su ejecuciรณn generaba grandes llantos, supuestamente buenos para fertilizar con lรกgrimas la tierra y traer lluvias. Es imaginable, o inimaginable, el estado de angustia en que vivรญan las mujeres, para no hablar de las esposas y concubinas de los reyes y seรฑores.
Pese a la indiferencia frente a lo muchas veces repetido, los estados teocrรกticos ciertamente buscaban generar un efecto, impresionar en las ceremonias a los individuos, trastornarlos, como cuando salรญan con fuerza y abundancia los chorros de sangre de los pechos de los sacrificados al romper el afilado y pesado pedernal la aorta y la vena cava.
Y aunque podamos buscar entender las condiciones de los sacrificios en tiempos pasados, debemos preguntarnos sobre las condiciones de su resurgimiento en nuestros tiempos convulsos y enfermos. Basta recordar la ritualizaciรณn de la violaciรณn, tortura y asesinato de mujeres en ciudad Juรกrez, o los autosacrificios musulmanes hechos para matar judรญos, cristianos y musulmanes y obtener un rรกpido paso al Paraรญso. Hay muchos mรกs casos, y en todos interviene la religiรณn y el ritual. No sรฉ si nuestra reflexiรณn sobre el pasado pueda servir para entender y remediar en algo nuestro presente.
– Rodrigo Martรญnez Baracs
Querido Rodrigo:
Al referirte, en tu รบltimo correo, a la apariciรณn del Estado y de la civilizaciรณn en Mesoamรฉrica, entrecomillas la palabra “civilizaciรณn”; la palabra Estado, no. ¿Tenemos dudas sobre el uso del concepto de civilizaciรณn para caracterizar la suma de los procesos histรณricos de Mesoamรฉrica y los tipos de sociedad que dichos procesos generaron? Nos faltarรญa espacio ahora para discutirlo pero… ¿Podemos hablar de la civilizaciรณn mesoamericana en el mismo sentido en que hablamos de la civilizaciรณn occidental? ¿Hay civilizaciรณn sin los conceptos de persona y de ciudadanรญa, sin pensamiento especulativo y sin el gรฉnero de la tragedia? Lo que nos importarรญa ahora, en todo caso, es si esto tiene algo que ver con el tema del sacrificio humano. La tiranรญa del Estado sobre los individuos, la subordinaciรณn de los destinos de la gente a la decisiรณn de las curias sacerdotales, ¿son compatibles con la idea de la civilizaciรณn? No lo sรฉ.
Te haces una pregunta que es inevitable cuando se piensa unos minutos en el tema del sacrificio: ¿se habrรญa acostumbrado la gente a mirar con indiferencia los cuerpos mutilados, la carne expuesta de los sacrificados? El sacerdote que mecรกnicamente da un tajo y saca veinte o treinta corazones en un dรญa, o mรกs. El que corta las cabezas, el que las ensarta en el tzompantli. Los miles de mexicas que ven esas cabezas… o que ven al valiente guerrero caminar hacia su barrio cargando el cuerpo decapitado y cojo de su cautivo para llevarlo a su mujer que tiene el caldero preparado. Todos ellos.
Entre otros fantasmas y apariciones, los nahuas creรญan en una criatura que deambulaba por los caminos atemorizando a la gente, a la cual llamaban “hacha nocturna”. La criatura tenรญa figura humana, pero carecรญa de cabeza y tenรญa una abertura en el pecho. Esta creencia nos indica que la imagen de los sacrificados (la mayorรญa por una incisiรณn en el pecho y buena parte de ellos decapitados) habรญa tenido un impacto profundo en la imaginaciรณn colectiva. Era como si los espectros de las vรญctimas del sacrificio deambularan por Tenochtitlรกn y sus alrededores, espantando en plena noche.
En el ciclo anual de las fiestas religiosas se intercalaban episodios chuscos, pequeรฑas comedias: actores disfrazados de abejorros o escarabajos que se dejaban caer de lo alto de las cornisas; comparsas de cรณmicos que se fingรญan enfermos y caminaban tosiendo. Habรญa juegos como aquel en que los jovencitos correteaban a las muchachas para zumbarles con unos costalillos que iban sacudiendo por las calles. Parece que en la organizaciรณn de las fiestas pรบblicas estaba contemplado tambiรฉn el alivio, la catarsis de risa y tonterรญa para aliviar la tensiรณn de los dรญas mรกs sanguinarios del ciclo.
El temor a los fantasmas y la necesidad, a intervalos, de la risa dirรญan que no habรญa tal indiferencia, que los gallardos guerreros comedores de hombres y los sombrรญos sacerdotes con el pelo pringado de sangre impresionaban a la gente. Que la sangre salpicada producรญa zozobra, quizรกs histeria.
Nos quedamos con muchas dudas sobre el sentido, el impacto, el dolor, la necesidad de los antiguos sacrificios humanos. Pero tomamos un respiro: han pasado cientos de aรฑos. Ya no nos comemos los unos a los otros, ya no ponemos en picas las cabezas de los enemigos, ya no asesinamos para satisfacer un procedimiento ritual, y tampoco hacemos del asesinato un espectรกculo…
La verdad, sin embargo, es otra. Es impresionante la cantidad de casos denunciados de canibalismo en los รบltimos veinte aรฑos en el mundo, incluidos algunos en Mรฉxico, como el de aquel hombre que fue sorprendido por la policรญa mientras asaba en un comal los genitales de su amigo, para comerlos, por cierto, con chile. Las decapitaciones son tan frecuentes hoy como en el Posclรกsico. Si se piensa en los รบltimos veinte aรฑos, se encontrarรกn bastantes casos de linchamiento en el paรญs: asesinatos consumados en la plaza pรบblica, a la vista de todos, siguiendo, tengo la impresiรณn, algunos de los pasos aprendidos en las representaciones de la pasiรณn de Cristo. Ha desaparecido la compleja estructura religiosa que les daba una funciรณn y una consecuencia sagradas a todos aquellos hechos. ~
– Pablo Escalante Gonzalbo